EL BUEN TRATO ES EL ANDAMIO DE LA CONCORDIA...

[ALBERTO O. CABREDO ECHEVERRIA]

PANCHITO

 

¿Quién es el responsable de esta afrenta?
¿Quién debe ser perdonado?
¡Más le vale a la vida su coartada!
¿Acaso valen las excusas, los remordimientos?
¿Cómo fue que no escuchamos el silbato, llovió acaso?

 

Héctor Miguel Collado

 

 

El funeral fue concurridísimo y el calor causaba mella en todos los asistentes. Estábamos en ese periodo de cambio de estación en que la humedad recrudece y hace del traje de calle una tortura china.

 

Aquella mañana, Panchito daba el feliz día a todo el mundo. No había un alma en la oficina a la que no felicitara, no en vano decía que era el Día del Trabajo. Reparé sin embargo en su ínfimo salario y en que para colmo, el solito limpiaba los tres pisos de la empresa. Realmente, siempre opiné que era un hombre explotado a causa de su ignorancia. A veces, el Panchito era un poco necio. En su afán de complacer interrumpía diálogos o irrumpía inoportunamente en cualquier despacho. El nuevo gerente no le guardaba ninguna simpatía, ninguna. Siempre pensé que aquello obedecía a su falta de conocimiento  del hombre de nuestra campiña, que es dado al saludo frecuente y la sana broma. Era evidente que lo rehuía sin cortesía alguna y claro, eso incitaba a Panchito a buscarle conversación, saludarle, brindarse solícito para cualquier cosa, lo que enardecía aún más la inquina que le tenía el gerente.

Como les contaba, aquel día el Panchito era un dechado de monadas. Feliz día del trabajo, feliz día del trabajo, feliz día del trabajo era su santo y seña. Hubo quien incluso bromeo a su costa diciendo que en su caso debía andar acongojado, que como andaba en eso, si llevaba más tiempo que nadie en esas oficinas y jamás le habían aumentado el sueldo, ni reconocido vacaciones y que para colmo le pagaban en un sobrecito porque ni contrato tenía. Sobra decir que muchos reían cruelmente de aquello. Pero bien me dijo alguna vez Panchito, que allá en el campo uno no devolvía los ladridos a los perros, sino pedradas.

En la fecha del fatídico accidente, justo entrando el gerente a la oficina se le va encima Panchito y lo recibe con un feliz día jefecito. El hombre se le quedó mirando y por primera vez le dirigió la palabra: - Cual feliz día, acaso tú tienes algo que andar celebrando pendejo, ¡vaya a trabajar antes de que lo bote¡

Panchito lo miró muy fijo, asintió con la cabeza y dio media vuelta. Poco después ocurrió el accidente. El señor gerente bajo apurado al segundo piso y resbaló en las escaleras golpeándose la cabeza. Corrimos con el hombre al hospital, pero en el cuarto de urgencia nos confirmaron lo que ya temíamos, estaba muerto.

Resultará increíble, pero el Panchito estuvo todo el sepelio haciendo guardia de honor al ataúd, aquello me pareció un inaudito, todos éramos testigos de lo mal que le trataba el difunto, pensé que lo mejor que podía hacer era decirle que se quitase de allí, pero no fue necesario, un familiar del fallecido lacró el maltrato que recibía a diario pidiéndole que se retirara del sitio.

Cuando salía de la iglesia, me lo topé en la puerta y no pude frenar una ironía, le espeté que no sabía que apreciara tanto al muerto, él me respondió de inmediato en voz baja y con una sonrisa que me heló la sangre:

- Esas escaleras son muy peligrosas, fijese usted que el pobre siempre bajaba de prisa, y yo las enceraba mucho, pero mucho mucho….

[ALBERTO O. CABREDO ECHEVERRIA]

GRACIAS ESTIMADO AMIGO ROBERT ALLEN

[Robert Allen Goodrich Valderrama]

Que irónico tu cuento mi estimado amigo... Excelente me gustó!!!

Abrazos!

Robert