Vicente Antonio Vásquez Bonilla
Cebras, antílopes, rinocerontes, jirafas, elefantes y muchos herbívoros más, ramoneaban en pacifica camaradería, por las verdes sabanas del continente africano, cada uno comiendo a su gusto, pero todos disfrutando de los nutritivos alimentos.
Rafa, la jirafa y Rigo, el rinoceronte, habían hecho muy buena amistad, solían salir juntos y durante sus paseos sostenían largas conversaciones. Era gracioso verlos, por el contraste que presentaban. Rafa, alto, esbelto y de piel vistosa, y Rigo, bajo, regordete y de andar cómico.
Al igual que todos los jóvenes, ellos solían soñar despiertos. Se sentían inconformes con su manera de ser y deseaban destacar; emerger del anonimato del montón y ser admirados, pero no sabían cómo hacerlo. Con tristeza, se consideraban seres comunes, sin aptitudes especiales que los hicieran sobresalir.
—Sí —decía Rafa—, soy igual a todas las jirafas. No me distingo en nada del resto de ellas. Tú ves a una y haz de cuenta que has visto a todas.
—Pero algo tenemos que hacer. A mí me pasa lo mismo. Nadie me individualiza dentro del montón de rinocerontes.
—Cultiven sus dones —les dijo un chimpancé, maestro jubilado, para más señas, que al pasar, los escuchó.
—¿Y qué dones podemos cultivar? ¡Si no tenemos ninguno! —contestaron al unísono.
—Todos tenemos dones, pero hay que descubrirlos —les dijo con aire doctoral, mientras se ajustaba los lentes—. Estén atentos y los van a descubrir. Cultívenlos con diligencia y realizarán sus sueños. Y cuando menos se lo piensen, se distinguirán de los demás.
Y así sucedió. ¡Al final, lo lograron!
¿Qué cómo lo hicieron? Paciencia piojo, que la pulga está en cama. Ahorita se los cuento.
Un día, Rafa encontró una caja a la orilla del camino que utilizan los comerciantes en sus viajes de negocios, quizás cayó de alguno de los camiones de carga y no se percataron de su pérdida. Prudentes, esperaron por algún tiempo, por si alguien reclamaba su propiedad, pero como no fue así, decidieron abrirla. La caja contenía aros plásticos de diferentes colores y tamaños. Rigo, al verlos, le dijo a su compañero de juegos:
—Vendámoslos, hermano y con lo que nos den, compramos golosinas.
—No. Las golosinas pronto se terminarían y nos quedaríamos sin nada. Pienso que sería mejor que aprovechemos los anillos para montar un espectáculo y de esa manera lograr sobresalir. Que es lo que deseamos. ¿No te parece?
Se pusieron de acuerdo y ambos amigos, llevando su recién descubierto tesoro, con la sonrisa prendida en sus rostros, tomaron rumbo hacia un lugar apartado, mientras que el resto de animales los observaban intrigados. Se preguntaban ¿qué irían a hacer? Pero pronto se olvidaron de ellos y siguieron con sus vidas rutinarias.
A los pocos días, volvieron los dos camaradas. Venían muy seguros de sí mismos, exultantes, con una sonrisa mayor que la que llevaban cuando partieron y dispuestos a mostrar su recién montado espectáculo y, desde luego, sus habilidades.
Congregaron a los habitantes de la sabana, los invitaron a formar un círculo alrededor de ellos y a que se sentaran a observarlos. La expectación crecía. Los animales se veían unos a otros y se preguntaban qué irían a hacer.
Los dos recién descubiertos artistas, se situaron viéndose de frente y colocaron los aros entre ellos, de manera preestablecida. Ambos amigos, ya frente a frente, se hicieron un guiño y el espectáculo dio inicio.
Rafa, la jirafa, levantó la pata delantera derecha, colocó en ella un anillo rojo y comenzó a girarlo. ¿Han visto a los niños jugar al hula hula? Sí. Pues algo parecido empezó. Al inicio, el público los vio con desinterés, pensando que eso era todo. Pero aún había muchos aros sin usar.
Rigo, con movimientos teatrales se acerco a los anillos y con sus cuernos tomó varios aros de colores brillantes, verdes, rojos y amarillos, e intercalándolos, comenzó a manipularlos y con rápidos movimientos de cabeza, los lazó hacia arriba, insertándolos en el largo cuello de su amigo, quién, con habilidad, los iba haciendo girar conforme los recibía. Los hacia descender y luego subir por su dilatado pescuezo, con gracia y ritmo. El conglomerado de observadores se emocionó, al ver la gracia con que los manipulaba, mientras que el anillo de su pata seguía orbitando.
Muchos pensaron que el número artístico estaba por terminar, pero se equivocaron. El rinoceronte, tomó dos discos más pequeños, los lanzó con mucho tino, acertando a colocarlos en los dos cuernos de la jirafa, y éstos, también se unieron a los giros. El espectáculo era una belleza de sincronización. Luego, para completar el acto circense, Rigo colocó en sus dos cuernos frontales varios aros pequeños, pero más grandes que las ricas donas y los hizo girar, mientras bailaba alrededor de su comparsa.
Rafa continuó subiendo y bajando los aros a lo largo de su cuello, mientras el aro de su pata giraba y giraba. Ambas maniobras resultaban vistosas y simultáneas, pero aún había más. Rigo les dio impulso extra a los pequeños aros que había colocado en sus cuernos y luego levantaba la cabeza con fuerza, los lanzaba al aire, y estos se iban a posar en los cuernos de Rafa. La jirafa los devolvía y el rinoceronte, a su vez, los recibía en sus cuernos. El intercambio de los pequeños anillos se daba al milímetro, sin fallo alguno. Era un espectáculo que combinaba la gracia de la danza del hula hula infantil y los malabares.
La algarabía fue tremenda, todo el mundo se divertía y estaban literalmente con los hocicos abiertos por el asombro y admiración.
El espectáculo fue un éxito. Pronto los artistas adquirieron fama y fue requerida su presencia a lo largo y ancho del continente africano.
Los dos amigos habían descubierto y desarrollado sus dones histriónicos. FIN
Todo el mundo posee sus propios dones, que no son más que una gracia especial o la habilidad para hacer una cosa. Por ejemplo, algunos cantan, otros pintan o juegan con habilidad al fútbol y aquellos de más allá, escriben… Pero hay que estar atentos para descubrirlos, cultivarlos y aprovecharlos; de lo contrario permanecerían ocultos y lamentablemente se perderían para siempre.
Henry Van Dyke (1852-1933) Escritor estadounidense: Utiliza en la vida los talentos que poseas: el bosque estaría muy silencioso si sólo cantasen los pájaros que mejor cantan.
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Nancy linda: Gracias por hacerle caso a Homero y dejarme tu mensaje. Feliz día del poeta virtual. Besos, Chente.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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