Ella usaba camisetas con teorías escritas que él intentaba leer y resolver con mucha atención…
Volaban sus ropas, se tropezaban con muebles, se arrimaban a los muros, se montaban y se desmontaban el uno del otro.
Así era cada vez que él traspasaba el umbral y ella cerraba la puerta.
Rogó que lo dejara arrancar la y a las teorías escritas, y así ella se escondió entre las frazadas que ahorcaban y cobijaban. Entonces la vergüenza le hacía cerrar los ojos y el entendimiento, él reía de la actuación.
Sus dedos de hombre apasionado caminaban cada milímetro por el recodo de la loca geografía de la pasión, jugando a hurgar, a reconocer, a memorizar.
Los detenía en la curva peligrosa del placer y desde ahí subía por su pelo ondulado trepando hasta sus sueños.
Los hacía bajar solo cuando escuchaba los femeninos gemidos y el aliento a mujer en sus oídos y con alevosía volvía a trepar a los cabellos que se desparramaban sobre la almohada.
Así ella retorcía su pasión como gata en agosto, buscando la boca que detenía su sed y gozando el roce que entregaba con la suavidad de la seda desnuda, al cuerpo que deseaba seducir.
Y subiendo a tientas posándose en la luna de su bosque como el más experto astronauta con su nave espacial, tomaban el sol, tocaban las estrellas y quedándose envueltos en la lujuria pegajosa le pregunto a que sabía su sexo.
Ella rió descaradamente y respondió:
¡A Cielo!
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL