TIEMPO DE NAVIDAD
Hacía ya unos días que Juan se encontraba triste. No había una causa real, o al menos él no creía que existiera, pero la verdad es que su humor había desaparecido, deambulaba por la casa apático, sin terminar de concentrarse y, en su que hacer diario, su comportamiento abundaba en la misma dirección, Sus compañeros, sus amigos intentaban animarlo sin éxito
.-Que hay Juan ¿Cómo andas hoy?
.- Ya ves…- respondía Juan, y eso era todo lo que salía de su boca.
.-Ánimo hombre no puedes seguir así
Juan los miraba y callaba, tenían razón, se encontraba deprimido, quizás más de lo normal pero no lograba encontrar la causa. Quizás sería el otoño, ver cómo poco a poco la vegetación iba cambiando el color verde por ese otro tan característico amarillo –marrón precedente a la caída de las hojas desprendidas por el céfiro viento, claro que hojas ya quedaban pocas y hacía todo el frío del mundo.
Un día se fijó en unos operarios que estaban tirando cables de un extremo al otro de la avenida, y lo hacían en toda su longitud.
.- Deben estar de nuevo pensando en colocar tranvías- se dijo en un primer momento- pero no, no podía ser porque los tranvías necesitan de vías y por allí no había ni asomo de trabajos complementarios, y además, antes de colocar la catenaria, han de estar las vías puestas. Inmediatamente desecho la idea, como una más de esas que se producen cuando se va por la calle con la mente abierta aceptando todas las ideas locas que van surgiendo, pero sin prestarles una verdadera atención. Pero sí se removió algo dentro de él, muy despacito, sin llamar la atención, como ese primer movimiento de la nieve, imperceptible pero desestabilizador que da origen un tiempo indefinido posterior al terrible alud que arrasa lo que encuentra a su paso.
Había ido a comer a casa de los padres de Alicia, en la sobremesa, en un momento determinado Alicia comentó:
.- Pronto llegan las navidades, tendremos que pensar en la comida del día de Navidad
.- No me empieces a causar problemas –añadió su padre- empiezas ya a agobiarme y ni siquiera estamos en diciembre. Tú te ocuparás de ello.
.- Claro padre como siempre, además esta vez no será tan agobiante para ti porque no estarán algunos de los niños.- Y empezó a enumerar los numerosos hijos, nietos, biznietos… Pondremos la mesa como siempre … ¡Papá no pongas esa cara lo hacemos siempre y no podemos faltar a la tradición!
.- Hija somos ya muy mayores, no nos van estos líos, sólo queremos paz y tranquilidad… ¿Seremos veinte? ¡Qué barbaridad, en cuanto termine la comida, desaparezco en mi cuarto!...
El alud había comenzado. Poco a poco, la mente de Juan completó el puzzle que le aplastaba. No fue una luz que le dijera ¡Ya está! Eso es lo que te pasa, has encontrado la solución. No, fue algo mucho más sutil, fue un sentimiento que comenzó a crecer y crecer día tras día hasta explotar ¡NAVIDAD! Y supo que la pasaría con aquella familia, mientras que sus deseos serían otros muy diferentes. Sentía dolor y envidia. Dolor porque a él le estaba vedado pasarlo con su familia. ¡No tenía familia ¡ Una familia para él, era unos padres, hermanos, mujer, hijos… Pero sus padres habían muerto, sus hijos estaban diseminados por el mundo y era un divorciado más. No podía quejarse de la vida en general, vivía sin sobresaltos, rodeado de sus cosas, sintiendo desde la lejanía el cariño de sus hijos y en su proximidad el de Alicia, Pero era Navidad y la pasaría con ella, sus hijos, su familia… Si, estaría rodeado de afecto, pero él deseaba otra cosa.
Recordaba aquellas noches de antaño, hace muchos años, cuando se vestían todos de gala para sentarse a la mesa presidida por sus padres mientras comentaban entre ellos anécdotas acaecidas durante el año, o sobre los adornos de la ciudad, o sobre el estado de las carreteras que habían encontrado para llegar al lugar. Recordaba cómo montaban el Belén y el árbol de Papá Noel, todos juntos olvidando malos momentos y viviendo la atmósfera que se produce en esas fechas, sobre todo si hay niños… El año anterior, montó un gran árbol en medio del salón, lo decoró con bolas rojas y blancas, puso muchas luces y cintas de colores, pero en la casa sólo estaban él y el árbol, ahora estaba guardado en una gran caja en un armario junto con bolas y perifollos ¿Para qué? Para recordarle, que vive en una media soledad, y que en esas fechas, sus hijos y nietos no estarán con él, que estarán con sus nuevas familias o con sus íntimos, sin sentir el vacío de un ser querido en Navidad. Pensó desplazarse para ver a unos u otros, pero seguramente estropearía sus planes, sería un añadido entre suegros, consuegros, y resto de allegados, además si hubieran querido…. Y pensó egoístamente en una velada con sus hijos y nietos, todos juntos, abriendo regalos y disfrutando de esa noche mágica, cargada de recuerdos y emociones.
Veinticuatro de Diciembre, el día es frío, gris, hacia el medio día han empezado a caer ligeros copos blancos y ahora en la tarde-noche, iluminados por las farolas y las luces que adornan la ciudad, parecen más grandes. Los coches al circular, van dejando sus huellas marcadas, rompiendo la blancura del pequeño manto que las cubre. Dentro de unos momentos, tiene que marchar hacia la casa de Alicia. Mira la casa sin ningún adorno que indique las fechas que son. Se está poniendo el abrigo cuando escucha el ring-ring del teléfono.
.-¡Vaya, será Alicia para decirme que lleve algún encargo de última hora! Piensa mientras descuelga
.-¿Si?...¡Hola hijo!...¿Como estáis?... ¿Y los niños?...Bien, bien… Si ahora voy a su casa… Todo bien… Un beso muy fuerte…¡Feliz Navidad!. Siente un nudo en la garganta que controla con dificultad, cuelga el teléfono, se dirige hacia la puerta, abre, mira un segundo hacia el interior, como dejando algo de él, y mientras cierra, siente que de nuevo le nace la ilusión por la vida, preparándose para pasar otra feliz Navidad
Rafael Serrano Ruiz
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