FIESTA DE TRAJE
El abuelo estaba solo, muy solo. Siempre me tocaba llevarle los macarrones del domingo y darle lata con mi charla. Se notaba su soledad y nuestra ausencia, pero se negaba sin tregua a dejar la casa donde vivió gran parte de su vida.
Aquel día, caía un palo de agua, el techo de mi carro retumbaba y la lluvia - con ese desorden tan suyo - saltaba en la acera, el césped y en la gente que corría a guarecerse. Parecía una enorme y translúcida cortina que lo envolvía todo. Así que se salvó el abuelo, tendría que quedarme bueeen rato en su casa. Le pedí el teléfono y anuncié que demoraría un poco.
Mientras servía el almuerzo, me preguntó qué pensaba hacer aquel domingo, le contesté que iba a una fiesta de cumpleaños en una discoteca. Le pareció muy impersonal y se preguntó en voz alta, qué se habían hecho las fiestas de barrio.
Para darle un estribo, pregunté cómo eran esas fiestas y, acomodándose en la silla del comedor, comenzó de inmediato a bosquejarme sus recuerdos.
Me dijo entusiasta: - No soy tan viejo sabes, yo también solía “discotequear”. Recuerdo que la música era como un lienzo que justificaba el mundo al que entrabas cuando cruzabas aquellas puertas. Lo divertido era ser parte del show, levantarse una chiquilla o quedarse en el bar, tomarse unos buenos traguitos siguiendo el bailoteo y claro, hacerse el interesante. Viéndolo en perspectiva, debo admitir que después de un tiempo se vuelve un hábito, ya no es una fiesta, sino una excusa para escapar de la rutina.
- Ahora, si comparo, conocí fiestas mejores, mucho menos lujosas y rebuscadas, allí nadie se aburría. Primero, porque todos se conocían bien y, segundo, porque el conocerse aglutinaba mejor a todo el mundo.
Continuó diciendo: - Te vas a reír, pero esas fiestas se hacían en los patios de viejas casas de alquiler, allá en los barrios. Todavía deben existir esas rumbas, bueenas las condenadas. Estuve en ellas desde muy chico, allá en el mismo suburbio donde creció tu padre. Era una comunidad bastante unida. Si bien había uno que otro rencor, en aquella colmena la sangre nunca llegó al río. ¿Sabes por qué? Porque era sangre buena, buenísima…
Y agregó que por aquella época, todo lo alegraba la algarabía de los niños, el olor penetrante de cocinas generosas y el arcoíris de la ropa colgada sin tapujos y que armaba una maraña que luchaba con la lluvia impertinente. En aquel tiempo, no había grandes robos, balaceras orquestadas, secuestros, ¡esas vainas no existían! Un festejo podía causarlo por ejemplo - hizo un gesto, como rebuscando en el pasado -, ¡ya se!, un aniversario de bodas o un cumpleaños. Su organización implicaba una laboriosa tarea de comadres, era lo que en la barriada se conocía como: “fiesta de traje”. O sea, tú traes la ensalada de papas, tú el arroz con pollo, tú la yuca con mojo de ajo, y aquéllos el licor, las sodas y el hielo. En una especie de cooperativa de jolgorio, quedaba armada cualquier celebración.
Me miró de reojo mientras agregaba: - Por aquellos días, era costumbre empezar las fiestas a las ocho de la noche, no a las diez u once de la noche. Retiraban los carros del patio y, en mi barrio, el Chachi cumplía con instalar el único “tocadiscos” capaz de hacer vibrar lo suficiente aquel sitio.
Como una confidencia afirmó que Doña Ignacia sabía muchos secretos:
- Amarraba un pañuelo a la pata de una mesa y metía un cuchillo en un vaso de agua, dizque para que no lloviera. No te rías, no te rías, te advierto, podía lloviznar, pero lo que se dice llover, no llovía.
Aquellas noches, me dijo, se bebía con largueza y el sancocho llenaba con su aroma todo el edificio. La música movía los esqueletos y se cantaba a coro. Eso sí, no faltaba una que otra discusión, hay que admitirlo. Incluso, un chiste descolgado, el apretoncito de siempre a la del cuarto siete - que en mala hora pillaba el marido-, una esposa pasadita de cervezas que recordaba algún reclamo o un vecino travieso que se quitaba hasta la camiseta. Así eran las fiestas de barrio, rumbosas y campechanas. Duraban hasta que se anunciaba el sol con la campana Santanera, y era usual que en las mañanas, los vasos y botellas rodaran en desorden por el patio y claro, que todos maldijeran a los chicos que jugaban y gritaban, sin importarles ni un poquito las cabezas que retumbaban con los pelotazos.
- Bueno, ya escampa (dijo medio tristón), supongo que tienes que irte, la verdad, no te imagino en una de esas rumbas. Dile a tu madre que la botó con estos macarrones y que no te consienta tanto. Venga un buen abrazo…
Etiquetas:
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
########
© 2024 Creada por MilagrosHdzChiliberti-PresidSVAI. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio