Soltada golondrina,
¿dónde pretendes sujetarte?
No hay puñal más agudo
que la pura mirada,
deshecha en un cajón inoportuno
Veníamos así: con los más largos años
donde el viento era ajeno, ajena
la palabra,
enfrentándonos en formas incorrectas a la niebla.
Cada árbol fingía en su lugar,
y solo a renacer nos oponíamos.
Ventanales de pronto abrimos en la herida.
No pudo caber sino, en primera instancia,
ese miedo terrible de encontrarnos,
de ovillarnos de nuevo en las raíces,
replegados y absurdos en los muros
pues tu pañuelo rojo ya no era guerrillero.
¡Allí donde corrimos bajo la lluvia
traspasando fronteras y gritando de júbilo,
con los besos más besos de tu boca!
–TÚ eras la tempestad, dijo un amigo,
huracanada sangre conmoviendo,
y ese lecho eras tú
y tus manos cavando entre mi piel.
Éramos la furia, espantada de sí,
desbocada entre calles,
(los apenas caminos de Santa Ana),
hundida para siempre en agua turbulenta.
Fuiste la herida y la mejor estrella
para untar con tus luces nuestras llagas,
y yo sané a costa de tu herida
y ensanchó mi dolor tu regocijo.
¿Dónde pasión nos arrastró
y fuimos posesivos, absolutos
y después omitidos y lejanos?
Hemos venido ahora con los años más largos,
el dolor estirado tornándose cansancio:
Lo primero aprendido fue a mirarnos,
con los ojos posibles del encuentro.
¡Ah, la amistad,
esta especie de estigma incontrolado!
Fue de nuevo aquel aire
leve, impreciso, con mi voz en tu sangre.
Y el Poema de Roque, de la facultad,
en donde en una sola habitación del tedio
quedaba despoblado el denso miedo
para que entraras con todos los espacios
en mis poros.
El poder del recuerdo–¿lo recuerdas?–
cuanto más niños, es mayor.
Ese miedo terrible
de mirarnos, proponernos,
temblar lanzando al aire tempestades,
pequeñas golondrinas…
¿Dónde saltar sino a la libertad
del vuelo y del abrazo,
al fondo donde amamos, amistamos,
donde siempre tuvimos los meses más intensos ,
más locos e insalvables?
¿Dónde sino el transcurso de mi boca en tu cuerpo,
la posibilidad de enraizarnos
sin herirnos
con la simpleza de la noche al desplazar el día,
de la flor que al nacer tensó los pétalos?
Ahora,
en medio del lecho que alquilamos
está la lluvia
y entre la lluvia vaga una hilacha de niebla
que no muere.
De mi libro UN DÍA CONTRA EL ASEDIO
Editorial Mesén, 1999.
Comentario
Gracias, amiga Beatriz, abrazos.
Gracias, Senda, por tu presencia y comentario, abrazos.+
Gracias, María Irací, por pasar y dejar huella ante mi poema, abrazos.
Gracias, Iris, por tu lectura y comentario y postal tan bella, abrazos.
Gracias Carmen Amaralis, qué dicha que te ha gustado, abrazos.
Hermoso, Ronald, sutil, me encantó, Amaralis
Gracias Dalila, qué dicha que has percibido eso que entonces quería lograr, abrazos.
Hola Ronald, cuanta intensidad emanan de tus letras, gracias por compartirlas, un placer leerte, feliz noche, saludos, Dalila.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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