Del hospital se han salido

dos bichos por la ventana,

son: las bacterias peludas,

que a cualquier persona ataca.

Las han sacado muy temprano

de la barriga de una gran dama,

que preñada, ya las traía,

desde cerca de su casa.

Se han montado en dos muletas

y van camino de la umbría;

pues dicen, que desde allí:

a todo el mundo vigilan.

Tienen las caras blancas

y se cubren con sombrillas,

pues las…

¿Por qué crece la amapola

en los rincones más silvestres:

es la luz de la Luna,

que a sus simientes llama,

o será, que busca el refugio

de las rocas, para huir

de los dientes de los animales?.

Algunas cerrajas del Matacallar,

les habrán echado algún mal,

para poder verlas:

rojas –candentes-.

Se ponen a gravitar,

como si fueran -en un tío vivo-

y, no confunden sus colores,

ni su forma de…

Sigue la vida

poniendo sonrisas

en cada amanecer;

pero hay quienes:

no llegan a darse cuenta,

de lo fácil que es, ser feliz

-en este mundo de engaños-:

si te sabes conservar en tu matriz

y, no exponerte a los desengaños,

que otros fabricaran por ti.

Es, la avaricia de unos pocos,

la que llega a herir

y, a fomentar esta vida de locos.

Mantente fiel, a ti mismo;

no te dejes influir,

porque…

Pasajero de un mundo de recuerdos soy;

voy llegando a la meta de mi destino.

Los inviernos en la costa me han vencido;

pero mientras pueda:

pienso, que siempre llegará la primavera

y tengo, por obligación sublime,

que subirme a su estela.

El once de marzo pasó,

con su carro de fiebre inundado

y, por poco, me coge a mí:

aquella masacre del diablo,

que la fiebre islamista nos mandó,

con tan manifiesta…

Tanto fumé en el pasado,

que mi salud se resiente;

la E.P.O.C. me ha llegado

(enfermedad pulmonar

obstructiva crónica),

que me llevará por delante;

por ser muy obstinado y torpe.

No dejé de fumar,

cuando era muy importante:

nunca me faltó: los ideales,

los peninsulares, los caldos de gallina,

los bisontes y hasta las hojas de higuera,

las lié cuando era joven.

Llegaron las picaduras,

y los…

En mi pueblo hay dos calles,

que llevan al cementerio;

una es la calle que Sube

y la otra –ya tú lo sabes-

es: la calle que Baja.

Yo me llevo bien con las dos,

por lo que pueda pasar;

pero ninguna de ellas:

querrá dar, algo de lo que tiene;

aunque poco les puede sobrar.

A ambas las une la calle Zacatín,

que hace ser sus perpendiculares

y por las que suelen pasar

todas las cajas de muertos,

que…

LA LUZ A MI ATARDECER…

Hoy me cruce con ella,

iba mirando en el rastro,

los objetos que se exponen

en los puestos de segunda mano.

No pude volver a atrás,

para seguirla y ver,

si le podría cuadrar:

mi compañía y vejez.

A la salida –del recinto- ocupé

una mesa en la terraza

de la cafetería de Miguel

y, esperé, por saber:

si ella volvería,

al terminar su recorrido.

Tres tubos de…

¿Cuántas veces te soñé?

y otras tantas te perdí:

arañándome las entrañas,

sin que tú lo pudieses sentir.

Solo quise ver tu luz,

para iluminar mi alma;

pero tú con tu desdén,

no me dejaste vivir.

Se ocasionó la penumbra,

como el limbo del bebé,

que no levantó el vuelo

o no quiso nacer.

¡Anímate mujer!

pues has de ponerte en suerte

y verás, lo lindo que es:

amarse en libertad

y lo…

Eres como el peso de la losa,

que me comprime:

me estás causando un gran martirio:

con los baches de mi camino,

que además:

la hacen temblar,

como unas gachas caldosas

-a los golpes que pueda recibir-

 mientras se hacen -en su lebrillo-.

Más yo sé cargar mis amortiguadores,

que he perfeccionado:

 con los baches de la vida;

aunque, las sobrecargas y los pesares,

 nunca favorecen a las miofibrillas del…

La tarde partió con dos nubes del cielo

y fue mi perdición;

pues se llevó: hasta mi propia esquina,

donde hacíamos el amor

-siempre y a escondidas-.

Ahora estoy como loco,

que hubiera perdido la vida –con ello-.

Te quiero ¡vida mía!

y ahora, no sé qué hacer:

para eludir a tu tía;

pues es la que más vigila,

sobre tus idas y venidas.

Ya no dejo de pensar,

en buscar otros sitios,

donde nos podamos…

Estoy notando los cascos

 de mil caballos –sin frenos-,

que no dejan de galopar;

casi todos son de pelo blanco,

como una nube otoñal.

Son atraídos por tus encantos,

y, me quieren pisotear;

la vida se me ha quebrado,

tan pronto como te vi.

Me he metido en una jaula

para librarme de ellos;

porque sé que tú te irás,

para dejarme aquí.

(Para cuando tú no estés)

 me devoraran los…

Esa Luna de papel

a la que has robado su brillo,

cada noche se pasea al anochecer;

porque quiere contarme su historia:

que es otra de la que tú me dices;

pues no te quiere perdonar,

el que, tú la hayas deslucido,

-ante los demás-.

Ahora nadie la quiere,

pues va por el mundo sola.

Acude a mi corazón

-por las fuerzas,

que en ti tiene-:

para que yo influya en ti

y, le devuelvas su…

La noche de los insectos

-la recuerdo todavía-

las chinches pululaban

-en sus carreras-

por las patas de la cama.

Subían hasta el cabecero

y se deslizaban en tropel,

como en una pista de nieve,

hasta la propia almohada.

En Nador yo me encontraba,

cuando me sorprendió la Luna,

que entraba a raudales,

por aquella angosta ventana.

¡Gritaré a los siete vientos!,

el panorama que vi:

era un…

¡Cómo se pasó el tiempo!:

cuatro años o algo más;

pero quiso el destino,

que yo te volviese a encontrar.

Nuevamente bajé del pueblo

a ver la Semana Santa

-en la propia capital-

pues la de Málaga, es:

la más bonita de todas,

que te puedas encontrar

buscando en la cristiandad.

Yendo por la calle Larios,

-buscando-; distraído y mirando

a todas las flores bonitas,

-a diestra y siniestra-

-con…

A la salida del cine Albéniz,

yo todavía estaba allí

y en la espera muy feliz;

fue su llegada mi brisa

y quien marcó mi porvenir.

Mientras más yo le hablaba:

más callada: ella estaba;

así volvimos otra vez

a la calle Mariblanca.

Y fue Rosi –la que dijo-:

ahora nos quedamos aquí

en casa de Mari Luz:

a pasar el resto de la tarde,

hasta que vengan nuestros padres

a recogernos, para llevarnos a…

Yo paseé una tarde:

clavando te ti la mirada,

-fue aquella tarde de abril-,

mientras tú paseabas,

en la tarde de un domingo,

por nuestra querida Málaga.

Ibas muy bien acompañada

 -de tu hermana Rosi-,

camino de la calle Mariblanca

y yo me acerqué a ti,

-retando a mi templanza.

Cuando pude reunir:

las fuerzas que me faltaban:

 todo empezó a fluir

para enamorar a mi alma.

Fue el hechizo de…

El potro en la llanura

y el fuego en su candela.

Hoy navegan por mis surcos:

las llamas de varias velas,

que traspasan sus pabilos,

porque se han vuelto discretas.

Conscientes de sus destinos,

ellas saben, que les esperan:

están, enjaulando sus pasados,

antes de enterrarse en tierra,

donde todas acabarán,

-si el tiempo- no lo remedia.

¡No puedo seguir así!,

se decía entre dientes

-el jorobado…