PROHIBIDO SOÑAR?
“No podrás morir.
Debajo de la Tierra
no podrás morir.
Sin agua y sin aire
no podrás morir.”
Jaime Sabines
Ya amanecía, se levantó con la cabeza retumbando, aquella noche había sido pesarosa, pero luego de las cuatro y media no podía seguir acostado. Tomó su café y salió a la calle rumbo a la construcción. Sabía que sería un día de revueltas. La Asamblea General acordó el paro por mayoría absoluta y, también, realizar protestas en las calles “sin interrumpir el tráfico”. Sabía que podría haber enfrentamientos. Como líder sindical le tocaba obedecer la orden. Había hecho una volante, así que se paró en la entrada de la construcción y la repartió. El maestro de la obra le advirtió que habría consecuencias. Ya estaba acostumbrado a esas amenazas. No les hizo el menor caso.
A las doce en punto, convocó a los trabajadores y, parado sobre un cubo, les dirigió un discurso. Era bueno para eso, tenía una inclinación natural para convencer, para argumentar de manera fluida, para pensar mientras hablaba en lo que diría después, para hablar midiendo las reacciones; en fin, para agitar, para azuzar. Así que los llamó al paro, a realizar un cordón humano a lo largo de la acera para corear las consignas. El día transcurrió sin mayores sobresaltos, no hubo arrestos y cumplió su misión al pie de la letra. Ya tarde en la noche, concurrió al local sindical y dio su informe. Allí le dijeron que el movimiento continuaba, que lo extenderían por una semana, que preparara a los trabajadores para mayores contingencias, que al día siguiente habría una marcha hasta el Parque de Santa Ana.
Ya fuera del local, encendió un cigarrillo y calculó cuánto podría extenderse aquella huelga y se preguntó hasta dónde podría llegar la represión. Ya se les había advertido que cejaran en varias ocasiones.
- Yo sé que me utilizan, les gusta cómo hablo, cómo resisto los arrestos y maltratos, cómo no me aguacho ni claudico. Me llenan de elogios, yo no lo hago por eso. Lo hago por la suerte de mis compañeros y la mía, este trabajo es duro y rompe carne, raja huesos, desbarata espíritus. Por eso no voy a tomar tragos con ustedes. Si después de cargar con tanta vaina, me da por jumarme a cada rato, voy a terminar bien chiflado.
- Juancho, ¿qué te pasa, hermano? Tú estás bieeen jodido, los pelaos van a creer que te la tiras de mucho, te tienes que tomar tu par de tragos con nosotros, así te decimos cómo vemos la vaina. Casa - trabajo, trabajo - casa, ¿para qué te revientas tanto? No todo es repellar paredes.
Fito quizás tenga razón, pero es más joven que yo, es brioso el cabrón, yo ya busco cama temprano, me pego un atracón y me hecho a dormir de una vez. Pero es cierto, debo dar una vuelta de vez en cuando, así no pienso en tantas pendejadas. Mañana toca alborotar la cosa, así que me voy a guardar temprano.
Relampaguea en mis sueños, la casa no daría vueltas como un carrusel si no fuese así. Hasta la cama flota y yo con ella, ¿si no hubiese techo, hasta dónde llegaría? ¿De dónde salen esas sombras que danzan? Empieza el desfile de disparates: las luces vuelven a parpadear (debe molestarles la oscuridad), el grifo suelta gotas para arriba, un ángel (eso parece) me sonríe desde la ventana, pero le digo que no me toca, que aún me faltan cosas por hacer. Unas manos invisibles acarician mi rostro y una lágrima cae sobre mi frente después de resbalar sobre la hoja de un árbol bien alto. Esa lágrima me despierta. Adivino que la túnica de una advertencia me ha tocado. Hoy debo cuidarme.
oooo
- Fito, ¿cómo ocurrió esta vaina? Se tiraron la huelga, ya no podemos seguir.
Al llegar al parque me subí en el kiosco central, esperaba mi turno para hacer uso de la palabra, quería arengar para que mantuviéramos la unidad, estábamos tranquilos. Pero de repente, salió la guardia por todas las esquinas y el parque se llenó de bombas lacrimógenas y toletazos. Yo no me amilané, tomé el megáfono y empecé a lanzar consignas. Estaba sobre la acera cuando me cayeron encima varios guardias. Caí al suelo, me agarré la cabeza mientras rebotaba de tanto garrotazo. Recuerdo haber dado un brinco y que salí corriendo por Salsipuedes. Me quería perder entre la gente, pero nos corretearon hasta la Avenida Balboa. De ahí, me fui a una clínica privada, tenía la camisa empapada en sangre, me cocieron un buen par de puntos en la cabeza. Lo que ocurrió me lo contaron después en el local.
- ¿Quién lo hizo?
- Nadie sabe. Dicen que la moto le pasó por encima, quedó frito de una vez. Lo taparon con el capote de alguien y allí estuvo tirado toda la tarde, ya debe estar en la morgue.
- Habrá que preparar un tremendo funeral.
- Yo lo conocía bien, creo que presagiaba algo. Estaba demasiado pensativo y él no era así. Voy a pintar una pancarta bien grande, que se vea desde lejos, que diga algo como… ya sé: ¡Juancho vive, ahora y siempre!
- Creo que eso será suficiente, ¿o no?
El otro se le quedó mirando y como si hablase para sí mismo, dijo entre dientes:
- Nada será suficiente.
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ME HA CONVENCIDO DE LA REALIDAD DEL TRABAJADOR, QUE NO TIENE EXCEDENTES, GRACIAS POR COMPARTIR, BSS
Un tema apropiado para el día internacional del trabajo. Un abrazo, Chente.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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