Vicente Antonio Vásquez Bonilla
En la época en que los hechizos florecían y estaban al alcance de seres egoístas y envidiosos, era habitual que algún príncipe fuera convertido en sapo y que éste, en ese degradante estado, pasara buena parte de su vida a la espera del beso de una agraciada dama que lo volviera a su condición inicial.
También había damas, ajenas a la realeza, que soñaban con unir su vida a la de algún príncipe y vivir felices para siempre. Pero la condición social de éstas no les permitía entrar en contacto con los príncipes y así realizar sus sueños. Una de estas damitas era Camila, quien solía leer cuentos y fábulas en donde se daban estos milagrosos encuentros. Convencida de que la única oportunidad que tendría para contraer nupcias con un apuesto príncipe era la de encontrar a uno de ellos, desde luego, convertido en sapo.
Localizar al batracio premiado, era como sacarse la lotería, pero con fe se dio a la tarea de besar a cuanto sapo encontraba en su camino. Es cierto que al principio sintió repugnancia, pero uno se acostumbra a todo.
Un día de tantos, la tenaz besadora de anfibios, encontró debajo de un puente a un grupo de sapos y entre ellos, uno que captó su atención, le pareció hermoso y dándole vuelo a la imaginación se dijo: éste puede ser mi Carlos. Lo tomó con delicadeza, acercó la generosa boca del batracio a la suya, lo besó y un milagroso destello ilumino el espacio circundante. Desde esa fecha, con la bella dama convertida en sapo, son la pareja más feliz de los estanques.
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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