Es fácil quedar en el asfalto en mi ciudad
con un boquete burbujeando lívidos espasmos,
con un acero incrustado por la espalda,
con una borrachera capaz
de arrastrarte por el caño
mientras te asaltan los hijos de la calle.
Ya no sos la misma San José
de predios vacíos con ensueños
para correr buscando
tesoros escondidos
detrás de las tapias ya derruidas.
Así cayó la fuente,
los altos muros de la Universidad
por donde probar nuestro valor de grillos
saltimbanquis;
y del Paraninfo sólo quedó
nostálgica la esquina
blanca,
blanca,
por donde pasamos con un violín en la mano
y en la bolsa un renacuajo.
Sé que quedan vestigios insondables
de lo que fue nuestra infancia,
de la línea del tren
por donde hicimos tantos malabares.
Ahora, si no te atacan los ladrones,
te violan los policías,
te encarcelan por leer un poema
en el atrio de la catedral,
y si eres niño
debes oler cemento en las esquinas,
o cantar en los buses
o vender flores o chicles,
o anunciar que te vendes contra el suelo
mirando.
Y eres también predicador que anuncia
el infierno para todos,
"ya no somos nosotros, los de entonces",
sino la víctima o el asesino,
el vendedor de cocaína
o el pobre consumidor que amaneció
con la cara aplastada
contra el pavimiento.
No se puede volver sin ser su parte,
la parte que prefieras
de esta ciudad de lujo
que arrastra por las calles,
el olor a semen viejo,
el olor a harapos y a un bebé
que dos o tres madres se turna para pedir limosna
frente a la ventana de la blanca secretaria.
Si escogiste tu parte o te empujaron
es lo mismo,
el que dispara o cae,
el que recuerda su guerra robando,
o desarmando como un héroe al asesino,
es lo mismo.
Los que nacimos cerca pero lejos
quizá tengamos un recuerdo
y hoy que viajamos con los hijos en el bus,
oyendo a Juan luis Guerra,
o a un niño desafinado, o
a un retrasado mental con su tarrito,
o a un predicador contra el aborto,
vamos mirando la carretera
y sus líneas amarillas.
Y van nuestros ojos
enterrándose debajo del asfalto
por donde una vez hubo tierras,
y crecieron los árboles,
y los animales salvajes
ululaban
mientras el hombre con hambre
preparaba sus primeras flechas.
De mi libro PORQUE EL TIEMPO NO TIENE SOMBRA
Premio Nal. de poesía Aquileo Echeverría, 2001
Editorial Costa Rica, segunda Edición 2004
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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