RUBEN DARIO (1867-1916). (EL POETA: I DE II).

[Enrique Antonio Sánchez Liranzo]

Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (Metapa, hoy ciudad Darío, Matagalpa, 18 de enero de 1867- León, 6 de febrero de 1916), fue un poeta, periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. Es, posiblemente, el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado príncipe de las letras castellanas. (https://es.wikip[edia).

Rubén Darío, desde sus inicios y a muy temprana edad, fue más bien un niño prodigio. Ya que, a los tres años sabía leer. Separados sus padres en matrimonio, su madre falleció siendo un niño y su padre no volvió a saber de él. Criado por un tío, quien lo inicio en sus primeros estudios. Fallecido el tío de aventurera y casi legendaria existencia, tuvo que asistir a escuela pública. Sanguíneo e imaginativo, durante la noche, con calidoscópicas ensoñaciones. En aquella escuelita, conoció algo del insinuado ímpetu amatorio, a la manera de Dafnis y Cloe, con una compañera de banco y según el verso de Góngora. Conoció también, y en desconcertante mezcla, algunos libros: el Quijote, Las mil y una noches, la Biblia, los Oficios de Cicerón, la Corina, de madame Stael, las obras de Moratín y las truculencias de un novelón denominado La caverna de Strozzi.

De la escuela primaria pasó al colegio de los jesuitas, anexo a la iglesia de la Recolección. Su naturaleza enfermiza y propensa, pronto recibió la impronta de un misticismo que perduró a través de su vida y de su obra, mezcla de paganas supersticiones, dionisíacos impulsos y fantasmagóricas iluminaciones. Florida estaba su adolescencia alucinada con la paloma blanca del primer amor con Inés, la primera rubia, que evoca con las garzas negras en el libro ya escrito ‘’Azul’’, cuando Cosmópolis lo conmovió con su primer y deslumbrante soplo: el de aquella Hortensia Buislay, estrella de circo norteamericana, que llegó a su ciudad y lo incitó a proponer cesterilmente al payaso dueño de la trashumante carpa su admisión a la farándula. Por aquella época, en aquellos catorce años encendidos, inició sus escarceos poéticos formales. Con los seudónimos de Bruno Erdia y Bernardo I. U., publicó algunas composiciones no más ni menos mediocres que El Ensayo, la hojita que los recogía. De allí pasó a las planas combatientes de La Verdad, periódico político antigubernamental, lo que le valió el injusto titulo de vago, del que le sacó el testimonio de un maestro que dijo que lo era, sí, como poeta, pero que, a su vez, era profesor de gramática castellana.

Es menester reconocer y saber de qué, los halagos, dentro del círculo provinciano, no llegaron a satisfacer sus aspiraciones, ya inmensas. Su nombre ya había comenzado a ser conocido. Era ‘’el poeta niño”. Cuando llegó a Managua, un grupo de diputados solicitó para él una beca con objeto de que costeara en Europa sus estudios. Pero, Rubén, como lo atestigua un libro inédito, el primero suyo, salvado por milagro -llevaba el título ya ampuloso y presuntuoso de Poesías y artículos en prosa, de Rubén Darío, tomo I-, mostrase con sus versos un ácrata, revolucionario, anticatólico, ideológicamente incendiario, siguiendo la huella de Juan Montalvo. Y, lógicamente, la protección oficial no le llegó. Empero, obtuvo un puesto en la Biblioteca Nacional de Managua.

[Nelson Lenin Aguinaga Ortiz]

Tu narrativa es de gusto de quien te lee, simplemente nos llevas de la mano de estos connotados escritores, pero Rubén Darío es un grande de la poesía y su obra lo demuestra como el mejor del siglo XX y su connotación le dará mucho más ya que su pluma es inmortal, felicitaciones por tu gran trabajo, mis saludos cordiales a la distancia 

[Elias Antonio Almada]

Excelente  tuve el honor de participar en la antología por los 100  años de su fallecimiento