Te fuiste,
en un momento de luz.
Te marchaste tras las estrellas,
dejando en nuestras vidas
destellos de esperanza.
No te lloramos lo suficiente,
no era necesario.
Tu vida fue risa,
solidaridad,
esperanza.
Tus ojos expresaban,
la sensibilidad de tu espíritu.
Un día deje de llorarte,
decidí recordarte con alegría,
como te lo mereces.
Fuiste hermana,
Confidente,
Amiga.
Te recuerdo en tus hijos,
en tu hija,
en mis otras hermanas.
¡Como te reflejas en los rostros
y gestos de mis sobrinas!
A veces oímos tu voz
en los ecos de las carcajadas
y conversaciones familiares.
Estas en nosotros,
te revelas en el color de nuestros ojos,
en el acento de nuestras palabras,
en nuestras ideas,
en nuestras formas de ser,
en el brillo de algún objeto,
en el verdor de alguna planta.
Vives en nuestras anécdotas,
en la profundidad de los momentos,
íntimamente familiares.
No te has ido,
la muerte no pudo arrebatarnos,
la trascendencia hermosa de tu vida.
Ahora eres más nuestra,
estas cada vez presente
en todo lo que somos,
en lo que emprendemos.
No estas ausente,
nunca has estado,
estas en lo profundo de nuestros corazones,
¿Cómo podrías irte si eres parte
de cada uno de nosotros y nosotras?
Aquí te sentimos en nuestra casa familiar,
en sus paredes,
en sus colores.
Te fuiste tras las estrellas,
te adelantaste,
para regalarnos con ellas,
a cada persona que te amamos,
la luz que ilumine el camino
de nuestra existencia,
cuando nos toque como a ti,
transitar la ruta de la trascendencia.
Obed Juan Vizcaíno Nájera.
03 de Octubre 2009.