Vicente Antonio Vásquez Bonilla
Caminaba por una calle que, en su final, llega a topar perpendicularmente con una avenida. Mientras caminaba, escuchaba el sonido lejano de un megáfono. En ese momento escuchaba el eco de la voz, pero no comprendía el mensaje.
Cuando ya llegaba a la avenida, distinguí que procedentes, tanto del norte como del sur de la avenida, aparecían personas asustadas, con el semblante descompuesto y que corrían, como para salvarse de algo, mientras que la intensidad del sonido aumentaba.
Antes de comprender el mensaje o el motivo que tenían las gentes para huir despavoridas y tomar la calle como vía de escape, pensé, que bien pudiera ser, que trataran de eludirse de alguna manifestación que, con sus arengas y posibles violentos desórdenes, los pudiera involucrar en hechos no deseados.
De pronto, un mi amigo que venía de esos rumbos, me tomó por el brazo y me dijo:
—¡Rápido, escondámonos!
No me dio tiempo a reaccionar y se podría decir que a rastras me introdujo en una casa que tenía la puerta abierta, mientras que por la calle continuaban pasando personas en precipitada fuga. En ese momento, hasta mis oídos llegó el sonido claro y comprensivo del pregonero, quien preguntaba insistentemente:
—¿Cuáles son los factores de la división? ¿Cuáles son los factores de la división? ¿Cuáles…
Y todo el mundo huía de él para no enfrentarse a las terroríficas matemáticas o por no saber la respuesta y quedar como ignorantes.
Al inicio me sorprendí también, pero reaccioné y quise encaminarme a la puerta, para enfrentarme al preguntón, pero mi amigo me agarró del brazo para que no saliera y me expusiera a hacer el ridículo.
—¿Qué te pasa? — le dije—. Los componentes de la división no se llaman factores.
En ese instante, la persona que utilizaba el altavoz, rió con ganas y dijo.
—Vamos, dejen de correr. Solo me los estaba vacilando, porque la división no tiene factores.
—Ya viste —le dije a mi amigo—. Era lo que te estaba diciendo.
Salimos a la calle. Ya todos los correlones se habían calmado, volvían sobre sus pasos y el hombre del megáfono, los veía con una sonrisa burlona, que bien podía significar: me los vacilé.
Vi para todos lados tratando de descubrir la cámara escondida de algún programa de televisión que, valiéndose del preguntón, buscara incautos para después exhibirlos jocosamente en la emisión televisiva. Al comprobar que no la había y que, sin ser el Día de los Santos Inocentes; únicamente se trataba de un sádico disfrutando de su condición y del pánico generalizado a las ciencias exactas, me acerqué a él y encarándolo, le dije.
—La división no tiene factores, propiamente dichos, pero si la espulgamos un poco, hasta por sus partes más intimas, sí que se los encontramos.
—¿Cómo es eso? —se me quedó viendo, como retándome—. ¿En dónde los tiene?
—Pues en la prueba —reí—. Si bien, sus componentes son el dividendo, el divisor, el cociente y en muchos casos el residuo. Cuando hacemos la comprobación, multiplicamos el cociente por el divisor y esos dos componentes, automáticamente, se convierten en factores. Y el resultado, que será el dividendo, deberá de ser exacto, a no ser que haya por ahí un apéndice, llamado residuo, en cuyo caso habrá que sumárselo.
—Pues sí —me respondió, con seriedad, como diciéndome, ya me echaste a perder la diversión—. Tienes razón.
Los que antes corrían y que se había congregado a nuestro alrededor sonreían y aplaudían. De alguna manera se sentían desagraviados.
—Eso significa —me dijo viéndome con reserva—, que la multiplicación también debe tener entre sus entresijos otros elementos ocultos, además de los factores y el producto.
—Pues sí, veámoslo de esa manera —le respondí—, la multiplicación también tiene sus bemoles en la prueba: El producto, como por arte de magia se convierte en el dividendo y los dos factores, de manera indistinta, en divisores y al hacer la operación matemática o sea la división, el otro factor, como si se tratara de un hábil volatín, si la multiplicación fue bien realizada, caerá de pie y en espera de los aplausos. En este caso, no hay apéndices ocultos, que como hijos ilegítimos aparezcan reclamando la paternidad y significa que la multiplicación fue bien ejecutada.
Un silencio sepulcral se apoderó del sector.
Comentario
Estimado Magi: Gracias por tu animoso mensaje. Un abrazote, Chente.
Vilma linda: Gracias por tus animosas palabras. Besos, Chente.
Adiela linda: Gracias por estar allí a un clck de distancia. Besos, Chente.
Normy linda: Gracias por tu bonito mensaje. Besos, Chente.
Narras muy bien, Vicente. Es un relato muy bien logrado en todas sus partes.
Me encantó leerte:atrapas al lector con maestría.
¡un logro, amigo!
Vilma Lilia
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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