Escudriñó con la mirada perdida en un horizonte inexistente, ni siquiera sus ojos celestes consiguieron presagiar el futuro, que indefectiblemente se percibía. Ni su voz dulce, que por décadas le sirvió para conquistar incondicionales leales y atraer mercenarios sin alma.
Fue en la decadencia que estreché su mano; blanda, temblorosa y transpirada, demostrando un aterrador miedo, aún así sobraba a usanzas.
— ¡Tengo huevos para pelear, tengo huevos!— repetía.
George se equivocaba de persona, no era a mí a quien tuviera que demostrar algo, hacía mucho tiempo que me había dado cuenta de los engaños, de esas lisonjas de mujeres cuando te necesitan y latigazos salvajes cuando estorbás. Ya, mi rostro áspero no sentía caricias y a mi espalda no le entraban cicatrices.
Pero él, como si fuera un toro ciego, se frotaba los ojos y atropellaba con palabras, que raramente duelen si el decidor no tiene nobleza, pero no eran sólo palabras había perdido la sutileza de pensar de que el resto eran seres humanos. Quizás no fuera el ideólogo pero era el que firmaba las persecuciones de personas que destrozaba. Era una forma de demostrar poder y requerir respeto, no lo comparto ¿será por eso que me castigaron los salvajes?
Marie “la negra” como la llamábamos, calma y venida en años, apagada en abriles, sin pensar mucho entendía que lo mejor de la vida había pasado, como si ésta sólo fuera una catarata de nostalgia, no añoraba sus épocas idas, simplemente detuvo su mente y esperó paciente su jubilación, la ley la amparaba y realmente era un acto de justicia.
Ella, una mujer alegre, bien vestida, sonriente, hacía repiquetear sus largos tacos por el ancho pasillo. Quizás descuidada en su formas íntimas, los cabellos azabaches desprolijamente peinados, largas uñas esculpidas denotaban que era muy poco abocada a los quehaceres domésticos ¿pero quién le podría recriminar algo? si por más de veinte años no hizo nada, acaso acostumbrada a su rutina diaria.
Todo cambió, cuando George asumió como jefe, realmente éste venía en descenso, no era fácil para el que se cree dueño de todo ocupar un minúsculo lugar. El que nunca preguntó, hoy tenía que consultar o asesorarse por personajes comprometidos con el “diablo” y el hilo siempre se corta por lo más delgado ¿por quien fueron? sí, por Marie.
La “Negra” llegó un lunes a su lugar de trabajo, acomodó su maltrecho trasero en un sillón giratorio tapizado en cuero curtido, su superior que nada sabía del tema con voz temblona la llamó.
— ¡Marie podés venir un minuto, tengo que notificarte de un Decreto!—
Ella, desentendida y sin ninguna maldad acudió prontamente, tenía unos de esos días en que nada sale bien, firmó y volvió a su cómodo sillón, a leer la disposición, en su mente se le cruzó un ascenso y la verdad que lo esperaba tenía la misma condición desde hacía más de dos décadas o un traslado por esos días era normal que se maltratara a los empleados del poder omnipotente, el que nos da de comer.
Habían ido más lejos con ella, la mandaron a limpiar, no es deshonra para nadie, pero era realmente injustificable por la actitud de los principales y por las leyes que la regían. ¿Pero qué importaban las leyes? si estas son lentas y demoran años, tanto como la vida misma. Marie protestó un rato, todos los que se decían amigos, tenían temor a que le pasará lo mismo que a ella, esa era la razón final, meter miedo castigando a uno, elegido al azahar o por algún nefasto motivo.
No tenía opciones, salvo la de esperar todos los días la salida de George de su despacho, siempre, éste tenía una repuesta pronta para no escucharla. Creyó acostumbrarse a las nuevas tareas.
Despacio, se fue apagando como una flor de rosa, que nadie corta y se va marchitando en su misma planta, quedando un pimpollo muerto y el viento insensato lo deja volar.
Su vida se fue ahogando sin que nadie se diera cuenta, la tristeza perversa, como los autores de la maldad, poco a poco fueron haciendo lo suyo. Era natural que la mente comenzara a aporrearse en la infinita soledad de caminos oscuros y túneles sin luz. Nadie se dio cuenta ¿fueron semanas, meses o años?, el miedo hace perder hasta el espacio temporal del tiempo. No se notaba la ausencia de ella o no se quería percibir como si la misma vergüenza dejará ciego a los mortales.
Un lunes, todo el mundo comenzó a hablar de la negra Marie, cabellos revueltos con el rostro alegre, una camisa color claro, sus ojos profundos mirando la nada hasta parecía alegre, feliz y cuerda. Su foto, en el periódico, hablaba más de lo que ella con burdas palabras nos pudiera decir. Todos, hasta el mismísimo George, se dieron cuenta del error inhumano que padeció la “Negra”, quisieron (quisimos) salir a buscarla, algunos para reconocer el error cometido y otros para ayudarla. George en un claro y tardío gesto, castigó a los culpables del salvajismo innecesario aplicado a un ser humano, tan humano como cualquiera.
Pero para los culpables era tarde, ese maldito cartel al pie de la foto Q.U.E.P. Nos hizo sentir que el miedo es inútil cuando el desalmado despoja con la pluma el derecho de la gente.
George perdió las elecciones y las que vinieron también; camina despacio por los pasillos oscuros, sin culpa pero sin alma. Siempre encuentra un responsables de sus propias decisiones.
DANIEL MARIO WALDNER 08/08/11
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