Por: Samuel Cavero Galimidi
¡Mi gran Amor!
Tú, Mi gran Amor, apretando tu Omamori, guardas la entrañable bandera nihonjin. Los gritos de mis niños que juegan al filo de las escaleras felizmente no te pusieron los nervios de punta, querida Hinako, como a mí. Yo hablo con mis hijos, les advierto del peligro de jugar cerca de una ventana o escaleras. ¡Qué ironía! Tu nombre japonés, como el mío, significa en español: “Niña de los días armoniosos”. Ambas nos llamamos Hinako. Adoramos los niños, pero estos hijos míos son imprudentes y nos ponen los nervios de punta. Sabes, a mí me hubiese gustado llamarme Fujiko, como mi madre.
Tu rostro siempre estuvo atento al otro lado del mar, mar metálico, mar inconmensurable, mar que aquí los lugareños llaman: Mar de Pisco.
Tú, Mi gran Amor, nunca dejaste de ser una mujer abnegada, como yo, como imagino serán mis hijos Toshi y Ariko, pues deseabas vivir con la calma del mar tu vejez. Viene a tu memoria (y a la mía) cómo llegaste al país. Te recuerdas en el Sakura Maru, ese vapor japonés, que había partido del puerto cercano a la prefectura de Yamagushi. Claro, te hace recordar, con entrañable afecto, nada menos que a tu padre Tasaburo Arima, rostro de media luna. “¿Cuéntanos, cómo era él? ¡Háblanos de tu viaje!” Él, con la exquisitez de sus sabios silencios, con tan solo mirarte a los ojos, nos contabas: te llenaba de tantos cuidados y ternura. ¡Eras su hija adorada! Como eran muy pobres, horas antes de partir tu padre te había mandado recortar totalmente el pelo y te había enseñado a impostar maneras rudas. Ya en el barco, Hinako, debías disimular que eras mujer, aparentar ser varón. Y claro, quienes viajaron contigo lo constituyeron 789 varones originarios de las prefecturas de Niigata, Yamaguchi, Okayama, Tokio e Ibaraki. También, nos contabas, viajaban 12 supervisores, que serían responsables de los inmigrantes japoneses en las haciendas costeñas peruanas. Después de 36 días finalmente arribaron el día 03 de abril al Callao, hace ya tantos años. Recordando aquél viaje te preguntabas: ¿Dónde podré conseguir la lista original de los demás pasajeros de la nave? Hay tantas cosas que la gente ignora.
Ahora, tiñéndome las canas, recordándote, recuerdo que a mi madre alguna vez le dijiste: “Si pudiera retroceder en el tiempo quizás pudiese algún día volver, volvería con ustedes, hijas, pero ya nada sería igual”. Nunca más podrías recobrar la vida de tu amado padre (en realidad padre y madre para ti) hace tantos años fallecido, tampoco mantener el rumbo de aquella familia que tuviste que dejar navegando, soñando arribar hacia una meta infinitamente lejana y sin embargo determinable: ¡El Perú!
Esa vez, Amor mío, como pasajera del Sakura Maru, te sentiste cual barquito perdido en el oleaje. ¿Recuerdas que, más de una vez, estuviste a punto de naufragar? ¡Ah! La tripulación, ante el crecido oleaje y las tormentas, nunca estuvo preocupada en arrojar al mar su preciosa carga de maletas y posesiones: un lastre que se abandona para salvar del hundimiento a la nave con sus pasajeros. Hubo entonces dentro de esos inefables recuerdos otras voces familiares (cada una con su propio drama) jalándote de los pies, apretando tu garganta con alas de murciélago, reclamándote desde su oscura soledad y agonía un gran abrazo, muchas caricias y un interminable beso.
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BUEN RELATO ROMÁNTICO CON ESE ESPECIAL TOQUE DE EXOTISMO.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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