-----------------------------------------------------------------------------
[escrito en Septiembre de 1983 y corregido en Julio del 2016]
Una noche, en que escombraba, o desempolvaba mi closet,. Una de tantas noches aquí en mi alcoba; me exaltó ver un objeto o no alcanzaba a divisarlo bien… pero sí: ¡qué veo!
Ah, cuántos recuerdos me trajo esa reliquia –era un Cristo- triste, roto y olvidado entre tantos objetos de poca importancia. Éste colmado de polvo por el tiempo ahí en el rincón de mi armario. Cuántas cosas podría evocar de aquellos años de mi infancia; ese pendía de la pared; a lo alto de la cabecera de aquél tálamo, de mis primeros años de los que yo puedo recordar. Para él fueron mis devotas oraciones las que aprendí al lado de mi Madre, repetidas indudablemente con mucha seriedad. Pero esa noche, la interrogante me devastó y sólo alcance a expresar sin titubeos: Señor como fui capaz de dejarte aquí, cómo cualquier cosa a ti, mi Señor. ¿Cómo te pude olvidar?
Entonces unas cuántas lágrimas no se hicieron esperar, quizás provocadas por la emoción o la vergüenza de haberte olvidado entre objetos de poca importancia a ti…¡A ti mi Señor! Pero tu voz, podría jurar que fue tu voz la que irrumpió en mí:
----------------------¿¡Qué has dicho!?
Te incomoda y te contrista una imagen, entre objetos que dejaste en el olvido. ¡Insensato…! No miras acaso, o no comprendes, más que el dolor de una cosa insensible, que el sentimiento ahogado en tu corazón –él me olvido- y por ende me niegas a diario a través del pecado. ¿Qué tiempo te das para visitarme? ¿Dime…?
Pero sí te da temor una imagen deteriorada; ¿acaso el alma no suele corromperse? Y en un rincón de ella estaré esperando que me encuentres.
…No sé. Es posible que aquella voz de momento enmudeciera, retorné de súbito a mi realidad y, miré fijamente aquél rincón donde estaba “el Cristo” lo divisé con el rostro triste y con el dorso de mi mano limpiaba mis lágrimas; ya que él imploraba un poco de afecto, que le negué por tanto tiempo, el mismo que no le di, mientras estuvo arrinconado en aquella caja entre las cosas olvidadas, como un objeto más. Pero de nuevo me colmé de dudas, ¿seré yo culpable de su tristeza? Pero otra vez aquella voz me invadió como un reproche:
¡NO…! Ya deja de juzgar a esa imagen ¡mira primero la espiga en tu ojo! Veme bien, ¡mírame!, ¿qué crees que cause mi dolor? Lo ves, ahora lo entiendes o, no alcanzas a comprender cuál es la causa de mi sufrir… recuerda que yo soy la persona que le negaste un mendrugo de pan, aquella te solicitó misericordia y no se la diste, otra caridad y la ignoraste de igual modo no le acercaste un vaso de agua a aquél hermano tuyo que tenía sed. O no visitaste algún enfermo, ya fuera tu familiar o amigo, ¿¡no verdad!? Mucho menos pudiste perdonar algún injurió, 7 veces 7 como ya lo explayé en una parábola. Y todavía tienes el descaro de preguntar: ¿seré yo culpable de su tristeza?
Mi tristeza es motivada por el dolor de mis hijos, que son tu prójimo. Y también me aflige el ver que viven en conflicto. No me digas más, sé que lo intuyes. Sin embargo el verdadero abandono está en tu corazón, no en el escondrijo donde me encontraste.
Cerré mis ojos y tomé aquél Cristo y…
II
me quedé impactado de nuevo, me conmovió y surgió una pregunta más: ¿Quién ha despojado un miembro de tu cuerpo? Cómo fui capaz de desampararte así (incompleto) Fue quizás un descuido de mi parte, por mi corta edad supongo. Te faltaba tu brazo derecho; mi Señor estás hecho un andrajo. Sería absurdo preguntar ¿por qué has perdido tu brazo derecho? Más bien ¿cómo te abandoné en ese estado? No alcanzo a vislumbrar tampoco quien lo desclavo y, no sólo de la cruz arrancarlo de tu cuerpo. Por qué…
Ahora qué te inquieta hijo mío. Ahora su voz era suave ¿te preocupa la perdida de mi brazo? No vez acaso que todos los heroísmos parten de un brazo fuerte. ¿Y no soy yo un heroísmo? ¡Vencí a la muerte!...¿Quieres saber dónde está ese brazo? Fue por tus enemigos para encararlos contigo y perdones sus ofensas o ellos disculpen las tuyas; fue por los más necesitados para que los abrigues, les des de comer y de beber. Por los enfermos para que los acompañes y les des una esperanza de vida. No obstante aquél silencio que englobaba de nuevo en mi habitación me hizo fijar más mi vista en aquél Cristo, a medio desclavado había un miembro más roto, uno más que me dejó sin habla.
III
Su mano izquierda es posible que aún este clavada en aquella Cruz de madera. Sin el brazo, desgajado. Ahí seguía en esa Cruz y, ya no supe qué preguntar. Sin embargo pareciese que en mi interior aquella voz, de Jesús seguía indagando mis cuestiones y mis dudas:
¡Ah! Eres muy necio, cuando la fe es tan pequeña, hasta una insignificante astilla en el dedo duele. No te conduelas por ver separado mi mano de mi cuerpo: los yerros mundanas me lastiman más, sobre todo que tú escogiste un sendero sencillo, sin turbulencias y ese no es el camino para llegar a mí. ¿Qué prefieres? Perder una mano o que se te niegue la entrada al reino de los cielos. Es tu decisión como lo fue cuando me abandonaste en ese rincón de tu guardarropa.
Es verdad. Le respondí, te olvidé y ahora te encuentro hecho una piltrafa Señor mío. Es por ello quizás que pregunté de tu mano izquierda, esa mano que te falta, lo mismo que tu cruz. Pero me estaría toda la noche entre preguntas, con divagantes respuestas que tú esclareces. Vivo en un capuz desde entonces, causante de aquella noche que te hallé, en esas desoladas condiciones, sin dos miembros de tu cuerpo (tu brazo derecho y tu mano izquierda) Y lo más inadvertido, dónde está la cruz. Este último acontecimiento debería de alegrarme, pues se apacigua tu sufrimiento y mi congoja al no verte clavado en esa cruz
…debería reprenderte hijo mío. Y sí con severidad te lo voy a expresar: Sí estoy sin la cruz, ese pesado madero que me acompañó hasta el calvario, donde me crucificaron y, esa alegría supuesta tan tuya olvídala. Quien quiera andar conmigo que cargue su Cruz y me siga.
IV
En estos momentos, de meditación, de un lloro interno, repetiría las últimas palabras que dijiste, angustiado antes de morir, ¡Padre mío! Por qué me has abandonado.
Pero con qué derecho me llaga esa reflexión. Si yo te abandoné, estropeado dejándote entre objetos ya fragmentados. Tú podrías haberme hecho la misma pregunta Señor:
¡Hijo mío! Por qué me has abandonado.
<>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
Sergio Jacobo “elpoetairreverente”
POETA MEXICANO
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
########
© 2025 Creada por MilagrosHdzChiliberti-PresidSVAI. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL