Para muchos, una semana de espiritualidad y meditación, para otros, un paseo merecido en las playas o lugares turísticos, para alguien más, simplemente una época de descanso, pero la Semana Santa en Guatemala ha sido fuente no solo de diversas manifestaciones religiosas especialmente en el ámbito de las creencias católicas, sino en las diversas manifestaciones populares que vienen desde las bellas artes hasta la tradición que marca en mucho nuestra identidad.
Y es que, aparte del aspecto religioso, la Semana Santa representa un importante acontecimiento no solo para manifestar diversas expresiones artísticas sino para generar un movimiento económico sin precedentes, como lo demuestra un reciente informe.
Como tema de Semana Santa vemos expresiones populares como la elaboración de altares, alfombras efímeras, diversas artesanías, gastronomía especial, que conforman ya parte del patrimonio cultural tanto tangible como intangible del país.
No digamos en la música en que se crean nuevos temas de las Marchas Fúnebres, cuyo repertorio cada año se amplía; la poesía y la prosa que surge de la inspiración ya no tanto de los poetas y escritores, sino de la gente común que participa en estas manifestaciones y crea joyas literarias dedicadas a la imagen de su devoción, y cuyos textos muchas veces no salen más allá de ciertos círculos familiares o de amistades cercanas.
Algo que ha proliferado actualmente en el arte es la Fotografía, cuyas exposiciones cada año se repiten en diferentes espacios, difundiendo el trabajo de diversos fotógrafos aficionados y profesionales que plasman en ese momento de quietud, una imagen que puede ser, desde el rostro del Nazareno o el Sepultado, hasta un momento cotidiano o un elemento que gira alrededor de estas manifestaciones.
Así, hay quienes tienen la suerte de vivir la Semana Santa de Guatemala, entre empanadas y pescado a la Vizcaína, nuevos discos de marchas fúnebres y turnos, túnicas y “chupetes”, alfombras de aserrín o pino y “chinchivir” o fresco de “Súchiles”, programas radiales de la época y procesiones, altares de velación y corozo, Antigua Guatemala y la Ciudad Capital. Toda una gama de colores, sabores y olores característicos que nos identifican ante el mundo.
Preservar y valorizar todo este patrimonio tangible e intangible que constituye la Semana Santa es difícil, por cuanto la globalización casi obliga a adquirir elementos que paulatinamente van transformando esa esencia tan guatemalteca que tuvo esta época en siglos pasados, por lo que conocer ese pasado, valorarlo como parte de nuestra identidad, nos hará portadores de las manifestaciones que aunque sufran algunas necesarias transformaciones, no les hagan perder su verdadera esencia de un colectivo imaginario surgido a partir de la llegada de una nueva cultura que si bien no rompió con la existente en tierras indígenas, marcó en alto porcentaje el rumbo de una nueva historia.
Nos corresponde la preservación de este patrimonio cultural, desde nuestra participación decisiva ya sea como ejecutante o como observador, para mantener nuestra identidad.