NAVEGANDO EN LAS IRREVERENCIAS DE LUCÍA DE PAULA
Prólogo al poemario Irreverencias de Lucía de Paula, Poiesis Editor 2020
Casi siempre la poesía es consustanciada con la irreverencia, se asocia a un ser insurgente, contestatario, hereje, porque lo fácil es la comodidad de lo aceptado, porque lo obvio es evadir la mirada profunda.
En el verso como en la vida, Lucía de Paula parece estar predestinada a ser una inconforme. En el amor y el Eros, se erige como locura, desengaño, en fin, una mirada escrutadora, capaz de revertir los conceptos y los ismos de la mayoría.
En este poemario de irreverencias y transformaciones, porque el yo lírico, siempre mujer, es a veces un ave migratoria que desdeña las pasividades materiales y espirituales, primero ha de identificarse y definirse de muchos modos, usando el yo lírico o el ella o el nosotros: “no sabía rezar ni creía en ídolos de papel”, “sé que mi locura es permanente”, “vos y yo, duales asteriscos de un poema, crucigramas sin resolver, naufragio borrascoso entre las sábanas”. En fin, somos “los bohemios, los incomprendidos”.
La autora utiliza el vos coloquial tan nuestro, como cuando el yo lírico percibe la ausencia de pronto en compañía: “y me perdás a solo unos pasos de sentirnos”. En fin, se reconoce el yo lírico en la duplicidad de la pareja, aunque esté llena de ausencias, insatisfacciones y reclamos.
En muchos momentos, durante este poemario, cuya primera y extensa sección “Las mujeres bailamos solas”, se tiene la sensación de vivir vidas y lecturas inconclusas: “volveré a empezar de cero”.
Los elementos contingenciales de la vida moderna saltan siempre, a cada instante: “con una prórroga hipotecaria bajo el brazo”, o con sentencias como esta de que “el amor no tiene la vida registrada en protocolos”; conceptos, ideas, imágenes que hacen de esta voz poética un enlace fácil de afianzarse en sus lectores, tanto en el plano intelectual como en lo emotivo, así en el tema del amor como en el metalenguaje, en lo cotidiano y en lo inmanente: “Nada puede unirnos más que la palabra”. La presencia de intertextos y libros que son su lectura, hablan de su determinación formativa y, su forma de visualizar en imágenes la vida propia, habla de su otra veta: las artes plásticas.
Muchas veces, Lucía de Paula, haciendo su propio retrato, usa la tercera persona y ella así lo concibe críticamente: es ineludible pensarse a veces en segunda o en tercera persona, dice y agrega en otros versos: “Escribe sin saber para qué”, Igualmente planta la sutileza de herejías como en esta referencia al Judas y a Jesús: “ni coticé tu cuerpo en treinta denarios / fuiste vos que llegaste tarde / cargando tu cruz”; para aludir a un tú lírico que aparece como eventual poeta, contraparte de la voz poética hablante.
Para metaforizarse a sí misma, hay muchos caminos, muchos con ironía y sarcasmo: “el sonrojo de la fruta madura”, o con pesimismo: “el peso muerto en la balanza”, con desdén: “la sonrisa igual que una sombrilla rota”, pero siempre prefigurando la necesidad de un nuevo orgasmo en el amor o en los caminos de su edad innombrable. “La edad no es una barrera / es un cifra estigmática”. En fin, ella debe insistir que solo necesita un día para vivir. Y esta es la fortaleza de una poesía que escapa a los cánones y predisposiciones acomodaticias. Lucía de Paula es una rebelde, antes de sentenciar, ironiza, usa paradojas, contrarrestra lo establecido y al fin, entre coloquios, aprende a cantar cuando se transmuta en ave como en la segunda y breve parte de este poemario, denominado “Desde las gaviotas”, porque después de todo aprenderá a ser “una mujer con una gaviota / en los ojos / meditando ante el mar”, o será quizá una golondrina “haciendo malabares / mientras el sol seca sus alas”.
Por último indico que se me hace difícil a veces calificar esta poesía, solo sé que, incluso por ser excepción a la regla de lo que tanto se produce entre las mujeres llamadas poetas tardías, es una voz diferente que prorrumpe sin atajos, certera, ineludible, en el concierto de la nueva poesía costarricense que nos llega desde esa ciudad sin límites para los acentos poéticos: Desde San Ramón al mundo, con un amor que no podemos encapsular, ni encerrar, ni domeñar. Solo rebalsa sus límites como quien no quiere hacerlo.
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