Inició Feb 1, 2021 0 Respuestas 0 Le gusta
AQUEL DÍA DE SU MALA HORALlevaba meses encerrado a causa de la cuarentena ordenada por el Ministerio de Salud. Laboraba mediante tele-trabajo y aquello era su suerte, de no hacerlo, a aquellas…Continuar
Inició Oct 20, 2015 0 Respuestas 0 Le gusta
SOBRE LA TOLERANCIAEn las últimas semanas hemos sido testigos, a través de los medios televisivos, de diversos actos violentos que se han realizado en plena vía pública (entre conductores), en…Continuar
Inició esta discusión. Última respuesta de MAB D´Ávilla Roberts-dra Sep 21, 2015. 2 Respuestas 0 Le gusta
POR EL RESPETO A LA VIDAEl bien más preciado es la vida y el Estado está obligado a garantizar, de acuerdo con la Constitución Nacional, precisamente, la vida, honra y bienes de sus asociados. Sin…Continuar
Inició esta discusión. Última respuesta de ALBERTO O. CABREDO ECHEVERRIA Oct 1, 2015. 8 Respuestas 0 Le gusta
SOBRE LA OBRA “¡ORO! EN CALIFORNIA”Luego de leer la obra ¡ORO! EN CALIFORNIA de Edith Amaya Sarasqueta de Jordan, resulta claro colegir que la autora piensa al igual que nosotros, que la capacidad de…Continuar
ALBERTO O. CABREDO E.
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO:
Nació el 26 de enero de 1956 en la ciudad de Panamá.
TITULOS ACADÉMICOS:
Graduado de la Universidad de Panamá como Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas.
EXPERIENCIA PROFESIONAL O TRABAJO ACTUAL:
Ejerce la abogacía hace más de 30 años. Ha practicado el derecho como miembro de firmas forenses privadas y además como director de asesoría legal de varias entidades del Estado, también ha sido consultor externo de entidades estatales y ha brindado un sin número de seminarios relacionados con distintas ramas del derecho a nivel local e internacional. Actualmente ejerce el derecho y labora como Director de Asesoría legal en la Unidad Administrativa de Bienes Revertidos del Ministerio de Economía y Finanzas.
Su obra literaria ha aparecido en la página literaria Letras de Fuego del Diario La Estrella de Panamá (9 de febrero de 2005 – El Pescador, 13 de febrero de 2005 – La Sombra del Ángel, domingo 20 de febrero – Las Búsqueda), entre otros y ha sido publicado en la revista panameña de cultura “Maga”, No. 54-55, año 2004, así como también en Sitios Web con relatos breves como “Agua Rio” y “Vista del Diluvio desde la Vía España”, y con mucha frecuencia en el Diario El Panamá América - Suplemento literario Día D
PREMIOS, BECAS U OTRAS DISTINCIONES NACIONALES O
INTERNACIONALES:
Fue Quinta Mención Honorífica del Concurso “Maga” de Cuento Breve 2004, certamen convocado por la Universidad Tecnológica de Panamá y la Fundación Signos, con el cuento “El Reencuentro”.
LIBROS, CUADERNILLOS Y FOLLETOS PUBLICADOS:
La búsqueda (Universal Books,Panamá, 2007), La lluvia (Universal Books, Panamá, 2008), Contra el viento (Universal Books, Panamá, 2009), Calígine urbana (Fuga Ediciones, 2010), Voces al Oido (Fuga Ediciones, 2011), Soñar que soñaba (Fuga Edicciones, 2012), Crónicas cotidianas e insólitas (Fuga Eitorial 2013)
DESCRIPCIÓN TEMÁTICA DE ALGUNOS LIBROS:
CALÍGINE URBANA (cuentos breves, 2010). Podemos leer en la contra portada del libro el siguiente comentario de Carlos Winter Melo, escritor y promotor cultural: "Calígine urbana de Alberto O. Cabredo E. explora el lado oculto del acontecer panameño. En otras palabras, le da voz a quienes no tienen voz. Ofrece vistazos de las lucha por la independencia y reivindicaciones nacionales, de los procesos electoreros, de la fiebre inmobiliaria que parece estar borrando nuestra historia, entre otros.
Y lo hace imitando un diálogo con la ciudad. Logra esto con narraciones en segunda persona que incluyen a un piedrero, al conductor de un volquete, a una funcionaria pública en desuso e inclusive al descendiente esquinado de un soldado en la independencia; todos, como sentados en una oscura de fonda o en la acera de un barrio marginal, nos apostrofan y cuentan sus más guardadas quejas y dolores.
Alberto Cabrero, con este cuarto libro, se reafirma como una hábil domador de las palabra, y un observador sagaz y sensible de su entorno".
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'Blancoscuros' de la urbe
Rosalina Orocú M. | VIVA, Crítica en Línea – Diario panameño
En su cuarto libro, "Calígine urbana", que fue presentado recientemente en Exedra Books, el escritor panameño Alberto Cabredo plasma, como protagonista del espacio - tiempo en que vivimos- lo que se sucede a contrapelo del progreso en una urbe capitalina que el lector identificará. En la obra se tocan temas como la sobrevivencia cotidiana, la vida acelerada, los retos y miedos del día a día en la selva de cemento, donde la violencia, el juega vivo, el costo de la vida y la apatía se dejan sentir. También hay notas jocosas, porque la vida tiene sal y pimienta. El autor explica que "Se plasman desde hechos históricos hasta situaciones existenciales. Esto ocurre en un diálogo íntimo con el lector y la ciudad, en que el que está leyendo llega incluso a dialogar con los personajes". |
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MIS PALABRAS DURANTE LA PRESENTACION DE ESTE LIBRO:
Como todos saben, los cambios económicos y sociales avanzan con mayor rapidez que los acomodamientos psicológicos que todos realizamos, para ajustarnos a las altas y bajas que a diario se imponen, y si a esto añadimos la indolencia que nos causa ser testigos, año tras año, de problemas que parecen destinados a no resolverse jamás o estar archivados en un cajón cuya nombre es: “Asuntos que resolverá el tiempo”, no podemos menos que plasmar, como protagonistas del espacio - tiempo en que vivimos, lo que se sucede a contrapelo del progreso en una urbe capitalina que el lector identificará con mucha facilidad en este libro.
Con relación a lo expresado, me permito citar al escritor Mario Vargas Llosa, reciente Premio Nobel de Literatura, que en su obra El Viaje a la Ficción señala: “Todo lo que sea sueño, fantasía, Apocalipsis, fuga hacia lo imaginario, ha prendido en América Latina con facilidad, y, viceversa, los empeños por enraizar las empresas políticas y sociales en la realidad, siguiendo los ejemplos exitosos…, han fracasado por ese desapego «sanmariano » continental por lo racional y posible en nombre de lo irracional o lo onírico…, esa disposición catastrófica desde el punto de vista político, social y económico y razón de ser de nuestro subdesarrollo, ha servido, paradójicamente, para estimular las aventuras imaginarias y producir creaciones literarias y artísticas de gran fuerza y originalidad, como lo son las utopías y mitologías creadas por un Borges, García Márquez, un Rulfo, un Cortazar y un Carpentier. Y, por supuesto un Onetti. Curiosamente, es éste quien pese a su desprecio por la literatura comprometida y su desdén con las obras literarias con mensaje, gracias a su intuición, sensibilidad y autenticidad, fantaseó un mundo que, de esa manera indirecta y simbólica del arte para expresar la realidad, mostró una verdad profunda y trágica de la condición Latinoamericana”.
A este respecto, aunque el escritor entienda que la fantasía es cónsuna con la Literatura, no puede desapegarse consciente o inconscientemente del mundo en que vive; y por ello, unos más y otros menos, tienden a plasmar posiciones frente a su realidad o la de otros. Y este es el caso de “CALÍGENE URBANA”, en que he querido convertirme en un Cronista, a veces irónico, que anhela, que dentro de 50 años, si alguien lee esta obra, se alegre de que ya no ocurran algunas cosas que en ella se narran. En este orden de ideas, quiero manifestar que atiendo simplemente al interés superior de convocar al lector, de forma alusiva o indirecta, a propender al bien común y la solidaridad humana, sin ser en este intento, para nada, panfletario.
En la obra Así se escribe un cuento de Mempo Giardinelli, el escritor del siglo XIX Juan Filloy expresa algo que quizás algunos escritores presentes cuestionarían por lo rotundo del señalamiento, cuando indica: “… El escritor es un notario público; debe aprovechar los datos de la realidad circundante, y aderezarlos poniendo imaginación. El escritor que no tenga imaginación que se corte la mano, que no escriba. La imaginación es el 90 por ciento de una obra. Pero el escritor participa un poco de esa tarea de Tabelión antiguo. Tabelión quiere decir escribano; vienen del latín. En portugués también. Y en castellano existe - búsquela en el diccionario – aunque no se usa. Ya ve. El escritor debe absorber los datos de la realidad. ”
Julio Cortazar, en la obra Papeles inesperados expresa por su parte en torno a esto: “En primer término la creación como tal no tiene un límite, un momento en que pueda considerársela acabada como una carrera profesional o una especialización con fines precisos. El creador se está formando incesantemente a sí mismo, es de alguna manera su propio maestro en la media en que crear es abrirse al mundo para regresar con un contenido cada vez más enriquecedor, en un proceso como de respiración vital y espiritual que se traduce en una obra y que se apoya en ella para continuar el ciclo infinito, la gran aventura humana del arte y del pensamiento. Lo que el creador va dando en forma de libros…, el producto de esa auto-deformación implacable e insustituible, entra entonces y sólo entonces, en el Dominio Público, se vuelve formación del público cuando llega el día en que…, editan, comentan y difunden la obra del creador”.
“CALÍGENE URBANA” ofrece un vistazo a diversos quehaceres y hechos de una historia que no se detiene y avanza con éxito o tropiezos en una rueca sin fin. Se plasman desde hechos históricos hasta situaciones nacionales. Esto ocurre en un dialogo íntimo con el lector y la ciudad, en que el que está leyendo llega incluso a dialogar con los personajes, entre los cuales se incluyen desde un conductor de volquete a una funcionaria pública pensionada, o un médico que persiste en salvar a los que caen en la persistente espiral de violencia que azota la ciudad. Todos estos personajes te invitan a sentar con un café o sin él, para apostrofarte o contarte sus más guardadas querencias quejas y dolores. Ahora, esto no significa en absoluto que la obra tenga un carácter pesimista, por el contrario, convoca a la pro-actividad, al valor, a la dignidad, a la entereza, a la perseverancia, hermana de la esperanza y ante todo, a la fraternidad como fórmula que explica y sostiene la democracia que está llamada siempre a ser participativa y equitativa.
Tomás de Mattos en la obra de Fernando Burgos titulada: Los Escritores y la creación en Hispanoamérica, reza que: “ Si la ficción es un ensueño para vivirlo en vigilia, quien verdaderamente lo sueña es el lector. El texto funciona meramente como un programa que contiene los estímulos, pero el titular de la evocación, quien descubre o desecha sus sentidos, es el lector…Él es quien decide las relaciones entre los acontecimientos, sus consecuencias y sus deshelases; quien determina la importancia de los personajes; quien le consiente sus parlamentos o los manda a callar o resume lo que dicen”. Y de esta realidad que nos devela el escritor Tomás de Mattos se desprende que el escritor y el lector se vuelven uno en la lectura, se funden en la lectura, haciendo nacer incluso un desenlace que no escribió, previó o imaginó el escritor, lo que hace la aventura de narrar una experiencia enriquecedora en que, el que cuenta y el que lee, hacen juntos el Cuento. ¡Por eso declaro que, Narrador y Escritor caminan de la mano para ser mejores a través del Arte!
En “CALÍGENE URBANA”, yo y ustedes reclamamos varias cosas, por ejemplo, en el cuento “Huyen las calles”, un ciudadano de edad avanzada reclama airadamente que el progreso inmobiliario borra sus memorias, cuando dice con voz enojada:
“La ciudad se me derrite entre los dedos, se va como si la alejara, ¡acaso no ve que es al revés, que quiero atajarla para que no se evapore! La urbe que conocí la andan cambiando, casi como una conspiración. Nadie pide permiso, fracturan y derriban todo. Borran los parques, ¡mis parques!, esos en que hice estallar un beso y tomé la cintura de la luna mientras me dejaba hacer. Se me van las esquinas y sus postes de luz, todo me lo quitan…
Desdibujan el entorno que me era inalterable y hoy me resulta semilla entrañable por su ausencia. ¿Para qué esos nuevos y enormes edificios que nadie ocupa, qué malditas razones hay detrás todo esto? ¿Nadie piensa que borra visiones y vivencias? ¿Nadie intuye que hay lugares que están gravados en la gente, aunque les quiten pedazos enteros y arrojen sobre ellos una avenida, una fuente, o elevadores panorámicos? ¿Nadie entiende que nada es lo mismo sin el que vendía periódico a gritos, sin la doña que ofrecía el secreto de la flora del monte, sin aquella hilera de vendedoras de billetes que no cabrán ahora entre tanto lujo? ¡Por dónde quieren que ande hoy mi caudal, si los sitios me son ajenos, si esconden y cambian la ciudad que mi memoria añora!
¡Sí, sí! serán sitios limpios y modernos donde el sol se distraerá lanzando mil reflejos, pero no guardarán el dejo ni la magia de aquella ciudad desde la cual se está gestando la nueva. Aquella, la vieja, la del brinco sobre el charco eterno, de la hierbita que picaba cuando jugabas pelota, la del zaguán de la gorda que vendía empanadas, y aquella otra doña del pescado frito y el hojaldre, ¡ni recordar el viejo cine con su doble tanda y la tiendita del tableño!
Que se nos va la ciudad, que se pierde y nace otra, otra que la relevará, que no es mi espejo y no es su sombra. La nueva dará sus frutos. La mía, terminará reducida a fotos grises y añejas, allá en la pared de alguna biblioteca, y esta tragedia a ninguno de ustedes le importa, … “
Quiero terminar con las palabras de Charles Baudelaire: “… ¿No es asombroso que esta idea tan sencilla no ilumine todos los cerebros?; que el Progreso (en la medida que hay progreso) perfecciona el dolor en la proporción en que afina la voluptuosidad, y que si la epidermis de los pueblos se hace cada vez más delicada, evidentemente sólo persiguen una Italiam fugientem, una conquista que pierden al minuto siguiente, un progreso que se niega sin cesar a sí mismo. …”
Contra esta situación, hay que tomar en cuenta las palabras del autor de Conversaciones en la Catedral, La guerra del fin del mundo, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el Escribidor, que en un artículo de periódico nos dice: “…Y pensé en lo maravilloso que es la vida que los hombres y las mujeres inventamos, cuando todavía andamos en taparrabos y comiéndonos los unos a los otros, para romper las fronteras tan estrechas de la vida verdadera, y trasladarnos a otra, más rica, más intensa, más libre a través de la ficción.”
Y yo agrego, de esa ficción que nos hace mejores o no a través de la literatura y las artes, que de una manera u otra nos convocan a la fraternidad como causa primera y última de la vida en sociedad. Y a esa fraternidad como símbolo de la existencia humana los llamo esta noche con “CALÍGENE URBANA”.
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CONTRA EL VIENTO (cuentos breves, 2009). La contra portada de esta obra expresa lo siguiente: "La vida tiene mil bifurcaciones. Sueños, quimeras y proyectos se deslizan en el río del perpetuo cambio y no resulta excepcional, que a pesar de los denuedos del hombre, el destino disponga que la barca toque puertos ignotos y del todo insospechados. Esto nos dice el autor al presentarnos la obra.
Las historias que relata Alberto O. Cabredo E., transitan cuesta arriba, o como reza el título de ese libro, Contra el viento.
PALABRAS APARECIDAS EN LOS DIARIOS SOBRE ESTE LIBRO:
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DIARIO LA PRENSA
De personajes olvidados
Alberto Cabredo investiga en su libro ‘Contra el viento’, los retos cotidianos a los que se enfrentan los hombres olvidados por la sociedad.
DANIEL DOMÍNGUEZ Z.
ddomingu@prensa.com
Lo del abogado panameño Alberto Cabredo, es ubicar a sus personajes en circunstancias extremas y ver cómo reaccionan. Eso hace en su libro de cuentos Contra el viento, que se presentará el 30 de julio, a las 7:30 p.m., en la librería Exedra Books.
En los 21 cuentos que lo componen, analiza “la naturaleza humana y las condiciones de vida de los dejados de lado u olvidados, así como también las situaciones de la vida cotidiana que acontecen a personas de naturaleza y ocupaciones diversas”.
El también autor de las obras de cuentos La Búsqueda (2007) y La Lluvia (2008), ha explorado lo relacionado con los sentimientos, la moral, el trabajo, la economía y la sociopolítica.
No aspira a explicar la complejidad de la vida en sus textos, pero sus seres imaginarios sí aspiran a fotografiar las “actitudes, inequidades, valores y mundos interiores afectados por la artificiosidad cotidiana”.
Hace este ejercicio evitando al máximo caer en el panfleto o en el discurso de barricada. Se conforma con “evidenciar la capacidad del ser humano de adaptarse de una forma u otra a las calamidades de siempre. De poder sobrevivir a las carencias, exaltando ante todo el valor y la necesidad de la solidaridad y la tolerancia”.
Ejercer la abogacía es útil para enfrentarse a la ficción, pues las leyes “nos enseñan a entrever las intenciones y causas que explican muchos comportamientos individuales y plurales”.
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LITERATURA. El tercer libro de cuentos de Alberto Cabredo está dedicado a los desheredados de la vida
“Contra el viento” vio la luz
Lo escribió “respetando la inteligencia del lector, sin posturas aleccionadoras ni manifiestos”, dijo el autor.
Rosalina Orocú Mojica
PA-DIGITAL
Alberto Cabredo, en la gala de su obra, ilustrada con fotos de su abuelo, el reportero gráfico Orestes Cabredo (q.e.p.d).
Alberto Cabredo tiene los pies bien puestos en tierra creativa y ha cruzado ya el umbral que lo acredita como parte destacada de la narrativa panameña, dijo Enrique Jaramillo Levi, en la gala de “Contra el viento”, del también autor de “La búsqueda” y “La lluvia”, al cual auguró un porvenir venturoso.
Él pertenece a la pléyade de escritores jóvenes que desde 1990 a la fecha suman más de 80 y que nos hablan de calidad humana y excelencia estética, añadió Jaramillo Levi.
Según él, entre las habilidades de Alberto Cabredo de las que hace gala está el “arte de la elipsis”, además, “sabe sugerir y crear ambientes”, y en sus personajes, “los rostros infinitos ofrecen reminiscencias borgianas en cuanto a situaciones pesadillescas”.
Los de “Contra el viento” son, a juicio de Jaramillo Levi “cuentos que retratan la cotidianeidad. Los pequeños detalles de la verdadera existencia”.
Calificó de excelentes a "Alejamiento" y "El encuentro". Agregó que en el libro hay cuentos que contienen una cierta picardía, donde a veces late el ambiente festivo del panameño y el juega vivo. Pero, también los hay que pintan ambientes sórdidos y la miseria, tanto la que lo rodea como la interior del hombre.
Siguió diciendo que en “Carta de un desesperado" Cabredo hace gala de “cuentista ingenioso y metódico en su aproximación a su maleable materia creativa” y que en su narrativa “hay una fuerte dosis de humanidad, una dura crítica social, añeja sabiduría encapsulada, admirable capacidad de síntesis como la que le pondría Cortazar a sus cuentos”.
El director de la revista “Maga”, promotor cultural, docente universitario y cuentista ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en Cuento, concluyó su intervención afirmando que Alberto Cabredo “es un autor que sabe contar de forma amena sus historias” y “Contra el viento” es “una obra que se inscribe airosa en la nueva literatura panameña”.
Por su parte, Carlos Oriel Wynter Melo, también autor nacional, fue claro al informar el 30 de julio en Exedra que “estoy, pues, esta noche, dispuesto a apoyar una publicación valiosa como "Contra el Viento". Y la apoyo porque es, lo digo decididamente, una puerta para conocernos más...”
Según Wynter Melo, “Contra el viento” es una obra de temática urbana, mucho más urbana que la segunda publicación de Cabredo, La lluvia. Aunque no se describa dónde acontecen algunas de las historias, el perfil de los personajes, el lenguaje y ciertos elementos de ambientación, delatan la ciudad, cierta ciudad. El único relato que se desarrolla en un escenario campestre es El curandero, casi al final del libro”.
Continuó expresando que “lo citadino se espía desde diferentes ángulos: el del viejo sabio, el del pasajero que fantasea ante el roce de una pierna femenina, el de la anciana odiosa, el de la prostituta, el del pachanguero impenitente, el del burócrata indeclinable - y al final desengañado -, el del sindicalista, el del malhechor bendecido por la muerte, el del político triunfador (fracasado), el del carcelero y su preso, entre otros”.
Según Wynter Melo, en estos cuentos de Cabredo “las voces son tan variadas que la ciudad se lee de cuerpo entero. La visión es tan acuciosa que la urbe va desnudándose...."
Alberto Cabredo tiene los pies bien puestos en tierra creativa y ha cruzado ya el umbral que lo acredita como parte destacada de la narrativa panameña, dijo Enrique Jaramillo Levi, en la gala de “Contra el viento”, del también autor de “La búsqueda” y “La lluvia”, al cual auguró un porvenir venturoso.
Él pertenece a la pléyade de escritores jóvenes que desde 1990 a la fecha suman más de 80 y que nos hablan de calidad humana y excelencia estética, añadió Jaramillo Levi.
Según él, entre las habilidades de Alberto Cabredo de las que hace gala está el “arte de la elipsis”, además, “sabe sugerir y crear ambientes”, y en sus personajes, “los rostros infinitos ofrecen reminiscencias borgianas en cuanto a situaciones pesadillescas”.
Los de “Contra el viento” son, a juicio de Jaramillo Levi “cuentos que retratan la cotidianeidad. Los pequeños detalles de la verdadera existencia”.
Calificó de excelentes a "Alejamiento" y "El encuentro". Agregó que en el libro hay cuentos que contienen una cierta picardía, donde a veces late el ambiente festivo del panameño y el juega vivo. Pero, también los hay que pintan ambientes sórdidos y la miseria, tanto la que lo rodea como la interior del hombre.
Siguió diciendo que en “Carta de un desesperado" Cabredo hace gala de “cuentista ingenioso y metódico en su aproximación a su maleable materia creativa” y que en su narrativa “hay una fuerte dosis de humanidad, una dura crítica social, añeja sabiduría encapsulada, admirable capacidad de síntesis como la que le pondría Cortazar a sus cuentos”.
El director de la revista “Maga”, promotor cultural, docente universitario y cuentista ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en Cuento, concluyó su intervención afirmando que Alberto Cabredo “es un autor que sabe contar de forma amena sus historias” y “Contra el viento” es “una obra que se inscribe airosa en la nueva literatura panameña”.
Por su parte, Carlos Oriel Wynter Melo, también autor nacional, fue claro al informar el 30 de julio en Exedra que “estoy, pues, esta noche, dispuesto a apoyar una publicación valiosa como "Contra el Viento". Y la apoyo porque es, lo digo decididamente, una puerta para conocernos más...”
Según Wynter Melo, “Contra el viento” es una obra de temática urbana, mucho más urbana que la segunda publicación de Cabredo, La lluvia. Aunque no se describa dónde acontecen algunas de las historias, el perfil de los personajes, el lenguaje y ciertos elementos de ambientación, delatan la ciudad, cierta ciudad. El único relato que se desarrolla en un escenario campestre es El curandero, casi al final del libro”.
Continuó expresando que “lo citadino se espía desde diferentes ángulos: el del viejo sabio, el del pasajero que fantasea ante el roce de una pierna femenina, el de la anciana odiosa, el de la prostituta, el del pachanguero impenitente, el del burócrata indeclinable - y al final desengañado -, el del sindicalista, el del malhechor bendecido por la muerte, el del político triunfador (fracasado), el del carcelero y su preso, entre otros”.
Según Wynter Melo, en estos cuentos de Cabredo “las voces son tan variadas que la ciudad se lee de cuerpo entero. La visión es tan acuciosa que la urbe va desnudándose...."
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LA LLUVIA (cuentos breves, 2008). Los veintiocho relatos que conforman este nuevo libro de Alberto O. Cabredo E., no en vano aparecen bajo el título de La lluvia: este elemento con pelaje panteísta, ineluctable y lustral es un dato obligado en cada uno de ellos.
Ese factor torna imperioso identificar los antecedentes más notables de la obra. Entre los textos, debe mencionarse el Libro Primero de Moisés, Génesis, folio semítico referido al primigenio origen del cielo y de la tierra. La separación de las aguas ordenada por Dios en los primeros días de la creación resuena en La lluvia. La obra admite, sin reparos, su condición de tributaria del cósmico aliento fundacional descrito por el libro sagrado de judíos, musulmanes y cristianos. Otro tanto ocurre con Macondo, la reinventada Yoknapatawpha faulkneriana, microcosmos nacido de la pluma de Gabriel García Márquez. Isabel viendo llover en Macondo nos aparece como prístino antecedente de la matriz literarizada por los relatos de Cabredo. Y, naturalmente, están a la vista dejos coincidentes con la autobiografía lírica de Pablo Neruda, Memorial de Isla Negra, en especial con el canto primero: Donde nace la lluvia.
COMENTARIO CRÍTICO SOBRE LA LLUVIA
El dato imprescindible
Los veintiocho relatos que conforman el nuevo libro de Alberto O. Cabredo E., no en vano aparecen bajo el título de La lluvia: este elemento con pelaje panteísta, ineluctable y lustral es un dato obligado en cada uno de ellos.
Ese factor torna imperioso identificar los antecedentes más notables de la obra. Entre los textos, debe mencionarse el Libro Primero de Moisés, Génesis, folio semítico referido al primigenio origen del cielo y de la tierra. La separación de las aguas ordenada por Dios en los primeros días de la creación resuena en La lluvia. La obra admite, sin reparos, su condición de tributaria del cósmico aliento fundacional descrito por el libro sagrado de judíos, musulmanes y cristianos. Otro tanto ocurre con Macondo, la reinventada Yoknapatawpha faulkneriana, microcosmos nacido de la pluma de Gabriel García Márquez. Isabel viendo llover en Macondo nos aparece como prístino antecedente de la matriz literarizada por los relatos de Cabredo. Y, naturalmente, están a la vista dejos coincidentes con la autobiografía lírica de Pablo Neruda, Memorial de Isla Negra, en especial con el canto primero: Donde nace la lluvia.
En cuanto al cancionero popular, es crucial evocar dos piezas de cinematográfica y musical belleza que hacen parte del acervo e imaginería contemporáneos. Hablo de Singing in the rain,[1] compuesta por Jaime Cullum, para la película del mismo nombre, que protagonizara el inolvidable bailarín y actor estadounidense Gene Kelly. Y, naturalmente, Raindrops keep falling on my heat[2], melodiosa composición nacida de la genial colaboración de Hal David y Burt Bacharach, dos creadores de talla inmortal, y que interpretada por B. J. Thomas sería la carta de presentación de Butch Cassidy and the Sundance Kid, exitosa película de 1969 protagonizada por Paul Newman y Robert Redford.
Sin embargo, en armonía con lo que sostenía Ernest Hemingway, que un cuento, como el iceberg, debe estar sustentado en la parte que no se ve, [3] La lluvia, es un conjunto textual con sus propios ritos y estructuras. La precipitación pluvial de que da cuenta el libro, una suerte de ubicuo y omnisciente Dios climático, es un fenómeno que le confiere una densidad inédita a su sustancia literaria.
Tal una placenta que alimenta un feto múltiple, la mítica lluvia irriga la tesitura y dinámica de los relatos. Es más, llevando la metáfora embriológica hasta sus últimas consecuencias, la lluvia bien podría ser vista como el líquido amniótico donde flotan libremente las criaturas en prosa.
La lluvia, además, es la loca de la casa, aunque asume distintos papeles y usos en el atrabiliario orbe de los cuentos: tótem, amante, celestina, escenografía, coartada, molestia, juglar irreverente, cataclismo ontológico o simple párpado avizor.
Forma y contenido
La afirmación de Anatole France de que la crítica es la aventura de un alma (o de una mente) entre presuntas obras de arte, alimenta el análisis de este libro. Se buscará entonces captar la específica médula del volumen sin olvidar dos cosas. Primera, la obra respira con su propio aliento. Y segunda, sea lo que fuere que el autor quiso decir, se dijo lo que está escrito. Aceptadas estas verdades, el libro será examinado de adentro hacia fuera. En este caso, el interior corresponde a los temas y significados y, su exterioridad, al medio expresivo, a los procedimientos retóricos y semánticos de redacción. Ahora, si bien se suscribe la sentencia de José María del Valle-Inclán relativa a que el pensamiento, como el agua en la vasija, toma su forma en las palabras, se hace notar que la propuesta artística del autor no se agota en las palabras. Para apreciar su compleja catadura, es menester descifrar la fusión temática y formal que ella comporta
Lo cómico y el humor
Esta categoría engloba diez textos, de los cuales se examinarán cinco. Para empezar, El loco de la lluvia, el cual hace blanco de su mofa a un profesor de aldea que, excéntrico, se siente atraído por la lluvia, pasión meteorológica que lo lleva a retozar bajo cada aguacero. Al final, como tiene que ser, una inesperada sequía, lo conduce al desasosiego. Termina muerto porque su delicuescente amada se fugó de su vida. A la sazón, el desenlace parece gobernado por aquello que sostenía Lord Alfred Tennyson, el venerado poeta de la Inglaterra victoriana: “si Dios hizo el campo y el hombre la ciudad, seguramente fue el diablo quien hizo la pequeña capital de provincia[4]”. No otra cosa explica la maléfica y despiadada conclusión/epitafio del relato: “Mala cosa, nadie era culpable de que a El loco de la lluvia lo matara una sequía”.
La fiesta de traje, a contrapelo del engañabobos del título, no alude a etiqueta alguna, sino a que para organizar las fiestas comunales de antaño, dígase años cincuenta y sesenta, tiempos de hirviente Guerra Fría, los vecinos de los barrios tenían a la mano una simple fórmula colectivista: cada quien aportaba a la parranda un platillo de su factura (ensalada de papas, arroz con pollo, yuca al mojo, etc.), amén de licores, mezcladores y hielo. Era una receta económica e igualitaria que garantizaba la celebración de todas las fechas dignas de júbilo en la calle o barraca. Esas tenidas eran amables expresiones de buena vecindad y ayudaban a sobrellevar las hogareñas carestías y escarapelas de la interacción barrial. Pulula en el cuento un subliminal recado: el pueblo llano puede ser arquitecto de su propio destino. La felicidad general mucho tiene que ver con la propia disposición y voluntad del arrabal. Así lo evidencia, ahora, un inocente domingo de macarrones y plática de abuelo con su nieto.
La frase, deviene un texto de increíble y volátil histerismo[5]. Una profesional, tras reciente ruptura sentimental, ávida de encontrar media naranja, decide rebajar sus expectativas de conquistar un príncipe azul, y admite el cortejo de un colega apenas aceptable. El proceso de acoso y derribo, conforme al guión trillado en estos casos, termina en el lecho, donde, desafortunadamente, la experiencia no puede resultar más fallida y frustrante. En ascuas, como clamando al cielo, todavía en cueros, la mujer no puede reprimir un alarido muy similar a una imprecación: “¡Quéee plomo!”. La anécdota, destemplada y brutal, con onomatopeya y todo, comprueba lo que siempre advertía Sigmund Freud: “El cuerpo no miente.” Este desaguisado además de evidenciar que hay hombres que dan a las mujeres irrefrenables deseos de maldecir, muestra que no todas gritan igual. No se sabe si reír o llorar ante este anodino melodrama que, ásperamente, desempolva el empeño del ser humano de sintonizar la búsqueda de la felicidad con su efectivo alcance. Por su parte, cuesta no sentir compasión ante el nada veneciano y despistado casanova del siglo veintiuno que fuera objeto de tan hórrida y castrante diatriba.
Las toallas de la abuela, es un tierno relato de amor entre generaciones de una misma familia. La falla semántica en la comunicación entre abuela y nieto, contrastar el vocablo toalla que en la jerga de ciudad puede significar auxilio económico con la lectura que hace la sexagenaria (pieza para secarse el cuerpo), revela complicidades y afectos adictos a la vida. Salta a la vista que la condición humana, a ratos, puede ser un dulce y chispeante disparate. La eficacia del enredo desplegado ante el lector es tal que nadie puede resultar inmune a su preciosismo y empatía.
El pozo rebosa de vitalidad y saludable perspectiva de género. Su afable descripción de un incidente entre mujeres, a propósito de la extracción de agua de un pozo rural, permite olfatear la necesidad impostergable de vindicación femenina.
Lo fantástico
Esta categoría la componen: La Tienda II, El tambor lejano, Golpe de gracia, No podía ser, y Aguacero infinito. Predomina en estos relatos un tono que va de lo real maravilloso a lo insólito. De los mismos, se glosarán los dos últimos.
No podía ser, nos remite a los fantasmas de Vuelta de tuerca de Henry James. La trama arranca con un aire de normalidad, hasta que, al final, como dato escondido, se descubre que el diálogo último de un hombre con la mujer que persigue, en verdad, ha sido con un espectro de ésta. La amada que distingue cruzando las calles bajo la lluvia, es un alma en pena, un espejismo parlante, casi una ilusión óptica nacida del fondo de su corazón. Este texto nos trae a la memoria Los otros, largometraje del cineasta español Alejandro Amenábar, fábula contada desde el punto de vista de los muertos que habitan una casa de campo. Los seres vivos que irrumpen en el inmueble son percibidos como intrusos. Los límites entre realidad e irrealidad, tan inestables como el agua, comprueban su univitelina e imperceptible precariedad (al menos, en los territorios del arte).
Por su parte, Aguacero infinito, vocea la angustia ante el calentamiento global. Con oficio, Aguacero infinito testimonia que el arte puede ser promotor de una sólida civilización biófila. Es un tema recurrente en el autor que, sin lugar a dudas, resulta imprescindible dar a conocer.
Lo filosófico-intimista
Esta categoría está hilvanada por seis relatos, de los cuales al menos tres, Gianna en la lluvia, La lluvia deja huella y La caída, ejemplifican lo que señala Harold Bloom, el prestigioso crítico literario neoyorquino del Bronx, quien utiliza el término “poeta” para referirse a los escritores en general, y el término “poema” para referirse a cualquier texto literario[6]. O sea, los límites convencionales entre verso y prosa virtualmente no existen.
Gianna en la lluvia, es un canto a la mujer amada. Entre la inconsútil espesura de la lluvia, en una calle cualquiera, imagina la grácil figura de la novia-esposa. El autor se deja llevar por la emoción. Petrarca, Neruda, Rubén Darío, Gutierre de Cetina, Bécquer, Amado Nervo, Asunción Silva y otros parecieran haber hecho préstamos a este trabajo, pero el resultado poco tiene que ver con estos creadores. La mirada del poeta tiene un tinte único. Un ímpetu embelesado anima este poema, por ello es, a la vez, madrigal y epitalamio: una inspirada celebración del autor del enlace con la mujer de su vida.
La lluvia deja huellas opera como un brevísimo manual de educación sentimental. El texto, con hábil registro estilístico, sólo hasta el final, deja saber que todo se trata de un panegírico pronunciado por un nieto en el sepelio de su abuelo. La anécdota nos lleva a pensar en El amor en los tiempos del cólera, obra de Gabo que intercala una ocurrente y memorable frase referida al otoño humano: “La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve para nada”. El relato de Cabredo, en consecuencia, como haciéndose eco, a tiempo, comparte capitales consejos con quienes inician la desafiante senda de la vida.
Lo épico-social
Siete relatos se insertan en el formato de la categoría que hemos denominado épico-social. Se trata de un conjunto de escritos de temática múltiple y múltiple aproximación estructural. Se comentarán los cuatro siguientes.
Cuando llovieron balas bosqueja una historia lateral situada en el 9 de enero de 1964, día en que un choque entre estudiantes panameños y tropas gringas acantonadas en la Zona del Canal, una semana después, se saldó con una veintena de panameños muertos y centenares de heridos. La ama de casa de la historia, al salir a buscar al marido y a su suegro en pleno teatro de la confrontación, inauditamente, queda participando de la multitud que intenta derribar la cerca perimetral próxima a la gran Avenida 4 de Julio, símbolo vergonzante de la ocupación extranjera. La lógica del relato, tal un flujo de conciencia, con sus múltiples mudas y monólogos, reconstruye certeramente los episodios de ese remedo del bíblico combate entre David y Goliat. Periscópicamente, dos tercios de siglo después, el relato hace vivir los cruentos episodios posteriores al destrozo de la insignia tricolor en la Escuela Secundaria de Balboa, sanctasanctórum del enclave militar norteamericano. Con todo, el corajudo comportamiento de la madre de familia mueve también a risa. No termina de digerirse el anónimo heroísmo de una dama que, sin embargo, tiembla de pavor ante la posibilidad de que su marido descubra su escaramuza frente a las balas en las inmediaciones de la 4 de Julio. Un laurel a la mujer panameña, por su inveterado patriotismo, ofrece este testimonial relato.
Las proclamas también vuelan, describe la acción de un puñado de universitarios opuestos a la aprobación de un tratado con Estados Unidos, lo que los lleva a abogar por su rechazo en el correspondiente plebiscito. Con simpatía se pergeñan los preparativos de la acción de repulsa consistente en el lanzamiento al aire en un espectáculo de boxeo de 7,000 copias de una proclama instando a votar en contra del tratado de marras. Pese al miedo y consecuente zigzagueo, el plan se cumple, mas sólo uno de los agitadores logra librarse de que le eche el guante el garfio represivo de la policía. Sus secuaces son apresados y golpeados y se les hace acreedores a un corte al rape, cortesía de los fígaros de la Seguridad del Estado. El cierre del cuento, irónico, no da lugar a dudas respecto a lo que viene: la maquinaria del Estado, impondrá su voluntad. El voto a favor del sí en el plebiscito, con botas de siete leguas, da señas de ser un fenómeno ostentosamente masivo. Moraleja: sin importar la naturaleza y alcance del Poder, siempre será correcto y pertinente que la ciudadanía ejerza el derecho a la libertad y al ejercicio del criterio. Total, como diría Georges Danton, el apóstol de la Revolución Francesa, aunque decidas irte, “uno no se lleva a su país en la suela de sus zapatos”.
Cuando se para el reloj, devela viejos dilemas del género humano: la renuncia o apego a ideales trascendentes. Descarnadamente, el cuento enfrenta a un luchador social con las razones externadas por su mujer de toda la vida. El momento catártico lo encarna la atribulada esposa, quien descreída, hecha añicos por la historia reciente –su marido viene de pagar cárcel por un indeterminado montón de años-, le enrostra, implacable, que su lucha tendría sentido si tuviera alguna resonancia en la sociedad que les toca vivir. Para que conste, el tono de su voz y su lenguaje gestual, no pueden resultar más arrasadoramente espeluznantes. Al caer el telón del relato, una guillotina gentil le muestra al revolucionario el camino de la claudicación. La realidad, verdugo insaciable, ha hablado a través de su mujer. Ella encarna, sin darse cuenta, ominosa fantasmagoría, a la Carlota Corday que segó la vida de Jean Paul Marat, uno de los firmantes de la sentencia que acabó con la vida de Luis XVI, el Rey Cornudo. En la lejanía, es decir, dentro de su propio cerebro, impotente, al revolucionario no le queda más que escuchar la retahíla de sus recriminaciones. Ya lo decía Goethe, lo cercano se aleja.
Finalmente, Como dos cuñas del mismo palo, con la estrategia de vasos comunicantes, expone dos historias independientes, que tienen en común el hecho de que hay un prisionero que va a ser ejecutado. En la primera historia, se trata de un guerrillero capturado por una patrulla paramilitar y, en la segunda, de un secuestrado en manos de una banda de antisociales. El efecto que se logra, de salida, es el de espejos que reproducen hasta el infinito escenas abominables. Es decir, la narración pone en la intemperie la sórdida calaña de acciones homicidas a escala global. Pese a su atmósfera atemporal, se sabe que se está hablando de hoy. La denuncia tiene víctimas y responsables. Ni siquiera hay que dejar que la realidad alce su dedo acusador. Es aterrador lo señalado. Y sólo tomó unas cuantas líneas. Una prueba de que el arte, sin dejar de serlo, puede ser Contramusa de la Historia de la Infamia
Búsqueda de formas y estrategia
La Lluvia permite apreciar el tanteo con nuevas formas expresivas, amén de que confirma la determinación del autor de aprender de la experiencia. La depuración de los planos modales, la forma del contenido y la retórica para persuadir es ostensible. En tal sentido, son visibles las figuras y tropos literarios, dígase: prótasis, enumeración argumentativa, alusión, designación, aporía, disfemismo, interrogaciones, dualidad, hipérbole, inversión, fruición, ironía, comparación, deprecación, y otras más.
La utilización de la lluvia como eje/personaje que integra los cuentos, delata una actitud innovadora y de experimentación, algo característico en todo literato enamorado de su oficio. Quizás por ello es que nos regala, como final de la obra, los brevísimos cuentos que compendia con el título: Short Stories
Palabras finales
Aunque decía George Bernard Shaw que la crítica es, ha sido y será eternamente lo peor que puede darse en el campo del arte, este segundo balance crítico de la producción de Alberto O. Cabredo E. es un reconocimiento a su tesón y compromiso con las letras en un país donde el apoyo efectivo al quehacer literario -salvo raras y honrosas excepciones- brilla por su ausencia.
Por lo pronto debo celebrar que, a menos de siete meses de publicar su primer libro, la imprenta esté entregando a la luz pública otra colección de relatos de Alberto O. Cabredo E., prueba palmaria de que no ara en el mar quien apuesta por el trabajo serio y la fe en sí mismo.
ALBERTO GIL PICOTA B.
5 de febrero de 2008
[1] Cantando bajo la lluvia.
[2] Gotas de lluvia caen sobre mi cabeza
[3] Mendoza, Plinio A., El olor de la guayaba (Conversaciones con Gabriel García Márquez, Editorial Bruguera, S. A. Segunda edición, Barcelona, 1983, p. 43.
[4] Joyce, James, Escritos críticos, Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 163.
[5] De alguna manera, este cuento lleva a pensar en el poema Agua sexual de Pablo Neruda, incluido en Residencia en la tierra, escrito entre 1931 y 1935 (Editorial Seix Barral, Barcelona, 1976, pp. 113-114).
[6] Gamerro, Carlos, Harold Bloom y el canon literario, Edidiciones Campos de Ideas, Madrid, 2003, p. 14.
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LA BUSQUEDA (relatos breves, 2007). Alberto Gil Picota Psicólogo de Arte, Docente Universitario y Escritor expresa sobre este libro: ".... El solo nombre del volumen de relatos escrito por Alberto O. Cabredo E., LA BUSQUEDA, revela ya un momento fundacional y de indagación. No obstante, tal empeño no ha podido ser mas fecundo y revelador. En su heterogénea temática y estrategias de abordaje, se puede apreciar un original interés por desentrañar la condición humana. Empero, lo humano en este caso no es sinónimo de dócil reflejo de lo real. Tampoco se trata del espejo al borde del camino del que hablaba Stendhal, el genial escritor de Rojo y Negro y La cartuja de Parma. Se trata más bien de una mirada que, asertiva, no se niega la opción del asombro, el pánico, la pesadumbre, el encomio, la solidaridad, así como una latente intención edificante. …
En tal sentido, La Búsqueda es un complejo de textos de diversas categorías literarias, a saber: fantástica, realista, humorística, intimista/ metafísica y épica/ histórica. Este propósito le confiere a esta abigarrada colección de relatos una suerte de ritmo sinfónico. Los textos le huyen a la monotonía y al fastidio. Les enerva la posibilitad de resultar monocordes. De allí la variabilidad de sus registros, cambio de pianos y relatividad temporalidad.
COMENTARIO SOBRE MI PRIMER LIBRO MANIFESTADO DURANTE LA PRESENTACION DE LA OBRA POR ENRIQUE JARAMILLO LEVI:
LA PRIMERA BÚSQUEDA LITERARIA
DE ALBERTO CABREDO
Por Enrique Jaramillo Levi
I
He dicho muchas veces que a lo largo de los años, sostenidamente, el cuento –acaso el más difícil y perfeccionista de los géneros literarios-- ha sido, y continúa siendo más que nunca, la punta de lanza de la literatura nacional. Si la vieja tríada de figuras literarias emblemáticas y fundacionales de nuestra narrativa, integrada por Darío Herrera (primer autor panameño en publicar, en 1903, un libro de cuentos: “Horas lejanas”), Salomón Ponce Aguilera y Ricardo Miró nos sorprende con la calidad de sus cuentos a fines del siglo xix y principios de la República, y más adelante lo hacen cuentistas como Moisés Castillo, Lucas Bárcena, Mario Augusto Rodríguez, José María Núñez Quintero, César A. Candanedo, Carlos Francisco Changmarín, Rogelio Sinán, Manuel Ferrer Valdés, Ramón H. Jurado, José María Sánchez, Renato Ozores y algunos más, un auge sorprendente de nuevos cuentistas panameños empieza a notarse hacia 1970 –autores como Justo Arroyo, Ernesto Endara, Álvaro Menéndez Franco, Pedro Rivera, Enrique Chuez, Moravia Ochoa López, Enrique Jaramillo Levi, Bertalicia Peralta, Dimas Lidio Pitty, Rosa María Britton, Rey Barría, Beatriz Valdés, Claudio de Castro, Giovanna Benedetti, entre los más dedicados-. Y todavía hoy, 37 años más tarde, ese auge sigue vigente y creciendo; sólo que, lamentablemente, todavía no ha habido una crítica literaria que consigne y estudie seriamente el fenómeno, ni un público lector que lo haya sabido valorar.
Sin embargo, es sin duda a partir de 1990 cuando ocurre un singular boom numérico y de calidad en la producción del cuento panameño. Numerosos nuevos cuentistas, de diversas edades y tendencias estéticas, tanto hombres como mujeres, van haciendo su aparición, mientras muchos de los escritores de generaciones anteriores también continúan produciendo. Desde entonces, cada año aparecen al menos dos o tres noveles narradores de ficción breve que en sus cuentos ponen de manifiesto su talento innato y altamente promisorio. Así, no menos de 85 autores publican su primer libro de cuentos en los últimos 17 años -un número significativo de éstos ya tiene varios libros-, y un alto porcentaje del total muestra un nivel literario decoroso o francamente excepcional. Nombres como Consuelo Tomás, Carlos Oriel Wynter Melo, Melanie Taylor, Roberto Pérez-Franco, José Luis Rodríguez Pittí, Bolívar Aparicio, Aida Judith González Castrellón, Carlos Fong, Érika Harris, Eduardo Soto, Yolanda Hackshaw, Francisco J. Berguido, Héctor M. Collado, Lupita Quirós Athanasiadis, A. Morales Cruz, Isabel Herrera de Taylor, Luigi Lescure, entre otros, empiezan a destacar. En este contexto, el más reciente autor de cuentos en hacer su aparición es Alberto Cabredo (1956), con su obra LA BÚSQUEDA, cuyo advenimiento esta noche celebramos.
II
Lo primero que hay que destacar es que en esta obra no hay diferencia alguna entre las situaciones más absurdas y las más previsibles, tal como suele ocurrir en la realidad; y el autor ha sabido narrar sus historias con una engañosa sencillez y naturalidad que no sólo convence sino que a menudo deslumbra por su fuerza emotiva o por su pathos estrujante. Si bien es claro que no todos los 37 textos de este libro son cuentos –varios son relatos o narraciones que tienden hacia la estampa, el cuadro o la simple escena-, no por ello carecen éstos de interés, ya que en tales casos el mérito literario estriba en la sensibilidad desplegada por el autor, a veces expresada mediante un cierto lirismo sutil, otras a través de una semblanza vívidamente expuesta que implica reconstrucción entrañable de la memoria. Sin embargo, son los más de 25 auténticos cuentos sabiamente elaborados e insertos en esta obra los que le dan su carácter y estatura artística al libro, y por extensión un sitio a Alberto Cabredo en la singular explosión cuentística que ha venido caracterizando nuestra literatura de los últimos 17 años.
“La búsqueda” no es un libro perfecto (muy pocas obras lo son, realmente); sin duda tiene detalles que pueden pulirse más, depurarse de ripios (que probablemente sólo un ojo experto note); pero lo importante es que la habilidad en la construcción de situaciones, ambientes y personajes memorables, y el sostenido tono irónico e incisivo de no pocas anécdotas y desenlaces, permean de autenticidad todo el libro y le imprimen verosimilitud y un estilo propio de narrar tanto a las historias reconociblemente cotidianas como a las aparentemente más abstrusas. Uno siente, desde el primer cuento del libro –“La infección noticiosa”—hasta el último –“Viva la reforma”—que hay una mano firme y conocedora pulsando los hilos tras bastidores; un aliento sosegado que, sin mostrarse, está presentando de diversas maneras la imbecilidad, a veces inmersa en cierta dosis de ternura, de diversos hechos sociales o individuales, o su inherente condición de rutina o de absurdidad, como una fina crítica social que no siempre es sistémica por naturaleza sino que a menudo empieza en la fragilidad o fractura de la experiencia humana misma hasta expandirse y contagiar toda una estructura social vulnerable.
En este sentido, percibimos el conocimiento que tiene el autor de nociones básicas de la psicología, la sociología y la ética subyacente en el quehacer y el acontecer social e individual, pero sin que se nos imponga nada, sin explicaciones ni sermones: los hechos se dan de cierta manera, en ciertas circunstancias y producen determinadas consecuencias. Así es el mundo, así es la gente, parece sugerirnos Cabredo. Tómenlo o déjenlo; sólo que, claro, si lo dejamos –no seguir leyendo el libro, por ejemplo; o no estar de acuerdo con la forma en que el autor presenta sus historias, que sería la otra variante de la disconformidad posible de algún lector-, no por eso el mundo va a ser un sitio menos problemático, más idílico, ni más etéreas las vivencias del sinsentido o de la miseria humana que ciertas personas parecen destinadas a afrontar.
Es decir, estamos frente a un escritor que se estrena sin titubeos ni medias tintas. Va a lo que va. Y resulta que “a lo que va”, a mi juicio, es a desnudarnos experiencias que o están arraigadas en el mundo y no se vale barrerlas debajo de la alfombra para fingir que no existen; o bien, a presentarnos ese otro tipo de enajenante situación humana en la que la realidad moldea a la imaginación obligándola a desdoblarse en estratos surrealistas que se parecen bastante –más de lo que quisiéramos-- a los hechos reales que le dan origen. Y aquí vale anotar que es precisamente la enajenación --ese hondo desequilibrio que escinde tradicionales conceptos tranquilizadores como la identidad, la armonía, la convivencia familiar o la solidaridad--, lo que subyace y prevalece en muchos de los cuentos de Alberto Cabredo; y no porque él se complazca en ello, sino porque la realidad cotidiana, insubordinada y a menudo caprichosa o cruel, se le impone. Ya se sabe, la buena literatura nunca es complaciente, y no suele ser un lecho de rosas.
Por otra parte, estamos aquí frente a cuentos y relatos de asombrosa brevedad y concisión. En ellos no hay tiempo ni lugar para andarse por las ramas. Se presenta la situación, se introduce a los personajes (pocos en cada texto), se crea el ambiente mientras se plantea el conflicto, y se llega prontamente al desenlace (aunque a veces en realidad no hay tal desenlace, porque el autor nos está indicando que los problemas no siempre se resuelven, que no es raro que simplemente se enquisten en la cotidianidad y se vuelvan parte de ella, y que en ese sentido la vida –necia o sabia, según se vea-- continúa). En cualquier caso, en dos o tres páginas casi siempre, el autor amarra la trama o el esbozo de ésta, y con sorprendente maestría desata al final los hilos de ese amarre, o bien los relaja un poco permitiendo que se acomoden en la historia.
Puede decirse, entonces, que “La búsqueda” contribuye a la prosa de ficción breve nacional una serie de minicuentos nada desdeñables. En este sentido, para mi gusto “La infección noticiosa”, “El reencuentro”, “Loca esperanza”, “Dancing solo”, “La sombra del ángel”, “De uno que abrazó la fatiga” y “La fuga”, entre otras, son piezas de una enorme concisión; además, resultan memorables por su entrañable contenido humano y, sin duda, por los ceñidos logros de su fino oficio escritural: textos, en fin, dignos de figurar en cualquier antología presente o futura del nuevo cuento panameño. No es poca cosa, se los aseguro…
III
Examinemos brevemente algunos de los textos de este libro de 108 páginas de estricto material creativo (más otras 12 de lúcidas reflexiones –a manera de epílogo—del destacado psicólogo, profesor y crítico literario Alberto Gil Picota, quien, por cierto, nos debe estudios sobre literatura panameña actual que, por su acuciosidad sin duda contribuirían a valorarla). Haré pues unos pocos comentarios más, muy puntuales, a fin de ilustrar mejor estas apretadas notas en torno a una obra a la que desde ahora, como escritor y estudioso de la literatura panameña, doy la más solidaria y cordial bienvenida.
El primer cuento del libro, “La infección noticiosa”, oscila entre el absurdo, lo fantástico y lo psicológico, pero busca ser interpretado por el lector en un plano absolutamente realista, que sin embargo uno no sabe si tomar con horror o simplemente con una buena dosis de humor: un hombre aficionado a leer minuciosamente los periódicos locales, en los que fundamentalmente encuentra siempre noticias de violencia, atrocidades, y hecatombes sin remedio, empieza a perder los dedos de una mano. Lo curioso es que no va a un médico del cuerpo, sino a un psicólogo, quien viendo que el fenómeno es real y sin duda presintiendo el carácter psicosomático de la angustia que tales noticias van forjando en el ánimo de su paciente, le recomienda simplemente no leer más periódicos por un año. La receta, no obstante, llega tarde, pues a la salida del consultorio el hombre pierde de golpe todo el brazo, que en medio de un griterío atroz todos ahí ven tirado en el suelo. ¿Cómo no va a impactarle un cuento como este, de sólo dos páginas, estratégicamente situado al inicio del libro, a cualquier lector sensible?
En “El reencuentro”, dos buenas amigas desde los tiempos del colegio son distanciadas por sus respectivas responsabilidades y, pasando el tiempo, se enamoran y se casan con el mismo hombre sin saberlo. Lo descubren al morir éste y acudir ambas a la morgue. El viejo afecto se convierte entonces en “animadversión sin horizontes”. Luego coinciden nuevamente en el juzgado por haber muerto intestado su mutuo marido; renace la discordia, se desbordan las pasiones y la rabia contenida, y terminan lanzándose terribles insultos. El acercamiento final entre las antiguas amigas justifica el título del cuento, en la medida en que piensan en el “descomunal engaño”, y habida cuenta de que “el desgraciado ya estaba muerto”.
“Dancing solo” es también un modelo de sobriedad semántica y síntesis. En una cantina, un hombre ve bailar un bolero romántico, como abrazado a sí mismo y dándose besos en un brazo, a un pobre diablo medio borracho que sin duda recuerda un gran amor en medio del hondo ensimismamiento que le impide tomar conciencia de que en realidad se mueve solo sobre la pista de “aquel bar de miserias y olor a cerveza rancia”, ignorante de todo lo que le rodea, mientras es “objeto de burla de otros parroquianos”, incluso de parte del propio personaje narrador, embelesado como está aquel hombre con la voz del bolerista y hundido por completo en el recuerdo. Poco a poco el narrador medita, siente envidia, y hasta se imagina a la mujer con la que supuestamente baila el hombre. Siente envidia, celos, porque comprende que el otro se siente amado. Y al final toma conciencia de que el que está solo, realmente solo, es él. A mi juicio, este cuento es una pequeña obra maestra.
En “La fuga” un hombre llega bruscamente a su casa y se refugia en su cuarto al sentirse perseguido, pero sin que se aclare qué es lo que ha hecho que propicia la situación, y “mientras recogía las cosas para desaparecer” pierde un tiempo precioso planeando una estrategia para escapar del acoso. Tarde se da cuenta del silencio inusual que colma el ambiente, del todo inusual en el barrio. Va al baño, saca una pistola del tanque de agua del retrete, la carga y se esconde debajo de la cama apuntando hacia la puerta. Siente el tiempo pasar en cámara lenta en su reloj, y cómo los segundos resuenan como un tambor gigante… Hasta que despierta. Dice el narrador omnisciente que “llevaba escondido ahí varios días”. Pero entonces, mientras termina de despertar, “la puerta de la entrada brincó de un golpe y bastó una bala para terminar aquello”. El autor se da el lujo, después de terminada la acción, de insertar un anticlímax al hacer un comentario irónico: “¿Su epitafio? Una breve cuartilla en la página de asuntos criminales de un periódico matutino venido a menos. Nunca fue criminal de mucha monta”. ¿La extensión de este cuento? Apenas página y media.
Podría decirse que Alberto Cabredo tiene un estilo tal, que no pocas veces, pese a la brevedad extrema de los textos, en ellos va mezclando pequeñas reflexiones junto con la acción narrada; y en esos comentarios brevísimos como dardos, que a veces son auténticos juicios de valor (sin que suene a intromisión paternalista), y otras son verdaderas puntadas de sarcasmo o de humor negro, cifra su muy peculiar estrategia narrativa. Esto da como resultado, insisto, la creación de un estilo personal.
Pese a lo dicho, que implica el uso a ratos de pequeños trozos de cierto lenguaje expositivo propio de la introspección, en general la prosa de Cabredo, al narrar situaciones y ambientes, así como al describir –que es una variante más estática y minuciosa del narrar--, es muy visual, pero también auditiva y táctil –usa a la vez varios sentidos para la percepción de la realidad, además del sentido de la imaginación, sin el cual la buena literatura no existiría; y por tanto la sentimos como una prosa extremadamente vívida en su composición y en su fluidez. De ello me permito dar un ejemplo, tomado del primer párrafo del cuento titulado “La noche que voló Juanita”:
Escuchó una gran explosión y, luego, muchas otras. También oyó gritos, llantos, chirridos y pasos atropellados en toda la vecindad. Sintió en su piel como si lo golpearan vidrios, tablas rotas, techos y paredes que caían de los cuartos y balcones cercanos.
Las blasfemias se mezclaban con plegarias y, además, con una voz estridente que en mal español llenaba el aire exigiendo rendición, y por supuesto, había balazos –muchos--, acompañados del sonoro paso de grandes y pesadas máquinas de guerra, todo lo cual unido a la demás algarabía, creaba un aterrador rompecabezas que José difícilmente entendía con sus apenas doce años, y que resumió instintivamente en una sola y angustiosa idea: “O corres o te friegas”.
Este pasaje es una muestra, a mi juicio, de auténtica excelencia en el arte de narrar. Escribir así, sin duda, tiene la virtud, enorme, de irnos metiendo de cabeza en la historia, creando expectativas, permitiéndonos sentir e imaginar las cosas que vendrán.
Otro ejemplo de prosa sobresaliente es este otro pasaje que al azar extraigo del cuento “Las manos”, uno de los tantos que denotan el gran poder de observación del autor y su admirable sensibilidad ante los pormenores de hechos y personajes que entrañan solidaridad anímica, si bien en este caso particular el que se autodescribe las manos, en varias secuencias consecutivas, no es precisamente el personaje narrador, sino el otro personaje, con quien conversa; ése sobre quien en realidad trata la historia:
Me dijo: -- Mis manos son diferentes, tienen profundos surcos, secas costras y grandes cicatrices, demasiadas. Son grandes, gruesas, y mis dedos están llenos de callos. Mis manos están más secas que la arena de un desierto.
Más adelante añade el narrador:
Sonrió y agregó: -- Con ellas no podría tocar un piano y mucho menos un violín, pero estas manos, feas como las ve, son buenas para empuñar un hacha o sujetar un machete. Sí, son toscas, pero con ellas aro la tierra, rompo las piedras y corto el tronco de cualquier árbol. Mis manos, de tanto trabajo, ya doblan un clavo o destrozan un coco,
Por último, el narrador reproduce estas otras palabras del hombre que lo hospeda:
Luego añadió: -- No se asuste, forastero, estas manos también sirven para dar auxilio o estrechar otras manos tan rudas como las mías, porque las manos suaves, las manos finas, me esquivan.
Y el narrador termina ese pasaje así:
Y apuntó: -- A mí eso no me importa, mis manos me dan de comer sin deberle nada a nadie, por eso me precio de ellas.
Por otra parte, “Loca esperanza” es un minicuento que no por ello deja de ser un hermoso poema en prosa. Su tema: La Tulivieja rediviva, enfocada desde otra perspectiva, más romántica, menos tétrica, pero no por ello exenta de la febril demencia obsesiva de la que están impregnados ese personaje ancestral y su popular leyenda, que como sabemos tiene distintos nombres y connotaciones en diversos ámbitos del mundo hispanohablante. He aquí un extracto:
Muy empeñosa, esa noche trató de arreglar su muy, muy, pero muy maltrecho traje. Se hizo un collar de luciérnagas jóvenes, juguetonas y centelleantes. Se colgó en las orejas unos caracoles de blanco refulgente. En un charco que usó como espejo, quiso arreglarse el cabello, y lo adornó con una corona que hizo de una bella enredadera. Se untó con miel de un panal de abejas las piernas, brazos y manos, y entonces, dizque suavecita, después de pintarse los labios con barro arcilloso encontrado a la orilla de un río, le rugió bien fuerte a la luna. La selva, aún adormecida, tembló con su aviso. Pero esta vez no anunciaba que iba de caza. La Tulivieja, cansada de llevarse a los niños ajenos, saldría coqueta por todos los montes, llanuras, quebradas, sembradíos, a buscar lo imposible… un amor para tener un niño.
En “La búsqueda” cada texto es diferente, y es autosuficiente, como paradójicamente suele ser la vida colectiva de un libro de cuentos y narraciones que se fueron escribiendo poco a poco; creaciones que si bien nacieron en muy diversas circunstancias, lo cierto es que nacieron solos, y resulta que ahora están muy bien acompañados entre sí en este primer libro de Alberto Cabredo: en esta su primer búsqueda literaria. Y como el que busca encuentra –aunque a menudo no se sepa de antemano qué--, nuestro autor lo que ha hallado es un definitorio mapa de sí mismo como artista literario. Un mapa que le ha de abrir los fecundos caminos de otras muchas búsquedas y encuentros por los inciertos pero siempre estimulantes territorios de la Literatura.
Invito fervorosamente a este nuevo escritor panameño a asumir una y otra vez ese desafío, a seguir creando mundos narrativos autónomos capaces de hacer que obsesivos lectores como yo –como todos ustedes—nos sintamos urgidos una vez más a entrar en sus imprevisibles oquedades y recovecos, acaso en busca de nuestro propio mapa, que sin duda en algún momento, iluminados, encontraremos
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ENTREVISTA SOBRE CRÓNICAS COTIDIANAS E INSÓLITAS - MI SÉPTIMA OBRA PUBLICADA EN EL DIARIO LA PRENSA
21/08/2013 - Alberto O. Cabredo piensa que un relato no es por obligación hijo de una anécdota, aunque afirma que el escritor “se aprovecha de lo que le rodea, como buen observador del mundo circundante, ya sea de una realidad o una fantasía que le toca el hombro, la cual debe fundir con la ficción para crear”.
Hoy, a las 8:00 p.m., presenta su libro de cuentos Crónicas Cotidianas e Insólitas - Antología de Cuentos y Relatos Breves, en el salón Chaquira de Atlapa, una pieza que consiste en una “compilación de algunos de los cuentos y relatos contenidos en mis seis libros anteriores”.
“Cada relato alberga dos historias, la que narra el escritor y la que nace, surge e interpreta el lector cuando inicia su viaje dentro de la narración. Creo, además, que un libro, una novela o un cuento leído dos veces nunca deja en el lector una misma y sola impresión”, señala.
Una historia para que valga la pena pasarla por el matiz de la ficción “debe contar con algo fuera de lo común, incluso inaudito, aunque hay que afirmar asimismo que lo cotidiano bien narrado puede resultar en un maravilloso relato, porque en lo usual también suele ocultarse lo asombroso”.
“Cada narración es el resultado de un ejercicio premeditado y consciente de contar una historia, de colocar una palabra sobre otra palabra para levantar un montículo sobre el que reine una idea, una postura de vida, un sentimiento, un mundo impregnado de preguntas y, a veces, respuestas. Al escritor no solo le concierne la creación, también le corresponde la formación del público y, con ello, el enriquecimiento de la vida cultural y artística de la sociedad”, indica Cabredo.
Busca que sus cuentos confronten “situaciones, hechos, actuaciones, posturas, certezas, afirmaciones, sentimientos. Persiguen que el lector tome posición frente a lo que lee, que esté de acuerdo o no, que reflexione y concluya adhiriéndose o no al actuar del personaje o la situación que se desarrolla, y nuestro país es una cantera extraordinaria para este tipo de relatos”.
Sobre las situaciones que le sirven de material literario, plantea que “todo lo relacionado con la experiencia humana o lo fantástico. Confieso estar muy comprometido con la literatura urbana y, en mi caso, lo anterior circula alrededor de la existencia, la naturaleza humana, sus fortalezas y fallas, lo absurdo e injustificable de muchas situaciones, y esto ocurre porque considero que escribir es una oportunidad, un compromiso y un reto de hacer de la literatura un instrumento vivo y formador”.
Publicado el octubre 4, 2023 a las 8:14pm 1 Comentario 1 Me gusta
SOBRE LA OBRA –SANGRE SIN ESTRELLAS-
DE J. A. RAMONET
El solo nombre de esta colección de cuentos y relatos breves de J. A. RAMONET revela de inmediato la estrecha relación de estas narraciones con un mundo paralelo en que la fantasía guarda un lugar primordial y muchas…
ContinuarPublicado el marzo 23, 2023 a las 11:00am 4 Comentarios 1 Me gusta
LA TABLET
-Prendió la Tablet y empezó a escribir. Tenía bien establecido el tema y la forma en que iba a plantearlo, había realizado una profunda investigación y redactaba con comodidad el asunto, pero en medio de aquello vio una pequeña mancha en la pantalla y de manera instintiva fue a limpiarla con el dedo índice, y para su sorpresa, el dedo se hundió en la pantalla…
ContinuarPublicado el marzo 21, 2023 a las 9:05pm 3 Comentarios 1 Me gusta
LOS RELEGADOS DE LA TIERRA
“Las flores sin perfumes deben el
llamarse flores a las flores perfumadas.”
Antonio Porchia
(1886-1968)
Esa mañana, contra toda lógica, se levantó como hacía en tiempos mejores, se arregló y salió al supermercado. Tuvo cuidado al bajar las escaleras, no quería…
ContinuarPublicado el marzo 16, 2023 a las 4:44pm 2 Comentarios 1 Me gusta
Alberto: De nada, has escrito una bella composición poética.
Saludos desde Buenos Aires.
Saludo desde Argentina y dejo huella de mi paso en tu página, Alberto, aunque, a pesar de cohabitar en este sitio, no nos conocemos. Acabo de leer algo de tu currícula y dejé un breve comentario en una publicación tuya. ABRAZO GAUCHO Y MIS BUENAS ENERGÍAS PARA TI Y TU ENTORNO FAMILIAR.
GRACIAS ESTIMADO ALBERTO POR TU COMENTARIO EL PLACER SIEMPRE ES MIO, SALUDOS
Mi Estimado Compatriota nos gustaría que publicarás alguna de tus excelentes publicaciones en el Movimiento Panameño. Me saludas a Carlos Wynter si lo ves... Un abrazo amigo, espero nos veamos en la Feria Internacional del Libro a la que pienso asistir como lector si Dios quiere.
Robert Allen Goodrich V.
Muchas gracias estimado Alberto por la aclaración es bueno saberlo y disculpa si lo confundi con algún otro escrito... Un placer siempre y saludos.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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