DE SEGURO ALGO NOS QUEDA
(A propósito del poemario Cuando no nos queda nada de Raúl Velasco Sánchez) Ensayo publicado en la Revista Guardarraya, Barcelona 2019
“Cuando no nos queda nada” es el tercer poemario de Raúl Velasco Sánchez, catalán que ya antes de sus tres poemarios publicados, nos había entregado dos libros de relatos y un ensayo novelado llamado “El esquizofrénico”.
Velasco es un joven poeta nacido en el 78; en esta nueva entrega se reitera su admiración por el poeta Miguel Hernández, andaluz de la generación del 36, que ya se codeaba con los del 27, y que en nuestra América ha despertado tanto amor y devoción. Como parte del íncipit destaco también el epígrafe de José Ángel Valente, cuya extensa obra en la segunda mitad del siglo XX es muy reconocida como emblemática de su época.
RAúl Velasco en “Cuando no nos queda nada”, se anuncia desde la vaciedad, la impotencia quizá, sobre todo está inmerso en una decadencia posmodernista que no encuentra respuestas, aunque se resista a ello. Esta postura, tan cercana tan solo al rescate de la fugacidad, es muy propia de los poetas que inician a publicar en el nuevo milenio, o en la última década del siglo XX. La situación de estos jóvenes es la falta de un sueño que nos haga posible una existencia que vaya más allá de cierto existencialismo, que solo cobraría valor en el sentido de la reivindicación de lo humano en tanto posibilidad de futuro mejor. Pero las utopías han caído al hueco de lo insondable y los poetas son el reflejo de una sociedad sin respuestas.
La primera preocupación del poeta en este poemario estriba en el tiempo, como lo sugerí, en la fugacidad de lo único que podría ser inmanente, cierto estado de contemplación de la beatitud en “el poder de la espuma”. La voz del ser humano se da desde el exilio, desde la tierra de nadie, al decir del poeta.
Entonces, hasta la realidad es trastocada por el fondo de la incomprensión, algunos valores intentarán rescatar una esperanza, quizá el amor, el sentido de la libertad que la mujer como la otredad rescata en su símbolo de apropiación del sí mismo, y quizá el poema, esa palabra que casi nunca tiene sentido, al fin se rescata del nihilismo y la vacuidad por el afán del poeta, que al final encuentra su sentido.
…”el tejido / con que vestimos la realidad / relata aquello que nunca fuimos”
Y es que, de alguna manera, se denuncia como una realidad que nos han vendido; la posmodernidad vació todos los paradigmas y nos entrega la sociopatía del presente: tarjetas de crédito (escuálidas), enseres inservibles, títulos, objetos y más objetos y consumismo. Y digo de alguna manera, porque no hay una pretensión de denuncia, solo una mostración que se cuela con enumeraciones entre la metáfora certera de un presente de interrogaciones y de elementos naturales como la lluvia que se deshace en el tiempo.
La otra reivindicación que puede detonarse del poemario, es la muerte; la vida no tendría sentido sin su contraparte natural, asumida como el propio final, al término del poemario, un epitafio sencillo y esta sentencia: “el pasado llamaba, / pero yo ya estaba muerto”. Y es que ese es el corolario real del poema: la muerte del yo lírico, que sin embargo atisbó el amor, el respeto a la otredad, el humanismo como última salida ante lo pasajero y prosaico del entorno.
Entonces, denunciar, decir desde los inicios de los versos se asume así: “en la mirada de aquel niño / que observa un mundo ahogado en la indiferencia”.
Entre un poema y otro pueden reiterarse algunos versos, cuando el yo lírico intenta el Ars poética por antonomasia, el poema del metalenguaje, como en Rutas.
Las lecturas predilectas del poeta están inscritas en símbolos como “el pájaro”, casi siempre herido, o como cadáver, que nos remite a la Pizarnik, el cuervo de Allan Poe, los cementerios o tumbas que tienen muchas remisiones pero que rescato de ellas la vallejiana, cuya palabra también tiene el peligro de no servir para nada en su propia alocución que sirve de epígrafe: “Y si después de tanto hablar, no sobrevive la palabra”, y aquí recuerdo “la tumba es todavía un sexo de mujer que atrae al hombre”. Nos dice Velasco: “Pero la palabra no atiende al delirio. Le gira la espalda, / negando sus significados”. En un poema donde palabra y pájaro son lo mismo.
Y este Ars poética que atraviesa todo el poemario indica su filosofía estética: “Un poema que no atienda al reloj”, “un poema que sea todo a pesar de ser nada” (de su poema Busco). Y en esta contraposición del todo y la nada, es donde se debate el alma del yo lírico, o somos el vacío total o pretendemos dejar el poema como señal de vida inexpugnable…“ni callar como calla la muerte / tan cobarde en su letargo”. Es decir, el poeta no debe callar, o mejor citado: no tiene la fuerza para hacerlo. (Sumas y restas). Hay un sumario como cuando decimos los pro y los contra, en este caso de lo dicho, del poema.
Y deviene entonces el amor, como un dejo de esperanza, como una realidad que hace posible la poesía, por lo tanto, lo inefable: “los versos en tu compañía /germinan mejor”. Dicho así, con sencillez parca, nos revela lo que han venido diciendo los poetas desde el amor, como la fuerza del Carpe Diem que se enfrenta a la muerte, aunque deba entregarse aella en algún momento como en este poemario. El tú lírico ha aparecido como reivindicación de la vida, la alegría ante el yo y su triste soledad incurable, a pesar de esos momentos donde el tú nos reconforta de alguna manera.
Así, a veces, también desde las terceras personas como en Punto y seguido, ella y él no son solo significantes de la otredad, también lo son del sí mismo, por eso, aunque el desamor sea el corolario final: “quedar como dos absolutos desconocidos”, este va más allá, no queda nada.
Pero el poema posterior clava la posibilidad de una revelación mayor que encierra el poema desde el amor y la palabra, aunque tal espíritu de trascendencia venga introducido por lo coloquial: “puede suceder también que / rompemos el silencio para revelarnos”. (Del amor).
Sin duda, Raúl es un poeta sugerente y diciente, siempre capaz de darnos de sí lo mejor, en el uso del lenguaje, en la búsqueda en medio del vacío social, por ejemplo: “Entre el dolor y la nada, yo me quedo con el dolor”. Hace esta proclama, revienta porque todo es política o quizá, por eso se sostiene, sabe que las muertes tienen todas las geografías, pero hay unas que es necesario mencionarlas como ejemplos de desolación de la especie humana, por su propia barbarie. La pregunta: “Cómo morir si ya no sirve la palabra, si murió en la hoguera de la vanidad”, hace el retrato de la percepción que debe sobrevivir.
En el poema el salto, la inminencia del suicidio rescata que lo importante no es la caída, sino el aterrizaje, pero dónde habremos de aterrizar los poetas, los humanos, “buscando a tientas un porqué, desnudo de nombres”, como interactúa con Octavio Paz. La soledad de lo revelativo es un poema que habla de la posibilidad de hallar diferencias y emplea la imagen del hueco vacío de la almohada, porque en el intimismo como en la lluvia, la desazón de lo pasajero solo va en busca de otros caminos, con la incertidumbre de que tal vez no existen.
Así que quizá este hombre apaga la t.v., toma una copa, brinda en soledad, y encuentra que sí hay que globalizar sobre la idea de una misión última que es la esperanza, la que subyace siempre antes de la muerte, y más allá de ella, porque dejamos las palabras como signos indelebles en la niebla, para que otros las concluyan.
Ronald Bonilla
Poeta Costarricense
Premio Nal. de Poesía Aquileo Echeverría
Premio Magón de Cultura 2015
Comentario
Gracias Elías por el destaad, abrazos
Gracias, Críspulo por el bello mensaje, abrazos
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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