Culpa
Tenía los dientes carcomidos y sucios, muy sucios, manchados con toda la nicotina que la vida le permitió. Pobre hombre, si es que acaso se podía distinguir un hombre, un ser humano envuelto en tanta miseria, sangre sobre llagas, pus y lagañas en los ojos. Esos ojos rojos, saltones, tristes, cansados. Lo miré con una mezcla de repudio y asco, con tristeza, si, con tristeza, rabia, dolor contenido.
No acostumbro dar limosnas a los mendigos que juzgo drogadictos. Algo dentro de mí rechaza a los que abuzan de drogas. Pasó por mi lado con la mirada en el suelo, sabía que le rechazaría. Los mendigos de mi calle nunca se acercan a mí, me desprecian, Saben que soy dura de corazón y ni soñar con que les dé un peso para sus vicios.
-Malditas viejas ricas, solo sirven para aparéeles de superficialidad…Eso pensaba, lo sé. No, pero esta vez me equivocaba, al pasar por mi lado para mendigarle al próximo conductor detenido detrás de mí en la luz roja, sentí su suspiro miserable, uno de esos suspiros que arrastra todo el cansancio del mundo, todo el dolor del mundo, todo el rechazo sobre unos huesos adoloridos.
Cargo de conciencia, creo que sería, escalofrío de arrepentimientos contenidos, algo tiene que haber sido lo que me movió en un instante de lucidez. De momento se apoderó de mí un espíritu extraño, una fuerte voz interior, algo diferente.
Con rapidez, quizás con una fuerte desesperación, abrí la cartera, temiendo cambiara la luz del semáforo y la prisas propias y ajenas me obligaran a arrancar la marcha rumbo al no se qué de esta estúpida vida sin conciencia.
Saqué un dólar y estiré el brazo abanicándolo para llamar su atención. El hombre ya cruzaba frente al automóvil, sin importarle si arrancaba la marcha y lo aplastaba. Sentí que no le importaba seguir vivo. Insistí en abanicar el papel hasta que al fin sintió ese llamado de mi alma estéril, de mi tumba interior, sepulcro blanqueado con traje de Cristian Dior.
Se volteó incrédulo, se aproximó, gato con miedo, y al reconocer mi acto inesperado de generosidad y culpa, sus ojos cambiaron de color, resplandecieron de alegría y dejé de ver los dientes carcomidos. Les juro que su rostro sufrió una transformación. Y vi como por mi ventanilla se reprodujo el cristo crucificado que mi madre tenía en su altar.
Arranqué la marcha con la carga más pesada aún. La culpa la arrastro entre el humor de mis jardines mustios. Y hasta ahora sigo con su mirada incrustada en el panel de mis desvelos.
Y no comprendo nada, Y no entiendo si la culpa sirve para limpiar llagas.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
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Mi querido Hermano , la esperiencia fue real, el alma reaccionó al dolor de un ser envuelto en miseria, gracias por tus palabras y bendiciones, otras tantas para ti por tu belleza de espíritu y alma, Amaralis
solo haz lo que tu corazón te mande hacer y tu consciencia te dicte!! Desde luego que la consciencia es luz y nos marca el camino
Muchas veces anteponemos las creencias ante la consciencia de luz cada quien vive su vida y experimenta en diferentes escenarios
Cada quien tiene su tiempo y espacio para creer en luz y así debemos crecer en base a la consciencia
y al amor
besos
TQM
Bendiciones LUZ
Kokul´al, tus palabras son para ponerlas en un marco, gracias, un abrazote, Amaralis
EXCELENTE TU PROSA DURA MUCHAS VECES REAL PREJUZGAMOS SIN SABER POR QUÉ LLEGAN A ESOS EXTREMOS
Si mi querida Ana María, la realidad muchas veces es demaciado dura, depende de nosotros hacer lo que dicta nuestra alma, un abrazote, Amaralis
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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