La conocí una mañana soleada del mes de Julio. El color de sus cabellos y la luz del sol me deslumbraban por completo. Junto a ella pasaba muy rápido el tiempo. Demasiado rápido.
No podía olvidar fácilmente el brillo de sus ojos, su intensa mirada reflejada en el mar, sus labios de caramelo. Ni tampoco podía olvidar su habla tímida, sus gestos, su risa. Esa risa que pintaba de alegría las tardes de verano. Ella, de mirada esmeralda y cabello caoba, de modestia implacable y sencillez destacada.
Ella. Era ella la que me había cautivado por completo. No sabía muy bien como explicar lo que sentía en aquellos momentos. Era indescriptible. Aún recuerdo como se enfrentaba ella sola a la soledad. Lo poco que le importaban los murmullos, las gentes que a ninguno de los dos nos interesaban. Esa forma de mostrar indiferencia que tanto le caracterizaba. Esa simpatía disfrazada de todo lo contrario. Su sutileza. Lo directa que era. Quizás fue de eso de lo que me enamoré. De su voz muda. De sus risas. De sus llantos.
Cuando las olas llegaban a la orilla, ella reía. Cuando contemplábamos juntos el atardecer, cuando la tenía a mi lado, la amé. Lo hubiese dado todo en aquel entonces para que esos momentos fuesen eternos. Por tenerla más tiempo entre mis brazos. Por coger su delicada mano y correr juntos por la playa, otra vez. Me acuerdo cuando ella deseaba que todo fuera peculiar. A nuestra manera. Porque éramos dos extraños, que por casualidades de la vida, nos habíamos encontrado esa mañana de Agosto en aquella playa. Porque éramos dos almas solitarias, con un destino en común, con dos caminos que se cruzaron en el mar cristalino.
Aquellos momentos fueron de los más especiales que había vivido. Sin embargo,, sólo me queda recordarlos, pues ya no la tengo entre mis brazos, ni tampoco tengo su mirada esmeralda reflejada en el mar, ni sus risas, ni sus llantos. Hace mucho que todo pasó, y que volvimos a tomar caminos diferentes en los que ya no estábamos los dos. Caminos en los que nos acompañaban otros. Caminos que un día se cruzaron en la orilla del viejo mar, y que espero que algún día se puedan volver a rencontrar.
¿Acaso te crees que no recuerdo todo lo que hemos vivido? A pesar de que hayan pasado tantos años, a pesar de la distancia, a pesar de la pérdida de contacto... A pesar de todo, no olvido. Nunca lo olvidaré. Has marcado mi existencia. ¿Acaso te crees que no recuerdo nuestro particular mundo? ¿Nuestras palabras inventadas? ¿Nuestras risas y enfados? Jamás, jamás podría olvidarlos.
¿Acaso te crees que no recuerdo todo sobre ti? Recuerdo perfectamente todas tus palabras, tu forma de ser, tu interior. ¿Acaso te crees que no recuerdo...? Que no recuerdo las mañanas, las tardes, las noches que pasábamos juntos. ¿Acaso te crees que no recuerdo cuando nos peleábamos tanto? Nuestros enfados no duraban más de un día, pero, qué sufrimiento ese día sin tenerte a mi lado. ¿Acaso te crees que no recuerdo la canción que tanto me recuerda a ti? La que estoy escuchando ahora mismo. La que me entristece y a la vez me alegra. ¿Acaso te crees que no recuerdo...? ¿Acaso te crees que no te recuerdo?
Horlin Alberto Doubront Armas
Caracas Venezuela.-
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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