Juan era un joven provinciano que había venido desde su ciudad natal Copiapó a la capital. Siendo su meta trabajar y estudiar. Por la noche asistía al Instituto Superior Comercial que se ubicaba en la calle Miraflores al llegar a la Avenida La Alameda.
Durante el día laboraba en una oficina contable, como ayudante. Absorbido en una montaña de recibos, facturas y papeles. Que ordenaba cronológicamente y que luego pasaba a los libros diarios de los clientes. Una radio rompía la monotonía y se escuchaba cantar a "Los Ángeles Negros":
“Amor adiós, no se pude continuar
ya la magia terminó
ahora tengo que marchar..."
Vivía en una pensión ubicada en la calle Catedral al llegar a la Avenida Cumming. La casona antigua, tenia tres plantas, con balcones, donde caían enredaderas y flores de la época. Una mampara de vidrio, gastada por el paso del tiempo era la entrada. Al cruzar la puerta, se encontraba una escalera de madera, que al subir por ella crujía y rechinaba cómo efecto de una película de terror. En la misma casa vivía Ramiro. Un joven que estudiaba ingeniería en la Universidad de Chile. Oriundo de la provincia de Aysen, hijo de colonos alemanes. Los que construyeron su hogar y trabajaron la tierra, en una de las cientos de islas australes. Al sur del Golfo de Corcovado.
Por ser provincianos, habían trabado amistad desde el primer día en que Juan llegó desde las salitreras nortinas a la metrópoli. Ramiro conocía Santiago como la palma de su mano, era un noctámbulo empedernido, fue su guía y consejero.
Ese día sábado ambos amigos caminaban por la calle Bandera y antes de llegar a la Estación Mapocho. Ramiro le invitó a comer unas longanizas de Temuco, acompañado de una jarra de vino añejo de Curacaví.
El local se llamaba "La Piojera". Era un galpón largo. Con una docena de tinajas de madera, aceituneras y viñeras. Un mostrador raído y gastado por los años. Lleno de rasguños, cortes con cuchillos y cortaplumas, donde escribieron nombres, dedicatorias y corazones atravesados por flechas.
El mesonero que atendía, era un hombre gordote con cara bonachona, de bigote blanco, largo y caído. Tenía un cigarrillo pegado a los labios, que no soltaba mientras hablaba. Repartía las jarras de chicha y vino a una muy concurrida clientela.
Los asiduos parroquianos eran: hombres de negocios, políticos, artistas, mujeres audaces, jóvenes estudiantes del Bellas Artes y cargadores del mercado que todos llamaban simplemente, "La Vega". La charla era animada, risueña, otra acalorada, sobre todo cuando se hablaba de fútbol y política.
Ramiro pidió sendos sanchich de pan francés con longaniza y una jarra de vino añejo. Al beber, Juan saboreó el bouquet. Le recordó el vino pipeño de las "viñas de Jotabeche”, cerca de Tierra Amarilla ubicadas en el valle de Copiapó.
Ya estaban en la segunda jarra cuando aparece una mujer joven muy buena moza. Vestía un traje floreado muy pegado a su cuerpo. Rubia, de ojos claros y la boca muy pintada de color carmesí.
Ramiro le golpeó con el codo, diciéndole:
-¡Mira! -Allí viene mi amiga... ¡La rubia Mirella!-¿Que hembra no?-
Juan, carraspeó y vio a la joven mecerse como una barca por el río, al caminar. Los hombres silbaron y sus ojos escudriñaron el escote y la cola-Unos hermosos senos parecían reventar el corpiño.
"La rubia Mirella"- había venido del Sur.Vivió con su familia en un fundo allá por Curicó. Siendo agraciada y con un cuerpo muy desarrollado para su edad. El hijo del patrón no perdió tiempo. Con regalitos y palabras endulzadas. Una tarde cerca del potrero, la tiró sobre el sembradío de trigo. Rasgó su velo, ese ansiando tesoro, haciéndola mujer. Ella tenía 16 años. La pobre se embarazó los futres al enterarse de la nueva, los echaron de la hacienda. Cuentan los medieros que después, también el patrón, probada esa ternura por la noche. La doña le curaba, diciendo que su esposo era sonámbulo al sentirlo llegar frío por la madrugada al lecho. La joven perdió al bebe antes de nacer, al caerse cuando acarreaba agua. Con apenas dos maletas desvalijadas y un baúl. Tomaron un día el tren que venia de Puerto Montt a la capital. En la ciudad instalaron cerca del mercado al costado del río Mapocho, la venta de ropa usada. La joven cumplido los 18 años, trabajó de copetinera en un salón del barrio Matadero. De allí saltó a un teatro de revistas en la calle Franklin, donde acudían los trabajadores de las industrias textiles y metalúrgicas de San Miguel, La Cisterna y Cerrillos. Aprendió a bailar, cantar un poco y sacarse la ropa. Tuvo dos hombres, a quienes botó por ser demasiados celosos y le cafichaban. De allí pasó a la carpa de Videla Carballo, un actor, escritor y amante del teatro de revistas. Con la compañía viajó a lo largo y ancho del norte y del Sur del país. Llegó a ser la estrella, al actuar en obras dramáticas, costumbristas y de romances. Las que fascinaban a la gente de los centros mineros y los pueblitos ubicados en polvorientos caminos.
Y así fue, que una noche, luego de trabajar en el teatro "Picaresque", salió la Rubia Mirella y sus compañeros a celebrar una exitosa revista estrenada. Llegando al "Black and White", donde conoció a Ramiro que solitario bebía un shop de cerveza.
El bar típico inglés se ubicada en la calle Merced, frente al cine México, muy cerca de la Plaza de Armas. Ella era cliente asidua. hasta allí venían los turcos a buscarla. Comentaban: ¡Es experta en el arte de hacer el amor!- Y ésta, se hacia pagar muy bien.
Se acercó, caminando como una gata en celo, balanceando sus sensuales caderas. Su perfume penetrante dejaba tras sí, ocultando el pesado ambiente con olor a cigarrillos, hábanos y vinagre.
Ramiro, se pega al oído de Juan y le susurra:
-¡Dicen que está más corrida!-que la carretera a Viña del Mar por la cuesta “La Barriga”-
El amigo sonrió incómodo.
-¿Cómo estas mijito lindo?-le pregunta ella, a Ramiro-dándole un sonoro beso en la boca.
Juan, rió y le acercó un vaso de vino blanco.
-¡Y tú¡ -negrito rico-¿Eres amigo de este?-. Insinúa, abrazando a su amigo.
Juan, mirando a Ramiro, responde:
-Sí-vivimos en la misma pensión-
-"Rubia"-¿qué quieres comer?-pregunta Ramiro
La joven bebiéndose de un solo trago el vaso de vino, agrega:
-¡Cómo sea su cariño-mijito!-exclama.
Ramiro, pide un pernil de chancho acompañado con papas cocidas de Chiloé. Luego comen, beben y cuentan chistes colorados, para hacer entremesa.
Al cabo de unas horas, abandonan "La Piojera" y se van en busca de un hotel parejero. A la vuelta habían varios. Todos con nombres sugestivos. Hasta que ella, dice conocer al que estaba próximo a la esquina.
Instalados en el cuarto, "La Rubia Mirella", se desnuda sin pudor. Siendo una excelente anfitriona no pierde tiempo para compartirse entre ambos amigos al mismo tiempo.
Por la noche el trío , camina en dirección al "Black and White", "El Rincón de la Bohemia Santiaguina", rezaba un letrero pintado. Sobre una madera color caoba,
Colgado de una gruesa cuerda a una barra saliente de la puerta. Ubicaron una mesa que dominaba toda la pista y el pequeño escenario. Entre los conocidos clientes, estaba don Pablo Neruda, bailando un tango arrabalero. El bate era un experto en sacar a relucir los complicados pasos. En otra mesa compartían el pintor Pacheco Altamirano, el payador Negro Parra, el poeta Pablo de Rocka aplaudía frenéticamente. En un rincón Pepo, dibujaba en un papel acompañado de Lugoze y Thelmo Lobos, dibujantes de tiras cómicas con tintes de erotismo. El turco Tarud se ubicaba en el otro extremo del mesón junto a José Tohá y parecían arreglar el mundo acompañados de unos jóvenes dirigentes de la Fech (Federación de Estudiantes de Chile). En otra mesa fumando un hábano, el diputado Alejandro Noemí, acompañado de don Alberto Callejas, conocido como "el rey del oro”. Quien bebía "agua mineral" y explicaba a unos gringos, futuros inversionistas, la rentabilidad en la explotación de cobre y oro en las provincias de Petorca y Atacama.
Ramiro, Juan y "La Rubia Mirelle", pidieron una botella de coñac.
Subió al escenario una joven, que el maestro de ceremonias la presentó como la revelación de San Felipe... Palmenia Pizarro, quien se largó cantando el vals:
"Del cerro Los Placeres, me pasé al Barón
Valparaíso de mi amor".....
"La Rubia Mirella", bailó con Juan esta se pegó como una lapa de mar a su cuerpo. El joven se ruborizó, sintió sus mejillas arder. La joven le susurró:
-No sea tontito mi negro-aprete no más-... más... -¡con toda confianza!-
El resto de los parroquianos, vivía su propio mundo. Ella agrega:
-Sabes, el coñac me ha calentado. ¿Y a tí?-
"Que te quiero. Sabrás que te quiero…
Se dejaba escuchar un bolero-Cantaba Rosamel Araya, entre el ruido de vasos. El golpear de las piezas de dominó sobre las mesas y los cachos dar contra el mesón del bar. El sonido de los dados rodar. Donde un grupo de empleados público jugaba.
-¡A mí me ha dado un escalofrió!-murmura Juan
La Rubia Mirella, bajando sus manos, agarra los huevos del joven y pregunta:
-¿Y como esta mi papito?- -¡listito para otro rico entierro!-
Juan, mira en rededor. Ramiro fumaba rabiosamente, tamborillando con las manos la mesa. Al verlos, levanta el dedo en señal de aceptación. Luego abandonaron el lugar.
Era ya más de la una de la mañana, cuando atravesaron la Plaza de Armas. Bajaron por la calle Catedral en dirección a la pensión. Allí, Juan le sacó los zapatos de altos tacos a "La Rubia Mirella". Subieron la escalera, en puntillas y muy sigilosos. Ramiro se despidió para entrar a su cuarto. Juan llevó a la joven a su habitación que daba hacia la calle. Por la ventana se colaban reflejos de un letrero luminoso anunciando "RCA Radio-TV".
La joven se desnudó completamente. Los colores de las luces se pintaron en su cuerpo. Luego se montó sobre Juan, y le hizo conocer lo mejor del Kama-Sutra.
Las horas pasaron rápidamente. Sonaron las campanas de la Catedral anunciando las cuatro de la mañana. "La Rubia Mirella", cubrió el cuerpo desnudo de Juan. Le besó suavemente en la mejilla. Salió y tratando de no hacer ruido, entró en el cuarto de Ramiro.
Durante la semana, entre el trabajo y el instituto, pasó una semana y otras. Juan, esquivó la calle donde estaba el bar "Black ad White". Pero una noche, se asomó por el local. Allí estaba "La rubia
Mirella", bailando con el judío dueño de la joyería “París” que estaba en la calle Estado. Este le tenía agarrada fuertemente por la cintura. Ella le acariciaba su calva cabeza.
Ramiro apareció, había tenido reunión en la universidad. Al ver el cuadro, le sopla al oído:
-¡Vamos a dormir Juan!- Ella vive la noche- es muy viva- le sacará plata al judío. Lo va a emborrachar y lo dejará en su cuarto.
- Y así, silbando por la calle, bajaron a la pensión. Mientras caminaban, pasaron algunos trolebuses noctámbulos. Unos trabajadores municipales limpiaban la Plaza de Armas. El reloj de la catedral marcó las 2 de la mañana.
- -¿Y de qué trató tu reunión?- pregunta Juan, subiéndose las solapas del saco. Pues corría un viento frío que venía desde la cordillera.
-¡Ah!-, Sabes… Está naciendo un nuevo partido político. Hay muchos estudiantes, intectuales metidos, profesores y trabajadores. La sigla-¡MIR!-o sea, te traduzco: “Movimiento de Izquierda Revolucionario”- contestó Ramiro.
- -¿Cuál será su filosofía?-
- -¡Mira!, hay muchos sectores que no comulgan mucho con los actuales partidos políticos…-
- -Después te cuento más… ¡Apuremos el paso!—Si no mañana nos vamos a dormir.
Llegó la primavera. Ambos amigos, estaban ya en exámenes. Juan deliraba: “El debe”, “el haber”, “los asientos contables”…etc., tenía una psicosis. Estudiaba y terminaba durmiéndose sobre la cama. El jueves logró dar la prueba. Salió todo bien. Le había robado muchas horas al sueño. Pero había valido la pena. Su amigo, estaba sumergido en las cifras de “Cálculo II” y “Trigonometría”, material que le causaban “migraña” y esto le hacía poner de mal humor.
- Un viernes fueron al correo a recoger su giro para Ramiro. La oficina principal estaba frente de la Plaza de Armas. Luego fueron a almorzar a un restaurante en el Portal Fernández Concha. Durmieron la siesta en los bancos del parque Forestal, mirando en dirección al río Mapocho.
Una vez en pie. Caminaron por el pasto. Entraron al museo Bellas Artes. Recorrieron las galerías de pintura. En el hall central, estaba un cuadro original de Roberto Matta. En otra sala, copias de obras pintadas por: Toulouse-Lautrec “El Moulín Rouge”, Manet: “ El Almuerzo campestre”, Renoir : “Le moulín de la galette”, Gauguin: “Mujeres tahítianas” y el artista favorito de Juan, Vicent Van Goth: “Los girasoles”. Admiraron las marinas únicas de Pacheco Altamirano, esos colores rojos fuertes y el negro marcando el perfil de lanchas y lanchones de Angelmó, contra un atardecer agónico.
A la salida tomaron "el lonche" en un local de la calle Esmeralda. Entraron a un cine rotativo en la calle 21 de Mayo, proyectaban una película de James Dean,"Al Este del Paraíso", luego vino una de Jeanne Moreau,"Los Amantes". Allí durmieron un poco. Cuando salieron a la calle. Era de noche. Se miraron, sonrieron y caminaron en dirección al bar "Black and White".
Eran las 21 horas. En una mesa Ricardo García y Raúl Matas, conocidos discjockey entablaban una amena charla con un grupo de cantantes, ídolos de las calcetíneras, estaban: "El Pollo Fuentes", Bubby Richard, Fresia Soto y Scottie Scoth. El tema era el lío de los jóvenes en la semana hippie del Arrayán. Consumo de marihuana y mucho amor libre. La prensa colocó la noticia en primera plana-¡Los hijitos de papá del Barrio Alto, haciendo cosas de los rotos!. Sus madres sufrieron un infarto que les hizo caer el rosario a causa del escándalo.
Juan había pedido unos perniles de chancho y una jarra de vino de Parral.Un buen tinto para la carne. Hasta que aparece la rubia Mirella, Llegó acompañada de una jovencita, que se parecía a la Brigitte Bardot, en sus primeras películas. Un cuerpo muy bien moldeado, rubia de ojos azules.
Aire ingenuo, de labios sensuales y tenia un lunar en la mejilla.
Esa noche la orquesta tocaba un bolero mambo”: Cerezos en Flor". Había en el grupo dos músicos negros. Integrantes de una orquesta de jazz americana. Que había venido en gira a América Latina y ellos decidieron quedarse. Se habían enamorada de las noches bohemias de la capital santiaguina.
Juan bailó todo el tiempo con Brigitte, que en verdad así se llamaba la chica. Tenía 19 años. Había llegado desde Puerto Montt. Era hija natural de un ovejero ruso y una chilota, pescadora de cholgas.
Mientras se desplazaban por la pista, hizo su entrada el actor Alejandro Flores que triunfaba en el teatro con obras de Shakespeare. Junto con él venía una caravana de actores. Así fue que esa noche, el viejo bar inglés vivió una de sus mejores galas. Pues el insigne actor, subió al proscenio y declamó:
"Quiero escribir los versos más triste esta noche.....
escribir por ejemplo la noche esta estrellada
y tiritan azules los astros a lo lejos..."
Brigitte, rodeó con sus brazos a Juan, y pegó su cabeza en su hombro. El local irrumpió en aplausos al término de la actuación del actor. Subió por un costado del escenario, don Pablo Neruda que le ofreció un vaso de vino tinto. Luego le dijo:
"Be or not To Be
That is the question"
Aplausos a raudales. Entonces la orquesta arrancó con un rock lento, titulado:
"El amor es algo esplendoroso".
La Rubia Mirella", bailaba con Ramiro. Juan, férreamente agarrado de Brigitte. Después vino un foxtro, que decía:
"En Mejillones yo tuve un amor
Que no lo puedo encontrar"...
Amanecía, cuando los cuatro amigos caminaban por el sendero empedrado que
subía al cerro Santa Lucia. Llegaron a la terraza y sentados admiraron el despertar suave y somnoliento de la ciudad. Los edificios se abrían entre la bruma. Todo el ambiente era una sinfonía melodiosa por el canto de las avecillas. Brigitte se acurrucó junto a Juan en un banco de madera. Más allá hacia lo mismo "La rubia Mirella" y Ramiro. Cansados, sin darse cuenta todos se durmieron. Despertaron de un salto al estruendo del cañonazo de las doce, que desde el mismo cerro un empleado municipal era el encargado de encender la mecha. Una costumbre colonial que se había arraigado. Las palomas en bandadas levantaron vuelo y circundaron los edificios aledaños.
Abandonaron el lugar. Subieron a un trolebús que pasaba por la avenida La Alameda. Mas tarde bajaron en la Quinta Normal. Buscaron un restaurante para almorzar. Luego caminaron por los alrededores. Visitaron el museo de la Aviación. Allí estaba el avión bautizado como: "Marutara", que hizo el primer viaje del continente a Isla de Pascua por el piloto Parragué. Admiraron los animales desecados en el Museo de Ciencias Naturales. Más allá corría el trencito repleto de niños. Esquivando los macizos eucaliptos y pinos que estaban esparcidos por el predio.
En una plazoleta, ubicada al centro del parque, se juntaba la gente a ver a los viboreros. Un organillero tocaba ese antiguo tema: "Jambalaya", y un joven con su bombo y chinchín bailaba. Sobre el instrumento, se destacaba la jaula de los loritos de la suerte y el monito que saltaba inquieto comiendo maní. Una pareja de niños vestidos de payasos, pasaba el sombrerito al público pidiendo algunas monedas a cambio del espectáculo.
Se tomaron fotos, en esas máquinas de cajón, teniendo como fondo la laguna, donde surcaban botes pintados de vistosos colores. Seguidos de cisnes de cuello negro, gansos y patos.
Más allá, había un salón construido de madera. Pintado con rostros de artistas de cine, vaqueros, Gansters y vampiresas. Dibujos animados, junto a Pluto y Mickey, se destacaba Condorito bailando con Yayita.
Entraron al local. Un conjunto tocaba un cha-cha-chá. Se ubicaron en una mesa donde pidieron cerveza para beber. Luego tocaron el "Mambo Nº 5". Ambos amigos salieron a la pista. Y otras parejas les imitaron. Cuando llegaron las sombras de la noche y se encendieron las luces de colores y los letreros luminosos. Tomaron un taxi en dirección a la Plaza de Armas. Entraron a una fuente de soda, tomaron café y charlaron animosamente. El reloj de la pared marcó las 20:30 hrs. se levantaron, pagaron la cuenta y salieron abrazados. Caminaron a través de la Galería Matte admirando los escaparates vistosamente decorados. Subieron por Huérfanos, era la calle de los cines. Miraron las carteleras. Cerca estaba el teatro "Bim-Bam-Bum". Compraron entradas y se instalaron en el balcón a ver el espectáculo.
Las cortinas rojas del pequeño escenario se levantaron y apareció el maestro de ceremonias anunciando:
"La Compañía de variedades "Bim-Bam-Bum", les da la cordial bienvenida, agradeciéndoles su gentil asistencia. Tenemos lo mejor de la noche santiaguina. Para abrir el espectáculo. El cuerpo de baile, presenta: " Una noche en el Caribe".
Aparecieron unas cuantas bailarinas, apenas vestidas con mallas, repletas de lentejuelas. Ataviadas con plumas de colores vistosos. Sus pasos eran algo tosco y las chicas algo entraditas en carne. Del fondo del telón, hace su entrada la estrella, "Barbarella". Una gaucha alta, de linda figura, con botas plateadas. Bailaba excelentemente bien, sensual y provocativa. Luego tres jóvenes bailarines le acompañaron en la coreografía.
Llegado el intermedio, bajaron al bar del teatro. Allí bebieron unos tragos de martines con
aceitunas...
-Mijito, esto es "Martine on the Clock"-le aclaró "La Rubia Mirella" a Juan-
Llegó "Barbarella" acompañada de Madga, otra bailarina, morena de ojos claros. Tenía una fina cintura y escultural figura. Se saludaron y brindaron. Las mujeres se conocían y habían también trabajado en el "Picaresque". Acordando encontrarse a la salida.
Comenzó el espectáculo. Una excelente parodia cómica. Donde se destacaba Nino Valdez, otro hombre de revistas que había recorría las provincias con su teatro móvil. Hasta que finalmente vino el plato fuerte.
"Señoras... y señores. Se tiene el gusto de presentarles. Directamente desde Paris-La France-ella o él -Actúa en los mejores clubes nocturnos de Mónaco y Niza. La única y fabulosa: "Cochinella".
Hizo su aparición una rubia teñida. Con un traje negro pegado al cuerpo. De esos que solía usar Betty Davis. La bailarina francesa había sido hombre. Se hizo una intervención quirúrgica para cambiar de sexo. Sus hombros y sus manos escondidas en largos guantes de terciopelo la delataban. El rostro cubierto con una gruesa capa de maquillaje. Tan blanca era su cara que parecía una máscara del Carnaval de Venecia.
El o Ella, cantó en francés y algunas palabras en un español chapurreado:
“Le petite feur", luego siguió con "Pigalle". Unos contoneos por aquí otros por allá. Y se despidió.
A la salida del teatro de revistas. Los seis amigos, fueron a un hotel que estaba en el segundo piso del pasaje del cine Nilo y Mayo. Un largo pasillo, una fila de cuartos cuyas puertas se habría hacia fuera. Ramiro con la Rubia Mirella en uno y Juan y Brigitte en el cuarto contiguo. Barbarella había llevado a Magda muy apretada y de rato en rato se besaban. Entraron en el último cuarto al final del pasillo.
A la luz de los letreros luminosos y teniendo de fondo el sonido del tráfico de la calle. Juan comenzó a desnudar lentamente a la joven. Su cuerpo blanco como la leche brilló en las penumbras. Su piel se erizó al sentir los labios ardientes recorrer desde el cuello hasta más allá del ombligo. Los pezones se abrieron como fruta madura. Ella lo aprisionó entre sus piernas. Tomaron un ritmo suave, luego una loca carrera. De ambos escaparon gruñidos y aullidos hasta caer en el letargo de la muerte pequeña.
Mientras que la rubia Mirella emborrachada por Ramiro, de dulces sensaciones, empujaba, meciéndose cual frágil hoja. Hasta lograr sentir en su interior brotar el caliente néctar del amor. Se estrecharon como flor de loto hasta alcanzar un nuevo clímax.
Magda, experta sacerdotisa, llevó a Barbarella, a navegar en un mar de fuego y rosas. Sintieron sus extrañas arder y la sangre hervir... Ambas mujeres sintieron una descarga electrizante de placer, al llegar al ocaso del éxtasis. Se derrumbaron como marionetas, unidas en un nudo de piernas y brazos, hasta que el cansancio les venció.
Al día siguiente, era domingo. Caminaron al Mercado Central, donde saborearon las exquisitas almejas, picorocos y locos con salsa verde.
-¡Venga aquí casero!... “aquí el buen ceviche y mejor caldillo para ponerse duro... y aguantar”-vociferaban los puesteros.
Pasado el medio día se despidieron. Barbarella y Magda. Ellas tomaron un taxi. Juan y Ramiro
acompañaron a la Rubia Mirella y Brigitte a su departamento. Mas tarde, subieron a un bus que los llevó a la pensión.
Llegó el mes de diciembre. Habían transcurrido cinco años, que les pareció ayer. Ramiro se recibió de ingeniero civil y Juan terminó su carrera de contabilidad. Al final, como era rutina partieron a celebrar al rincón de la bohemia santiaguina, el "Black and White"-Bailaron sin parar: tangos, swing, rock, boleros, mambos y cha-cha-chá. Juan miró cada rincón, presentía que sería la última noche de bohemia. Los rostros de la misma gente, actores, actrices, bailarines, gays, lesbianas, pintores, poetas y escritores.
Toda la gama de la sociedad capitalina se había reunido. Tal vez, por ser fin de año. Barbarella y Magda, bailaban muy acarameladas. La Rubia Mirella y Brigitte, estaban muy mareadas por lo que ambos amigos optaron por llevarlas a su departamento ubicado en la calle Loreto, cerca del cerro San Cristóbal.
El día martes, Juan acompañó a Ramiro a la Estación Central. Este tomaría el tren expreso a Puerto Montes. Desde allí a Ancud y en un lanchón chilote, hasta la isla donde vivían sus padres. Antes se abrazaron emocionados. El tren partió y a lo lejos veía la cabeza de su amigo, saludándole asomado por la ventanilla, hasta que se perdió en la distancia. Volvió a la residencial. Cuando entraba la empleada le pasó un sobre que le había llegado:
Miró el rótulo y decía: Embajada de Canadá. Lo abrió y había una carta donde se le insinuaba a pasar por la dependencia del consulado a recoger su visa.
Esa noche en el departamento de Barbarella y Magda, el joven hizo el amor con ambas mujeres, quienes eran un demonio de lujuria. Amanecía y parecía que nunca llegaría a satisfacerlas. Magda, sacó del velador un sobrecito, metió el dedo y lo sacó con un polvillo blanco. Lo colocó en las fosas nasales de Juan.Y este pareció nacer de nuevo.
El sábado por la noche, tomó el vuelo de Canadian Air, rumbo a Montreal. Miró a través
de la ventanilla, allí en la terraza del edificio de la terminal aérea, estaban Barbarella y Magda, levantando sus manos en señal de despedida. Sonrió y vio como las luces de colores de Santiago se alejaban. Cerró los ojos y trató de dormir.
Pasaron los años, hasta que le tocó volver a Santiago. Las empresas canadienses estaban invirtiendo en el país. Los ejecutivos resolvieron enviarlo a realizar inspecciones a las faenas mineras de oro, ubicadas en La Serena y Antofagasta. Su visita ocuparía algunos días. Por lo que aprovechó para redescubrir la ciudad.
La primera noche en Santiago: recorrió el cerro Santa Lucia, la Alameda, el parque Forestal y partió en busca del "Black and White". El edificio fue reconstruido. Volvió a ser la casa histórica, del primer patriota don Mateo Toro y Zambrano. El "Bim-Bam-Bum", era ahora un multicine-La bohemia había muerto. La gente se había acostumbrado a recogerse temprano a casa. Por las calles y avenidas circulaban vehículos militares constantemente. Hasta le parecía que la gente había perdido la chispa alegre que siempre les caracterizó.
Se sintió extranjero en su propio país, incluso había perdido el acento. Sus pasos le llevaron a la calle Independencia. Buscó el barrio bravo que lleva al cabaret de "La Carlina". Cruzó unas callejuelas hasta dar con un night club alumbrado solamente con luces rojas "Night Club Miami" leyó. Cansado de caminar, entró. Buscó una mesa y pidió un whisky. El local a media luz, lleno de penumbras y chillonas luces. Unas chicas demasiados jóvenes se acercaron a ofrecerle compañía y masajes. Juan, las despachó suavemente, pagándoles un trago a cada una. El ambiente era un típico cuadro de Monparnesse de Toulouse Lautrec.
En el escenario un dúo de guitarristas acompañaba a una agraciada joven que cantaba con voz suave y melodiosa:
"Y todo A media Luz
a media luz los dos..."
Terminado su número. Arranca escasos aplausos. Para dar paso a una mujer con antifaz bailando una danza típica árabe. Lentamente se va arrancado los velos. Cae su corpiño, y su cuerpo que tal vez antes fue esbelto. Ahora mostraba el paso de los años, con sus senos caídos. Un reflector le enfoca y se mostró tal cual una Venus... de Botero.
Se quitó el antifaz: ...¡era Brigitte!.
A Madga y Barbarella, las reinas de una bohemia santiaguina que nunca más volvió.
Amir Ibn Tawfik
Santos,Brasil, diciembre 1984
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Comentario
Amir, te has paseado por la vida bohemia de Juan y Ramiro, con una gran narrativa, larga pero muy ilustrativa de las zonas, los lugares. Siempre tuve suspenso, no sé por qué? pensé les podía ocurrir alguna trajedia, pero no fue así, vivieron su vida de estudiantes como se acostumbraba para la época, y disfrutaron como nunca. Luego la partida y al final el regreso de Juan a su patria pasados los años...
Muy bueno en realidad
Te felicito, porque a pesar de ser un relato largo, nunca decae, mantienes al lector expectante.
Un abrazo amigo.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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