PRESENTACIÓN DE LIBRO
En primer lugar, quiero agradecer la oportunidad que se me brinda de participar en la presentación de la obra Crónicas cotidianas e insólitas (Antología de cuentos y relatos breves) de Alberto Cabredo teniendo como entorno la IX Feria Internacional del Libro de Panamá, hecho que me trae a colación una frase de ese genial argentino que fue Jorge Luis Borges: “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”.
Decía Stendhal, el insigne novelista francés, que la prosa es un espejo que ponemos en el camino, el cual reproduce la realidad. En el caso de la obra de Cabredo, se trata sí, de un espejo, pero de un espejo crítico y, a ratos, peleado a muerte con sus reflejos.
Tal como lo anticipa su nombre, el libro consta de historias realistas y fantásticas. Entre las realistas podemos mencionar Fiestas de traje, Dengue, El encuentro, Dancing solo, El curandero, Piso 12 y El soldado niño, las que patentizan que la tradición y la realidad son el yacimiento del que nacen estos textos.
A su vez, los elementos fantásticos del libro se nutren de las diversas fuentes del género, caso de El relato original, La mudanza, Delete fatal, No podía ser y La Infección noticiosa. Son notorias sus alusiones a la parafernalia mediática de nuestra época, repleta de deshumanización y cosificación. En La infección noticiosa nos encontramos con la típica historia de aire gótico que, a la usanza del tercer milenio, tanto recuerda los entramados de Facebook, Tuitter y las revelaciones de Julian Assange, Bradley Manning y Edward Snowden, ciudadanos del mundo acusados de traición a los poderes omnipotentes del Estado. Veamos de qué hablo, a través de La infección noticiosa:
“Clemente salió desolado del consultorio. Sobre la mesa de la recepción había un periódico y cometió el error de ojearlo, su titular decía: ¡Se acaba el mundo! El griterío que se armó fue tan grande que el psicólogo salió a ver qué ocurría. En el centro del recibidor, Clemente estaba recogiendo un brazo del piso.”
Ahora, ambas categorías de historias, dígase realistas y fantásticas, de manera transversal, están acribilladas por elementos míticos o cómicos. Dentro de los primeros, en La ollita de café, es sobrecogedor cómo una historia de aparente intrascendencia rural, proyecta la fuerza épica de un hecho histórico singular. Sin decirlo, aunque alude a Victoriano Lorenzo, una figura rutilante aunque ignorada por la historiografía aristocrática nacional, el escrito alcanza ribetes de pujante universalidad. Lo que decía Martí de la cultura: Que las ramas y hojas sean del mundo, pero que el tronco sea nacional. Veamos de qué hablo:
“Un día salí al patio a echar maíz a las gallinas y allí lo vi, detrás de la cerca. Su estampa lo dijo todo. Habían llegado y revisaban el área. Me miró un instante y espoleó el caballo. Al rato, tocaron la puerta. Un cholo bien plantado y armado con una pistola me miró y al ver mi barriga dijo con cierta sorna: - ¿Qué pasa en este pueblo, una mujer preñada es la única que se atreve a recibirme?
Permaneció en el portal y, sin ningún aspaviento, más bien con aire de gente buena, me preguntó si podía darle un café, porque tenía un par de días sin comer. Yo solo tenía dos mazorcas cocidas y una ollita con café, así que le ofrecí todo. Se acuclilló en el portal y, al terminar, me llamó y me dio las gracias, diciendo: - Esa barriga es de hombrecito.
La verdad, hasta bien me cayó aquel hombre.
La bisabuela terminó el cuento y todos guardamos silencio un instante. Sin duda, el velo de la historia nos había rozado.”
Respecto a la veta cómica, son dos ejemplos vívidos, El traspié y Piso 12, narraciones que potencian situaciones terribles de la cotidianidad nacional, como son la violencia doméstica y las calamidades nada infrecuentes que carcomen la salud pública nacional y de otras latitudes. Esta aproximación, sin dejar de pisarle los talones al mundo real, se decanta por el humor para construir su literariedad. Eso sí, no se trata de reportajes ni de bitácoras, sino de un ejercicio creativo pletórico de amor por la vida. Los gritos y sangre en estos relatos, como en una sala de parto, paradojalmente, son signos vitales de buena salud. Examinemos el final del cuento El traspié:
“He despertado en el cuarto de recobro. A mi lado, hay otro paciente. Debe estar aquí hace rato. No para de hablar. Me mira y dice: - El doctor lo vino a ver, dice que todo salió muy bien, que le pusieron un marcapasos y que le amputación de su pierna fue perfecta”. (Como a lo mejor no han leído el cuento, les señalo que el traspié consistió en que un paciente ingresó al hospital para que le instalaran un marcapasos e, insólitamente, además del marcapasos, le practicaron la amputación de una pierna).
¿Dónde está el humor en este cuento? Se preguntarán algunos. La historia nos remite al absurdo del que se alimenta el Existencialismo. Al modo del cine de la crueldad de Alfred Hitchcock, alguien que sabía que en la condición humana se puede extraer moralejas hasta de la barbarie y el desvarío, nos muestra un lado extraviado de la cotidianidad. Lo que queda es apretar los dientes y, renglón seguido, ayudar a redireccionar el curso de los tiempos.
La antología de Cabredo, a su vez, nos retrotrae a episodios humanos que hacen parte del tapiz de la vida diaria. Como ocurre con el cuento Los visitantes, en el cual una familia se ve conmocionada por una petición de mano. El desasosiego que embarga a los parientes de una chica en edad casadera por el origen humilde y escasez de medios del pretendiente, está expuesto con una apabullante efectividad. Es difícil no experimentar vergüenza ajena ante tan patético drama unifamiliar. A ratos nos hace pensar en el lapidario inicio de Anna Karenina, la inmortal novela de León Tolstoi: “Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera". O tal vez, deberíamos recordar la famosa frase del archifamoso comediante Groucho Marx: “Hay muchas cosas en la vida más importantes que el dinero. ¡Pero cuestan tanto!”
En el microcosmos de esta antología sobresale por su borde erótico, nada común en la obra de Cabredo, el cuento intitulado El encuentro, el cual detalla un incidente de autobús (lo más seguro de Diablo Rojo). Todo se reduce a la atracción que despierta en un pasajero una llamativa damita, atracción que se ve reforzada por el contacto de una pierna del hombre con una de la chica, quien en ningún momento interrumpe el acercamiento. Es perturbadora esta clandestina orgía. Sin embargo, la misma no facilita que el torturado pasajero aborde a la desconocida. Todo lo contario, es tal el bloqueo que no intercambia palabra alguna con la misma. Al final, cuando trata de hacerle llegar un mensaje en un papel que le tira por la ventana, descorazonado, advierte que la nínfula –una suerte de Lolita de Vladimir Nabokov-, no muestra mayor interés por esa timorata salida. En pocas líneas, el cuento nos convierte en voyeristas y nos hace respirar las feromonas liberadas por los protagonistas de este lance, advertir la crujiente pasión desatada entre ellos, pero también el abúlico desenlace. El hombre no para de maldecir su timidez, su descomunal cobardía. Eso sí, persiste en su piel el recuerdo físico de la pantorrilla de la mujer. ¡Toda una oda a la cobardía de un Don Juan de pacotilla! Ahora, ¿quién no ha vivido una experiencia similar? ¿Quién no ha dejado pasar una oportunidad de cualquier tipo que después se le antoja un espejismo que se le escabulle entre los dedos? Veamos el desenlace de este cuento:
“Una parada y luego otra, las piernas siempre juntas, calientitos los bordes que se rozan. Al fin me volteo decidido en el mismo instante en que ella grita: “Parada”. Al levantarse me mira con evidente enojo. Yo me paralizo, la veo caminar hacia afuera y, luego, por la acera, balanceando su delgada cintura con aquellos brillantes zapatitos. El bus hace su gutural ronquido, anuncia que va en primera. Me apresuro y lanzo un papel con mi nombre y teléfono, lo mira salir por la ventana y hace un mohín con la boca. No lo recoge…”
La antología de Cabredo, igualmente, se muestra influida por los dilemas del drama nacional, un imperativo de la literatura panameña de toda la era republicana. Los relatos Cuando llovieron las balas y La noche que voló Juanita, testimonian ese interés por tomar partido en la disputa por la nación que se libra en territorio istmeño. El 9 de enero de 1964 y la acción interventora del 20 de diciembre de 1989, respectivamente, son abordados de modo original por ambas piezas.
Sobra decir que la antología está compuesta por relatos que han sido construidos con lucidez y acierto literario. Su minimalismo estructural es prueba fehaciente de buen hacer creativo.
Finalmente, haciendo mía la frase del ya citado Jorge Luis Borges, de que uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído, les exhorto a leer el libro Crónicas cotidianas e insólitas de Alberto Cabredo y a disfrutar su ingeniosa profusión de logros.
Muchas gracias por su atención.
Comentario
GRACIAS MIL POETISA, SALUDOS CORDIALES
MUCHAS GRACIAS POETISA AMIGA ROSEMARIE PARRA, SALUDOS CORDIALES SIEMPRE
Mil gracias poetisa Maria Villar, saludos
Muchas gracias Higorca Gomez saludos
Mil gracias poetisa amiga Maria Leal
Muchas gracias poetisa Dioselina De Sedas
Gracias por leer y compartir poetisa Ma. Adiela de Copete
Me alegro que haya participado en la feria del libro realizado en mi país, si la hubiera conocida le hubiera hecho su estadía más agradable.
FELICITACIONES.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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