Nieva.

La brisa helada golpea mi mejilla derecha

y yo le ofrezco la otra.

Es un ritual donde el cielo me regala su manto

y yo le devuelvo el gesto arrojando mi capa

sobre el suelo helado. A merced del viento.

Invierno.

Es…

Andar por las sendas de la poesía

es caminar descalzo entre las flores,

es pisar sus espinas,

tropezar con las piedras

que agazapadas se esconden

entre helechos y madreselvas.

Andar sus sendas

es cultivar el dolor…

Tragedia…

De los niños con el alma amputada,

sin sueños propios, sin sueños heredados.

Tragedia del embarazo no deseado,

acabado en condena sin opción para el condenado;…

Déjame morir un poco cada día,

no te aferres a mi vida, es pasajera;

pídeme, más bien, que te entregue

el amor que aún falta

deshojar en primavera.

Pídeme las dalias, las verbenas,

pídeme los pétalos sedosos de las petunias

y un beso de amapolas,

pero no me pidas que no muera.

Y no es que me guste dejarte,…

Volvió el fuego del recuerdo

a quemar otras vez mis leños.

A revolver cenizas,

a disipar los miedos;

esos miedos que liberan

por las noches fantasmas de hielo

donde quedaron adheridos

los poemas sin destino,

las cartas sin fecha

las respuestas que lastiman.

Siento el crepitar de sus…

…Y rocé tu piel

para estremecer los pétalos

de tus pimpollos inconclusos

…Y un jardín abismal

de lúcidos espasmos

erizó la entraña de la rosa.

Acaricié con manos ávidas

de temblores las corolas,

para saciar de néctar

mi avaricia

…Y un eco perturbado…

¿Quien vendrá por mí

cuando la mar acerque

sus orillas grises

al anclado puerto?

¿Quién segará la mies

que esparcida dejo,

al amparo de otras lunas

que cautivas surcan

veleidosos cielos?

Quizá vengan las cicatrices

que en soledad me conmueven,

o quizá vengan los silencios

que un día partieron de tu boca

para hacer más hondo mi desamparo.

Tal vez la hoz de tu filoso olvido,

haga sangrar la…

Siento el murmullo de la sangre

corriendo por tus uvas,

y en la boca el  fluir del vino

que arrastra suave el aroma de la tierra;

aplacando la penumbra

de mis horas mustias.

Vino que bebo, despacio de tu boca

añeja  de lunas cautivas,

que embelesaron mis noches

en la pesada desazón de tu…

Ve por la tristeza que tienes guardada

y échala al fuego para que arda.

En el inmenso carmesí de las llamas,

Imagínate el despuntar del alba

y en el celeste brumoso que emana

del fuego su flama,

imagínate el cielo extendido frente a tu mirada.

Sólo esa basta,

para  tener  el cielo en tu mirada

y un nuevo…

Negras siluetas de barcos guerreros

se entrecortan en el fondo del cielo.

Fogonazos de recios cañones

se descargan unos a otros,

y su fuego alcanza lejanos confines

con estrépitos de ríos caudalosos.

Lloran sus muertes

con gruesos lagrimones

al ver disueltas en hilachas sus velas;

corsarios piel de bruma,

de rayos y truenos su armadura,

que en feroz batalla

desgranan las perlas de sus…

Trepo despacio por la empinada cuesta de tu blanco cuello,

asegurado al perfumado lazo de tus doradas lianas,

para sumergirme en las profundidades de tu diáfano aliento

amarrado a los besos de tu boca en llamas.

Bajaré despacio, al profuso valle de tus exuberantes senos,

a beber la miel de tus panales más secretos

y a acampar sobre tu vientre que en sublimes ondas

se abrirá a la noche como un solitario desierto.

Una…

A esta hora de la noche, hay un niño en la calle.

No es un niño cualquiera, no,

es el niño, por antonomasia.

El cofre más delicado para guardar un alma,

que trae en su lumen  la preciosa carga

de un destino de hombre a imagen y semejanza.

No es un niño cualquiera, es él niño, ¡caramba!

pero la voluntad del mundo, en su…

En el vago rumor de la noche,

en el acompasado latido del pájaro que duerme,

y en la misteriosa penumbra de la flor que se abre,

la sencillez de tus portentos está  presente.

Cómo, entonces, no podría estarlo

en el fino cristal de los labios amantes,

en la ruda espalda del aguerrido campesino

y en el errático andar del…

De repente cayó la noche y la luna, de un salto, apareció flotando en el cielo. El estrepitoso ruido sacudió las pasiones aletargadas y un volcán de ojos rojos, que centelleaba en las colinas, comenzó a vomitar su lujuria. Era primavera y la manada de lobos en celo se disponía a preservar la especie.

Eduardo Albarracín…

En este minúsculo cosmos donde vibro,

donde mis sueños se encriptan en partículas

de energía pura;

una  sola gota de tu vida me inunda

la existencia de ternura.

Que bello paisaje pintan tus manos

ausentes de tiempo y de espacio,

sellando con el YO SOY el epitafio

de la propia muerte ya vencida.

Me cubres,…

Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”