El CURANDERO
Guarda la hoja el secreto del sol. En sus venas corre la savia que cura una cosa y cura la otra. El que vive en la jungla lo sabe, se cura con ella. A fuerza de otros medios aprendió a develar los dones de la naturaleza.
-Por eso, hay quien clasifica y conoce el secreto que guardan cortezas, tallos, flores y raíces, tierras de sabana y de borde de río. Incluso, las hormigas y otros animales – vivos o muertos - que pueden salvar una vida o curar un dolor. Pero esa persona no es cualquier lugareño, el dedicado a esos menesteres suele ser el ungido del pueblo… el curandero.
-El siempre respondió al llamado, retornó de muy lejos, de allá donde la espesura no deja entrar los sonidos, donde la humedad dificulta la respiración y agota los sentidos, volvió de su permanente búsqueda y observación de la selva a causa de la epidemia. Habían caído muchos, retaron a la selva, la fueron diezmando para lograr comodidades y ahora, lloran a los muertos y le piden al curandero que detenga al implacable enemigo.
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-He luchado. Los dioses saben que he luchado. Pero mueren, son muchos los que han exhalado su última palabra entre mis brazos. La naturaleza se venga de los que fueron a cambiarla y la diezmaron. A enredar el paraíso piensa el curandero.
-Me duele por los niños, ya no queda ninguno, y sus madres se mueren no de fiebre, sino de congoja. Para ellas, no tengo nada que ofrecer: no se cura con hierbas la tristeza y menos si esta sazonada con la culpa.
-Ya son demasiadas lunas en esta lucha. Yo mismo he tomado mis brebajes a escondidas, ¿cómo puede enfermar el escogido? ¿Acaso estamos condenados todos o nuestra semilla está destinada poblará otra vez estos lugares, repitiéndose la historia de imprudencia e infortunio, en un ciclo que asemeja la danza eterna del sol y la luna?
-Mientras entierran lo que queda de esta tribu, se me acerca un viejo que ya casi vencido me reprocha: - Tú también caerás, ya perdimos el oasis, hoy he visto que lo trágico en la vida es el ineludible, el eterno cambio, no me mires así el cambio cobra siempre, ¿no lo sabías, acaso no lo sabes todo?.
-Miré sus ojos agotados y guardé silencio. Cómo puedo curar con los secretos de la selva, si es ella la que nos castiga. Usé todas las raíces que conozco, las hojas, emplastos, pociones y rezos extraviados desde el nacimiento del pueblo y nuestra simiente. Todo fue en vano. Siento cómo ríen las bestias carroñeras, sé que esperan impacientes en la espesura nuestro último respiro para hacer su festín terminal.
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-No me sorprende, me han dejado a un lado, caminando en filas y evitando mirarme, han tomado las canoas y se han ido rio abajo, a los aserraderos que tantos odiamos. Dicen que allí hay otro curandero más sabio que yo, que su ciencia es otra distinta y que los va a salvar, ojalá sea así, la selva a pesar de todos mis esfuerzos persiste en cobra una deuda que yo no puedo cancelar…
-Han vuelto casi todos, se ven mejor dentro de los evidentes estragos que les dejo el mal. Esta la noche la oscuridad será mi cómplice, iré rio abajo, no queda otra cosa… yo mismo estoy muriendo.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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