El traspié
Estuve en el escenario de los hechos,
perdida toda esperanza;
aquí estoy de vuelta.
Ahora sé que existen senderos
que se bifurcan por sitios inauditos
Enrique Jaramillo Levi
Recuerdo a mi hijo bocacho, lo recuerdo muy bien. Aquella foto siempre me fascinó. Estaba tomada en primer plano, con esa risa de sol incandescente… Ojalá le hayan avisado. ¿Alguien le habrá hecho una llamada? La última vez no llegó sino hasta después. Quizás esta vez no demore tanto.
¿Está todo bien, cómo se siente? El médico asignado a su caso vendrá en un segundo (Le toman el pulso, la presión y verifican su temperatura; todo en medio de aquella sala de urgencias siempre abarrotada. Lleva tres días arrimado a una pared. Ocurre lo de siempre, no hay suficientes camas y lo dejan esperando en un pasillo hasta que desocupen una).
Ayer no vi al galeno. No alcanzo a recordar su rostro pero sí recuerdo que la última vez miraba un electrocardiograma y me dijo que necesitaba ponerme un Marcapasos. La verdad, me siento débil. Y resulta bastante incómodo estar en este sitio que transita tanta gente –accidentados, enfermos con crisis, gente impaciente que grita o clama por ayuda–, y para colmo, no saber qué va a ocurrir al fin conmigo.
Permanezco de costado y mirando la pared, no quiero que nadie me vea en esta situación, que algún amigo me reconozca o que me traten como a un menesteroso porque no lo soy, que bastantes cuotas de seguro social pagué toda mi vida. Simplemente, terminé en esta trampa de ignominia e insuficientes cuidados. Trato de alejar de mí los malos pensamientos, pero cuesta no repreguntarse qué ocurriría si me diera una crisis en medio de este sitio. Vaya usted a saber cómo terminaría todo. Por eso me concentro en la foto de mi hijo cuando chico, aquella cara contenta, aquella felicidad simple y sincera de verme, simplemente verme, mientras tomaba la foto.
–– Señor, ¿puedo ayudarlo? Muevo la cabeza diciendo que no. Éstos son los que detesto. Les entiendo, pero aumentan mi deshonra. Me creen abandonado a la suerte cuando no lo estoy, al menos no del todo. Se me acercan como moscas a la miel, todos preguntando si necesito algo, todos acompañantes de pacientes ambulatorios o accidentados, todos preguntándose después de una hora, ¿qué hará aquel individuo en esa camilla sin que nadie lo vea? Yo también haría lo que ellos, pero realmente me incomodan, voy a concentrarme otra vez en aquella risa de mi hijo, a ver si me ajeno de este nosocomio.
–– Estimado, despierte, vamos a prepararlo para el quirófano, ya le van a amputar la pierna.
–– ¿Qué pierna? El auxiliar mira mi cuadrícula y me pide excusas. ¡¿Yo llegué aquí en medio de un infarto y me van a causar otro?! Entiendo que me van a poner un Marcapasos. Eso me confirmó una enfermera que incluso advirtió que había que esperar, porque no había y los estaban comprando.
Mi hijo aún no está aquí, cuanta falta me hace, pero ya me consiguieron una cama en ortopedia, me dicen que en cardiología no hay. Con que El Marcapasos no llega, me tienen suave. Por lo menos me dan de comer los tres golpes y me chequean de cuando en cuando. Los compañeros de cuarto me prestan el periódico y yo lo ojeo por cortesía. Siento que la fragilidad me está minando y caigo dormido cada vez con más frecuencia. Ya estoy empezando a preocuparme, quince días es bastante tiempo. Si no me van a intervenir, que me digan cuando lo harán y yo regreso. He preguntado a una enfermera y sin voltear a verme sólo dijo que tenga paciencia. No, no los culpo: aquí, la tensión, el dolor y la falta de personal forman un almizcle que lo inunda todo. He vuelto a soñar con mi hijo, un familiar de otro paciente se comunicó con él, ya estará en camino. La debilidad que sufro me tiene preocupado, ojalá me intervengan pronto.
Bueno, les cuento que mañana entro al quirófano. Me hicieron los exámenes previos y, como siempre, el mutismo rodeaba todo lo que se refiere a mi suerte. Sin embargo, hubo una variante, me dijeron que me van a intervenir ¡Hasta que al fin, carajo! Esta sí fue una buena noticia, ¡voy a tener reloj nuevo!
He despertado en el cuarto de recobro. A mi lado, hay otro paciente. Debe estar aquí hace rato. No para de hablar. Me mira y dice: –El doctor lo vino a ver, dice que todo salió muy bien, que le pusieron el marcapasos y que la amputación de su pierna fue perfecta.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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