La importancia de la cuerda

[Ricardo Arregui Gnatiuk]

   Otra vez Don Roque estaba en el almacén de Ramos Generales del Turco Abdala.

   Como ya hemos visto en anteriores relatos, el espacio de ese comercio destinado al expendio de bebidas espirituosas, era uno de los escenarios predilectos de nuestro personaje cuentero  exagerado, que no sentía asco ni pudor alguno para soltar ante la ocasional audiencia, una o varias de sus hiperbólicas historias.

   Así fue que en esta ocasión dijo:

                                                             Hoy, Domingo de Pascua, hace 10 años que cruzando el sendero que va para mi casa, por atrás del Convento de las Monjas y en dirección al Arroyo San Agustín, una noche escura como boca e´ lobo, en una tironiada juerte a las riendas diun malacara redomón quera medio duro e jeta, se me cayó al suelo un relós a cuerda desos “Longines” con cadenita patarlos al cinto, que sabían venir antes. Y yo lo llevaba en el bolsillito chico del chaleco, pero miolvidé de atar la cadenita al cinto. De seguro jué por eso que se me cayó cuando tironié al mancarrón.

   Como estaba tan escuro no pude ver ande cayó mi relós. Así que al otro día, me encomendé a Dios Nuestro Señor y a todos los Santos, porque era muy valioso para mí el “Longines”. Me luabía regalau Don Hipólito en el Comité, aquella vez que les conté que me regalaron la famosa argolla de mi torzal, ésa que era hecha de la fundición diuna campana de bronce y jué a parar a la Plaza de Mayo cuando se cortó la yapa. ¿Se acuerdan?

   Me juí temprano, busqué por donde creía que se miabía cáido el aparato, revolví con el talero todo el churcal, pero no lo encontré. Y mire que no paré dende el alba al anochecer.

    A lo último me cansé y medio desilusionáu con Nuestro Señor y con los Santos, me juí pá las casas y lo dí por perdido. Hasta que la semana pasada, 10 años después, me dijo Doña Margarita que le rezara a San Antonio, quera el Santo Abogau de las cosas perdidas.     Esta vuelta no recé, porque pensé que no es cuestión de andar pagando al pedo por adelantáu. Eso sí, le prometí a San Antonio que si encontraba mi relos, liba rezar 500 Padrenuestros en agradecimiento. Y cada vez que pasaba por el sendero, en la zona ande había perdido el relós, miraba medio de soslayo hasta que el viernes a media mañana, me pareció ver el reflejo como diun vidrio. Paré al malacara que yastá mansito, eché pié a tierra. ¡Y cosa de no crer, vea! En un caminito de las hormigas, esas que les dicen podadoras, estaba el “Longines” con las dos tapas puestas, que de seguramente eso jue lo que lo salvó de lintemperie. Y fíjense lo que pasó. La perillita de la cuerda estaba justo cáida al centro del caminito de las hormigas. Se ve que al pasar de guelta pal hormiguero con las hojitas que llevaban, le daban cuerda a mi relós. Así que cuando lo alcé y le corrí la tapa para ver la hora, eran justo las 10, la misma hora que marcaba el relos de la Capilla de las Monjas.

   Pa mí que jué un milagro. Porque era justo Viernes 13 que es cuando este Santo hace milagros. Miren: Acá está el longines. Como la perillita de la cuerda no está gastada, he pensáu en llevarlo al caminito de las podadoras una vez cada 24 horas pa que le den cuerda. Y de paso aprovecho y le voy rezando los Padrenuestros a San Antonio, que ya llevo… mmmm… saque la cuenta… desde el viernes, a razón de uno por día, serían Viernes, Sábado y hoy Domingo… Eehhh… 3 serían, si no me fallan las matemáticas…

   ¡Qué vamuacé! Es lo que hay…             

Ricardo Arregui Gnatiuk